Por Oswaldo Ramos y Javier Medina

La historia de nuestro país transcurre entre un vaivén de atropellos y luchas por reivindicar a nuestras comunidades. En fechas paralelas, celebramos hace unos días el inicio de la guerra de Independencia y ahora conmemoramos a una que dio inicio a lo que llamamos “La Conquista”.

El pasado 12 de octubre se cumplieron 527 años del descubrimiento de América, “descubrimiento” que no estaba presupuestado sucediera, pues la travesía que dio lugar a la llegada de los españoles al continente tenía como finalidad principal explorar nuevas rutas comerciales alejadas de este territorio. El que conocemos popularmente como Día de la Raza, entraña ese encuentro entre los pueblos indígenas que originariamente habitaban América y los conquistadores españoles.

El encuentro entre culturas pronto se convertiría en un choque que estuvo lleno de saqueo y manchado en sangre. Si México aún es considerado como un país megadiverso, la riqueza natural y cultural que teníamos antes de la conquista es algo que ahora sólo podemos imaginar. Eso en su momento se convirtió en un factor de vulnerabilidad y al final, no muy distinto a como sigue sucediendo actualmente.

La configuración del Estado mexicano, su sociedad y su idiosincrasia han estado marcadas por una lucha constante. Primero (y muy grosso modo) entre las poblaciones indígenas sometidas por el imperio azteca, después por la llegada de los españoles que agudizaron esas disputas, la lucha de Independencia para librarnos del yugo español, las Leyes de Reforma con las cuales se dio la separación entre Iglesia y Estado y la Revolución Mexicana, en donde las luchas agrarias y la búsqueda de la soberanía bajo la demanda de “México para los mexicanos” fueron motores importantes.

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Desde una concepción social, Octavio Paz describió que “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación”. Esto visto desde la complejidad y el trabajo que nos ha costado forjar nuestra sociedad, en donde ser fuertes, “picar piedra” y “aguantar vara” son unas constantes.

En todo este entramado social e histórico, existe algo que es fundamental y que bajo ninguna circunstancia debemos dejar de lado, pues les debemos nuestra espiritualidad, costumbres, colores, gastronomía y en general un alto legado cultural: nuestros pueblos y comunidades indígenas. México tiene una composición pluricultural y no podríamos entenderla sin ellos.

Foto: UniradioNoticias

Contrario a lo que pudiéramos pensar, el respeto pleno a los derechos, libertades y garantías de los pueblos indígenas, no llegaron en su totalidad con el México Independiente. La exclusión y la desigualdad se ha hecho presente hacia ellos; muchas veces cobijadas por un concepto de desarrollo y de argumentos de interés público concebidos de manera ambigua.

Hace un momento hablábamos de la violencia ejercida por parte de los españoles en el tiempo de la conquista. Recordemos que hace pocos meses el Presidente de México hizo un llamado al Rey de España y al Papa Francisco para que se pida perdón por los atropellos que se cometieron durante la misma.

La petición de López Obrador incluyó hacer “un relato de agravios; igualmente, se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos”.

El hecho en muchos casos fue tomado como algo meramente anecdótico y descontextualizado al momento actual, pero lo que debe dejar de manera permanente es la responsabilidad que tenemos hacia los pueblos originarios. Más que pedir perdón, es hacer valer sus derechos humanos; construir una sociedad y agendas a la par de sus necesidades, incluyendo el respeto a sus territorios; tarea de nosotros y nosotras como sociedad y también del Estado mexicano en ejercicio de sus funciones.

Mirar hacia el pasado nos da herramientas para trazar un futuro acorde a las luchas y derechos sociales que históricamente han sido demandados.

Sobreponer intereses que atenten contra los derechos humanos de tercera generación o derechos humanos de los pueblos, nos aleja de la democracia

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Javier Medina es abogado de profesión y ambientalista por convicción. Parte de la comisión de análisis y programa en Futuro Jalisco.

Twitter: @javier_medinaP

Oswaldo Ramos es politólogo, ex candidato independiente en Jalisco. Vocero de Futuro.

Twitter: @Oswi_Ramos

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