Por Mariana Pedroza

«Conócete a ti mismo», decía el aforismo griego inscrito en el templo de Apolo en Delfos. A muchos se le han atribuido la frase, pero el más famoso es Sócrates que, tomando esa premisa como base, disertó acerca de la importancia de la autonomía y de la libertad de conciencia, dando un lugar a la propia reflexión más allá del designio de los dioses, que en ese momento representaban la ley y el statu quo.

Para los antiguos griegos, como para pensadores posteriores, el conocimiento de uno mismo era un trabajo de tiempo completo, pues requería domeñar las pasiones, especular sobre la forma en la que funcionaba nuestra interioridad y desentrañar qué elementos del propio pensamiento estaban basados en supuestos sin sustento.

Dentro de las dificultades que suponía conocerse a uno mismo estaba el problema de la objetividad. ¿Cómo puedes conocerte a ti mismo si eres al mismo tiempo juez y parte; si eres el sujeto que conoce y el objeto por conocer? ¿Cómo puedes garantizar que eres lo que crees que eres si no tienes otro punto de referencia? Es fácil engañarte. Puedes creer que estás bien y no estarlo realmente, por ejemplo, o ser ciego a ti mismo y no ser capaz de ver rasgos de ti que a otros les parecen obvios.

Desde ese ángulo, las nuevas apps que fomentan el conocimiento de uno mismo se presentan —en apariencia— como una gran solución a este problema. La lista de este tipo de aplicaciones es vastísima. Por mencionar algunas, con Spire o Being puedes monitorear tus patrones de respiración o de ritmo cardiaco para saber cuándo estás estresado, con Sleep Cycle puedes conocer tus patrones de sueño y con Daylio puedes registrar tu estado anímico diario para, más tarde, ver la correlación que existe entre ellos y ciertas actividades o personas. Conozco al menos un par de psicólogos, sobre todo los que tienen un enfoque cognitivo-conductual, que están fascinados por la posibilidad de usar estos instrumentos en su terapia para hacer que sus pacientes sean más conscientes de sus procesos y poder rastrear los detonadores de ciertos estados anímicos que de otra forma pudieran parecer fortuitos.

Imagen: Shutterstock

No descarto su utilidad, yo misma he bajado Daylio y en su momento fui muy fan de Sleep Cycle. Sin embargo, estas dos apps presentan una diferencia importante: en el primer caso, eres tú quien registra tus estados anímicos, pero en el segundo, como en el resto de las apps mencionadas, parece que ellas saben más de ti que tú mismo. Puedes sentirte descansado, pero si Sleep Cycle dice lo contrario, ¿a quién le vas a creer? Puedes descargar una app que te diga cuándo te toca tomar agua (Water your body), pero al hacerlo estarás dando por sentado que no puedes confiar en tu propia sed. Ahora bien, ¿puedes confiar en ella? Seguramente no, tan ocupados estamos que ya se nos ha olvidado escuchar a nuestra sed.

Y ése es precisamente el problema. Así como Aaron Beck, padre de la teoría cognitiva, estaría llorando de orgullo con Daylio —palabras de la psicóloga Mariana Naranjo—, sospecho que Sócrates estaría un poco escandalizado. La falta de mensurabilidad que tanto parece obstruir el conocimiento de uno mismo es precisamente lo que nos exige ahondar en él, prestar atención y desarrollar nuestro pensamiento autónomo.

Si dichas aplicaciones fomentan esa práctica, entonces, en efecto, son herramientas útiles, pero si, en vez de ello, son una forma cómoda de desentendernos de la tarea de prestar atención y escuchar a nuestros intuiciones y a nuestros cuerpos que todo el tiempo nos dicen cómo estamos y qué necesitamos, entonces no estamos accediendo sino a una nueva forma de enajenación y de desconocimiento de uno mismo.

Entrenarnos en el arte de conocernos a nosotros mismos lleva tiempo y requiere esfuerzo. Todo apoyo para llevar a cabo esta empresa es bienvenido, por eso también hay gente que lleva diarios o va al psicoanalista, pero no debemos olvidar que son sólo apoyos y que, en última instancia, nadie más nos hará la tarea. Es importante recordar que la interioridad no puede reducirse a meras gráficas, que nuestros procesos biológicos y psicológicos son multifactoriales y que el malestar también puede ser constructivo y hasta necesario en ocasiones.

El colmo sería dejar de sentir hambre si no tenemos un aparato que nos diga que ya se están bajando nuestros índices de azúcar, o abandonar una relación que nos está haciendo crecer sólo porque de acuerdo a cierta app no nos produce suficiente calma.

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Mariana Pedroza es filósofa y psicoanalista.

Twitter: @nereisima

Foto principal: Shutterstock

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