Por Mariana Morales

It howls you cannot say whether out of agony or joy

Ted Hughes

Terminé el libro e inmediatamente regresé a la primera página para releer el primer capítulo, capítulo cero—que para nada es coincidencia que sea el final de la historia. Lo leí aún con más recelo, esperando que los lobos salieran, aunque sabía que no lo iban a hacer, dejando que alguien los viera. También quería, y sigo queriendo, más respuestas, pero sé que no las voy a obtener. Por más que busque no hay rastro que seguir y esto sólo me causa tristeza y frustración. Peor aún, me causa miedo, no sólo por la historia, sino también porque sé que la realidad supera la ficción, como bien lo sabe Berenice, narradora de Lobo (Almadía, 2017), novela de Bibiana Camacho que retrata, entre varios temas decadentes, la inseguridad que se vive en el país.   

Aunque la historia principal se enfoca en Berenice y su intento por empezar una carrera académica, conforme la narración avanza surgen pequeñas historias que se vuelven igual de relevantes e incluso terminan por tragarse los demás elementos que conforman la trama. Desde la estructura del discurso es evidente que esos significados metafóricos que convergen en la palabra “lobo”, entre los que se encuentra “narcos”, despedazan todo a su paso. Con el capítulo que cuenta el final, al inicio de la novela, la historia queda envuelta por la persecución, la violencia y el miedo que reemplazan los motivos de Berenice. Si al principio su deseo es ir a El Lobo, pueblo pequeñísimo y solitario, a aislarse a una hacienda para ayudar a Felicia, académica de renombre, con una investigación, lo que la convence de regresar a la Ciudad de México y termina obligándola a huir, además del extraño comportamiento de su jefa y las complicaciones que esto implica para la investigación, es el deseo de salvar su vida.

Antes de experimentar en carne propia el miedo y saber que en la ciudad hay conocidos que están desaparecidos, Berenice ve los relatos de masacres y crímenes como algo lejano a su contexto. En ese aspecto, además de un personaje, Berenice se vuelve un puente que une los diferentes lugares en los que transcurre la historia y desde el cual se pueden ver diferentes perspectivas del panorama general de desgracias. Hacia el final de la novela, la narradora “[p]resentía que en cuanto regresara a la ciudad, no habría noticias, seguiría la incertidumbre, el temor, la desesperación”, ya que los crímenes ahora la afectan directamente. Pese a que la inseguridad no es exclusiva del pueblo, la ciudad es un lugar en el que no se sentirá tan sola como en El Lobo.

Dicho lugar recibe su nombre por los animales que lo habitaban, y aunque dicen los pobladores que ya se extinguieron, a veces se escuchan aullidos, o eso nos hace creer Berenice. Pero más allá de la razón del nombre y la existencia o no de los animales, el nombre sirve para enfatizar el contraste con la ciudad y a la vez hacer de la inseguridad algo más vasto. El lobo es un animal antiguo y salvaje, características que comparte con el pueblo y que lo hace oponerse a la ciudad, pues ésta es supuestamente sinónimo de modernidad y civilización. Con estos extremos que se juntan en la historia, se entiende que la violencia existe en donde sea, sin importar que tan distinto pueda ser un sitio. La fuerza unificadora entre ambos es negativa, pero este hecho intensifica las emociones en la narradora y en el lector.

El terreno que gana gradualmente la inseguridad es literal en cuanto al espacio en los lugares y el espacio narrativo frente a la historia principal, lo que se puede ver como un reflejo de nuestra realidad en la que actividades cotidianas se ven desplazadas por el miedo a ser víctimas de cualquier forma de violencia. Tal parece que no queda rincón alguno para esconderse ni camino que permita escapar sin que los lobos acechen. Desde su realidad, que se siente sumamente cercana a la nuestra, Berenice sabe que hay situaciones peores, y puede ser por esto que su historia y su perspectiva en Lobo se esfuerzan por mostrar una imagen amplia y que captura el miedo no ante un hecho específico, sino ante la amenaza que todos vivimos día a día.

Bibiana Camacho, Lobo, Almadía, 2017. 

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Mariana Morales estudia letras inglesas en la UNAM y es editora en línea de Cuadrivio.

Twitter: @marianaden_

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