Por Alejandra Eme Vázquez

Habría que salir a la calle uno de estos días y jugar a adivinar cuántos de los ojos con que nos cruzamos tienen la gracia de enfocar con agudeza y cuántos nos ven como un bulto más en un mundo de bultos, una mancha entre manchas, un borramiento. Podríamos ir buscando un gesto que nos revele que aquél se olvidó los lentes o que aquélla necesita fruncir el ceño para alcanzar a notar que esa mancha es una rata y no un estropajo, en este mundo en el que uno puede ser miope por naturaleza, por elección o porque simplemente no alcanzamos a percibirlo todo y, a veces, mirar distinto es la única manera que tenemos de aproximarnos a los difusos contornos de la realidad, como le pasa al protagonista de Maroma y la mariposa roja.

La autora

Si somos de esos lectores, a veces insufribles, que andan por ahí pidiendo las credenciales de los autores que leen, en Maroma y la mariposa roja vamos a encontrar justo lo que nos recetó el doctor. Ana María Machado es una escritora, periodista y artista visual brasileña a quien sobran reconocimientos; para acabar pronto, en el 2000 fue acreedora al Hans Christian Andersen, máxima presea de la Literatura Infantil y Juvenil que otorga desde 1956 la International Board on Books for Young People (IBBY) y que también han ganado personalidades como Gianni Rodari, Tove Jansson, David Almond y María Teresa Andruetto.

Y aun si no somos de esos lectores, sabremos apreciar esta calidad de escritura que nota a simple vista hasta el más miope. El texto de Maroma… está construido y desarrollado de tal manera que verdaderamente acompañamos la aventura que comienza cuando una pequeña niña llamada Luisa adopta a Maroma, un gatito atigrado que contraviene la ley de que los felinos vienen todos equipados con vista de lince. Al dotar a su protagonista de esta excepcionalidad, Machado permite que la historia encuentre su propio camino y, cuando llega el momento, la resuelve con esa magia que sólo tienen los autores plenos de recursos.

Entonces terminamos de leer y nos damos cuenta de que, aunque sólo pasaron unas cuantas páginas, estamos condenados a releerlas una y otra vez porque no supimos ni cómo, pero ya queremos mucho a los personajes. Porque precisamente eso es lo que hacen los grandes escritores con sus grandes historias: lograr que nos importe.

La ilustradora

Por si esto fuera poco, la versión al español de Maroma y la mariposa roja (cuidadosamente traducida por Darío Zárate Figueroa) está ilustrada por la mexicana Flavia Zorrilla Drago, quien actualmente está haciendo un máster de especialización en libros ilustrados para niños, en Cambridge. Aunque es jovencísima, es ya un referente obligado en la LIJ mexicana y sus ilustraciones no sólo son siempre maravillosas y sorprendentes, sino reconocibles porque, si bien su estilo se adapta al proyecto en turno, también es cierto que, en sus palabras, cada vez va volviéndose más sintético:

“Mis ilustraciones emplean mucho las figuras planas y texturas, pero también se caracterizan por un uso completamente arbitrario de la proporción y la perspectiva: cuerpos grandotes con cabezas chiquitas y ojos chuecos. Me divierte jugar con las formas de los personajes. Normalmente dibujo cosas que me gustan o me llaman la atención y en general me gusta inventar personajes extraños o seres imaginarios”.

(Aquí es donde hacemos una pausa y corremos a seguir a Flavia en sus cuentas de Instagram y Tumblr.)

Las ilustraciones de Maroma y la mariposa roja dimensionan y profundizan la historia de una manera increíble. La maravilla de estar en manos de una ilustradora como Flavia Zorrilla es que las lecturas se multiplican y podemos jugar a detenernos en los backgrounds, pero también en el diseño de los personajes, en las perspectivas que generan tensión dramática y en cada detalle, porque ésa es la diferencia entre un libro “con dibujitos” y un libro ilustrado. En Maroma…, las imágenes hacen uso de una multiplicidad de referentes que permiten que de pronto descubramos, por ejemplo, una interpretación del caracol-conejo, personaje medieval que aparece reapropiado en esta historia que juega tanto y tan bien con todo aquello que vemos, que no vemos y que creemos ver.

Dice Flavia: “Para este libro la idea es que como el gato no ve bien las cosas, se imagina todo lo que ve, como cuando ves una mancha muy oscura en la pared y piensas que es un monstruo pero en realidad es un saco colgado en la pared o algo así, y que conforme avanzara la historia viéramos más y más el mundo a través de los ojos de Maroma. Decidimos dejar un poco de ambigüedad para que el público decidiera si lo que veía (conejo-caracoles, bichos, comida con pies, etc.) era real o si pertenecía a un mundo mágico. Fue muy divertido imaginar las cosas que Maroma no veía con claridad”. Y de verdad que es una delicia imaginar junto con ella. Cualquier lector se queda con la idea de que no había otro Maroma ni otra mariposa roja posibles.

¡A leer!

Maroma y la mariposa roja es una muestra preciosa de la infinidad de posibilidades que hay en un libro, así, sin la etiqueta de si es o no para niños y jóvenes. El disfrute de estas páginas se ofrece en múltiples formas y cada lector puede elegir en qué detenerse, qué releer, qué buscar, con qué quedarse. Y si bien la historia de Luisa y Maroma escapa a toda intención de aleccionamiento y moraleja, también es cierto que, incluso sin querer, nos deja pensando en amistad, confianza, respeto e inclusión, pero de una forma realmente significativa por la conexión que se logra con los personajes y sus peripecias gracias al entrañable texto de Ana María Machado y a las maravillosas ilustraciones de Flavia Zorrilla.

En resumen, Maroma y la mariposa roja es una experiencia narrativa y visual perfecta para todos los que andamos por la vida persiguiendo fervorosamente manchas que lo mismo son mariposas que caracoles-conejo, amores, certezas, razones para vivir.

Maroma y la mariposa roja, texto de Ana María Machado (traducción del portugués de Darío Zárate Figueroa), ilustraciones de Flavia Zorrilla Drago, Castillo, México, 2016.

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Alejandra Eme Vázquez es profesora y ensayista. Estudió en la UNAM la maestría en Letras Latinoamericanas.

 Twitter: @alejandraemeuve

Ilustraciones: Cortesía de Flavia Zorrilla.

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