Por Olympia Ramírez Olivárez

Un tema que abunda dentro de las diferentes expresiones artísticas en la actualidad es la falta de privacidad. La masiva manipulación mediática y la interacción producto de los nuevos medios de comunicación hacen de la intimidad un asunto público: la exponen al juicio de los demás. Ray Loriga, en su novela Rendición (Penguin Random House), recurre a esta temática para exprimir las consecuencias de dicho estilo de vida, el cual gobierna a todas las personas hoy en día, desde una perspectiva ontológica que explora lo que sucede con el ser al exponerse al cambio.

Después de una guerra de más de diez años, los habitantes de la comarca aún desconocen la situación en la que se encuentran. No se sabe si han triunfado o perdido, cuáles son los nuevos límites territoriales, qué gobierno ha tomado el mando, qué soldados siguen vivos y cuándo volverán. Nadie sabe nada, sólo se espera la llegada de alguna noticia que pueda romper con dicha cotidianidad. En medio de la incertidumbre rutinaria, los pobladores son obligados a desplazarse a una nueva ciudad: una transparente, donde los secretos no existen y la luz reina a todas horas. Con la aparición de un niño aparentemente mudo, el narrador comienza el recuento del éxodo que él, junto a su esposa y su nuevo hijo, emprende en busca de dicho lugar.

Rendición retrata el abrupto cambio que sufre la voz narrativa al cambiar la vida imperfecta y angustiosa, por una donde la felicidad se corona como el estado de ánimo habitual; lo que en tiempos de guerra parecía un lujo, en la ciudad transparente forma parte de la vida cotidiana. “Algo tenían esta ciudad y cada uno de sus asuntos que hacía que uno fuese incapaz de quejarse de nada, no porque no te dejaran hablar, que te dejaban, sino porque no conseguías encontrar queja alguna de lo bien que funcionaba todo, y en el fondo del alma no tenías más que una sensación de contento que no te abandonaba nunca […]”. Conforme el narrador prolonga su estancia en esta urbe utópica, comienza a crecer, casi sin darse cuenta, la sospecha acerca del permanente e inevitable júbilo que produce su nuevo hogar.

La novela de Ray Loriga explora una de las sensaciones más humanas, y olvidadas, que poseemos: ser algo que no somos. Ante el evidente y abrupto cambio de vida al que los habitantes de la ciudad transparente se someten, la pérdida de sus personalidades anteriores pareciera no importarle a nadie más que al narrador. Comienza entonces una serie de reflexiones ontológicas acerca de lo que es ser en un mundo sin privacidad alguna. “Es curioso comprobar cómo se echan de menos las sensaciones que no son buenas, pero  las que uno se ha acostumbrado, […] me iba yo pareciendo a mí mismo otra persona, alguien en quien no podía confiar del todo”.

Las condiciones en la ciudad transparente son equivalentes a las actuales aunque por razones distintas. El tema de vivir ante la mirada ajena no es nuevo en la literatura contemporánea; sin embargo, el autor logra, indirectamente, abarcar esta problemática a partir de la inquietud ontológica. La lucha del personaje por encontrar quién es ahora convierte a la obra no sólo en una historia orwelliana que relata un intento de escape de la manipulación de masas, sino también en un texto que muestra las consecuencias de llevar una vida enteramente pública en una sociedad aparentemente perfecta.

La resistencia a ser objeto público parece ser la única solución posible para el narrador. Conforme la historia se desarrolla, la duda, al igual que el sentimiento de rebeldía, se intensifica. Someterse a tal sistema no es una opción para este personaje, y poco a poco comenzará a crecer en él algo que hasta entonces desconocía.

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