Por Roco Casillas

Cuando pensamos en cómics del ayer es natural que lo primero que nos venga a la cabeza sean historias de superhéroes y más o menos imaginemos los años 50 (la llamada Edad de Oro de los Cómics). Sin embargo, cuando Superman apareció en escena (1938) esta forma de contar historias ya llevaba más de tres décadas perfeccionándose. De acuerdo con los académicos del cómic [ai goei], el primer ejemplar de narrativa gráfica que podemos llamar de esta manera es el Yellow Kid de Richard Outcalt que apareció por primera vez en 1895. Diez años después, cuando este medio todavía tenía olor a carro nuevo, fue publicada una de las historias más alucinantes del mundo: Little Nemo in Slumberland (algo así como El pequeño Nemo en el País de los Sueños), obra de Don Winsor McCay, quien no sólo dejó su huella en el mundo de los cómics, sino, además, en el de los dibujos animados.

En Little Nemo, McCay utiliza los sueños como excusa para construir paisajes y situaciones que no pueden sino dejarnos asombrados por su belleza y, a veces, por su capacidad de mal viajarnos. 

Y creían que a ustedes les daba cama loca.

La historia es simple: Un niño llamado Nemo está en la cama, de la nada su entorno se transforma y comienza una breve aventura de apenas unos páneles, cuando en su clímax cae del lecho y descubre, a veces aliviado, a veces frustrado, que todo fue un sueño. McCay continuó con esta fórmula, con ligeras modificaciones de vez en cuando, a lo largo de los más de 20 años que Little Nemo fue publicado en periódicos neoyorkinos.

Podríamos pensar que el Sr. McCay nomás estaba sacando la chamba al repetir durante todo este tiempo la misma forma de escribir para Little Nemo, pero al leer esta historia nos daremos cuenta de nuestro error. Una noche Nemo vuela sobre su cama hacia la luna,  otra se pierde en uno de los salones del palacio de Morfeo, que está todo de cabeza, más adelante es invitado a montar un elefante dantesco, y en Día de Acción de Gracias es atacado por un pavo gigante. Como se puede ver en los ejemplos y sus hipervínculos, existe un encanto en los límites que pueden establecer las fórmulas. Un ejemplo cercano de esto es el Couch Gag de Los Simpsons, que es lo único que la serie ha podido mantener en un altísimo nivel después de todos estos años.

Esta variación sobre un tema o una fórmula es común en los primeros cómics de McCay. Antes de Little Nemo, McCay había hecho una tira llamada Little Sammy Sneeze, que mostraba al buen Sammy intentando no estornudar a lo largo de varios páneles para finalmente fallar miserablemente, dejando destrucción y horror a su paso. Poco después haría una tira llamada Dream of the Rarebit Fiend, que es algo así como el grotesco hermano mayor de Little Nemo, pues trata de las pesadillas que tiene la gente cuando se atasca de comida antes de ir a dormir.

Aquí un ejemplo de The Rarebit Fiend donde un hombre padece una suerte de parálisis del sueño y diversos animalejos empiezan a habitar los orificios de su cráneo hasta que se asfixia. David Lynch es una aficionado en comparación con esto. 

A pesar de que Little Nemo apareció 20 años antes del surrealismo, y de que es muy arriesgado asegurar que artistas como Magritte o Dalí lo hayan leído, no podemos evitar encontrar semejanzas entre los páneles de McCay y la estética surrealista:

Estas comparaciones fueron mostradas originalmente por Alexander Braun en Winsor McCay: A Life of Imaginary Genius, el texto crítico que acompaña a la edición de The Complete Little Nemo de Taschen

Probablemente las coincidencias entre artistas tan variados surjan de que todos estos visionarios se basaron en los sueños para sus obras, y estos son parte de una suerte de dominio popular psicológico. Después de todo, ¿cuántos no hemos soñado con el oleaje del mar ahogándonos, o con volar?

El otro sueño de Winsor McCay

No contento con capturar el mundo onírico en páneles, McCay se volvió también uno de los padres de los dibujos animados. Y NO SÓLO ESO, sino que luego luego le entró al quite y buscó romper la división entre pantalla y realidad. Esto lo hizo con un show en el cual interactuaba con su animación más famosa, Gertie, el Dinosaurio, en una suerte de show circense que pueden ver representado a continuación en los premios Annie del 2014, que son como los premios Oscar pero de animación:

Tal fue el éxito de este show, que incluso 80 años después se le rendiría tributo en la que es, indiscutiblemente, la mejor película de dinosaurios de la historia: Jurassic Park.

A la par de Gertie, McCay haría exploraciones animadas del mundo de Little Nemo, y terroríficos cortos de The Rarebit Fiend.

El legado de Little Nemo

Con el paso de los años, las historias de Little Nemo dejaron huella en otros artistas de cómics, y estos han rendido homenaje al mundo de McCay. Entre estos homenajes destacan:

Hergé, creador de Tintin.

Guido Crepax, creador de Valentina (NSFW)

Neil Gaiman, creador de The Sandman

Aunque la obra de McCay ha caído por temporadas en el olvido, recientemente ha tenido un revival que en parte tuvo como efecto la publicación, por primera vez en la historia, de todo Little Nemo en su formato original (tamaño página del Reforma). Afortunadamente, en pleno siglo XXI, el internet nos permite echarle un ojo a estas historias, sin la necesidad de vender un riñón a cambio de este tomo, y existe una colección digital disponible para todo el personal aquí:  www.comicstriplibrary.org

Por último, antes de irme a dormir e intentar tener un sueño que al menos le llegue a los tobillos al alucinante mundo de Winsor McCay (el último que recuerdo fue sobre cómo los Red Hot Chili Peppers me ayudaban a destruir la Estrella de la Muerte, [creo que me voy acercando]), quisiera dejarles la increíble manera en que conocí al pequeño Nemo: un Doodle de Google, que sopitas.com, su página de confianza, ha reconocido como uno de los 15 Doodles más bellos de la historia.

Pique aquí para verlo. Buenas noches y dulces sueños.

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Roco Casillas estudió literatura inglesa en la UNAM. Es músico y estudia una maestría en gestión cultural.

Twitter: @rocorcholata

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