Se trata del sitio arqueológico Mayonikha, un santuario ubicado en San Bartolo Tutotepec, Hidalgo, que fue destruido hace varios meses -sin saber fecha exacta- en el que indígenas de la Sierra Madre Oriental asistían para venerar a deidades como la tierra, el agua y el fuego con abundantes ofrendas que también fueron destruidas. Es importante señalar que la asistencia de peregrinos a este lugar es tan antiguo que se calcula que tiene entre 7 mil y 9 mil años de existencia.

Los otomíes de Hidalgo, de la Sierra Norte de Puebla y del sur de la huasteca veracruzana explicaron que los causantes de la destrucción fueron testigos de Jehová, quienes reconocieron su responsabilidad y justificándose que lo hicieron debido a que los rituales indígenas no son cristianos, que se relacionaban con el diablo y que ellos actuaban de acuerdo a los principios de Dios.

Los indígenas hablaron con los testigos de Jehová y remarcaron que su intención no es hablar de un Dios ni de creencias, sino que simplemente quieren saber si seguirán destruyendo su recinto ya que de ser así tendrán que actuar de forma legal. De momento el sitio arqueológico se encuentra en resguardo por la misma comunicada indígena y sólo se permite el acceso a fieles.

“Mayonikha es considerada como el equivalente a La Meca para los musulmanes, o el Vaticano para los católicos. Es el lugar más importante. El término Mayonikha en español quiere decir iglesia vieja”, mencionó la antropóloga Lourdez Báez.

Los fieles explicaron que con esta llamada de atención no buscan que instituciones como el INAH tome el control para su resguardo ya que es un templo activo, por lo que no quieren que se les prive o tengan que pedir autorización para llevar a cabo sus costumbres milenarias. Su único fin es remarcar que este es un acto de discriminación, así como una violación a sus creencias.

“El área circundante es en sí misma un gran templo (nikhä) natural de oración que no tiene límites precisos. Por eso no debe imponer un cerco para su protección, declararlo zona arqeuológica en resguardo del INAH o convertirlo en parque cultural-ecológico bajo el manejo de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, como hicieron con el Centro Ceremonial Otomí de Temoaya, Estado de México, y que los otomíes tengan que pedir permiso para sus ceremonias”, señaló la comunidad.

 

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