Por José Ignacio Lanzagorta García

Alguien pensó que, ante saqueos y el malestar de tantos, lo que necesitábamos era ver al titular de la CTM luciendo su reloj de 400 mil pesos. Al titular de la Secretaría del Trabajo dar un discurso digno de 1970 en el que –en otro evento más sin una mujer en el presídium– poco le faltó para aplaudir la virilidad del impopular Presidente. Lo dijeron todos, incluso el propio líder sindical así lo recordó en el evento: la firma del “Acuerdo por el Fortalecimiento Económico y Protección de la Economía Familiar” de Peña Nieto nos trasladó inmediatamente a los pactos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

¿Eso era lo que quería Peña que pensáramos? ¿Que su gasolinazo es sólo equiparable al conjunto más desastroso de crisis económicas que hemos vivido? ¿Qué clase de sensibilidad hay que tener para que, en el probablemente peor momento de tu administración, des la idea de que esto es todavía peor? Los optimistas pensarán que hay estrategia. Que, si al final no es tan mala la cosa, él quedará como un héroe. O por ahí leí a quien decía que, tras la debacle, el peñismo ahora negocia con su propio partido la posibilidad de no desbarrancarlo.

¿La verdad? Creo que le conceden una astucia que nunca ha mostrado. La Coparmex y otros articulistas ya hicieron la crítica que corresponde al Acuerdo: tarde y mal. Que el contenido del acuerdo es más bien escueto, improvisado, sin contenidos concretos, ni herramientas de implementación, seguimiento y evaluación. La torpeza del gobierno ya regaló al sector patronal la oportunidad de emitir su documento de exigencias a la administración.

Y ahora díganme, ¿qué hubieran hecho ustedes? La respuesta inmediata ante esta invitación es: ¿desde cuándo? En este caso, después de ver la reacción al terrible mensaje de año nuevo del Presidente donde le echó gasolina –exacto, gasolina- al incendio, tal vez hubiera tenido más valor y mucha más resonancia sólo anunciar el recorte del 10 por ciento de los sueldos de los altos funcionarios. En ese mismo mensaje, señalar que pronto vendrían otras medidas concretas y que se abrirían mesas de diálogo con sectores empresariales, laborales y sociales para definirlas. Lo mismo, pero sin remitirnos al viejo PRI y a la crisis del estado mexicano. Lo mismo, pero sentando bases de participación, no la de imponer un acuerdo que ni siquiera tiene contenido. Liberar la presión. Reconocer que además de los problemas económicos, el gobierno tiene una crisis política encima que arrastra todos los errores de su sexenio.

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Por eso mismo, más allá de revisar el contenido de este Acuerdo, creo que vale la pena preguntarse sobre la forma en la que esta administración ha lidiado con las crisis políticas y qué nos podría esperar ante el par de años que quedan. Lo que hemos visto es que, antes que resolver, este gobierno acumula o llega muy tarde.

La creatividad del Presidente para impulsar su agenda se agotó con el “Pacto por México”. Con ese consiguió que la oposición no adoptara el mismo papel de bloqueo que tuvo el PRI a lo largo de los 12 años panistas. Fuera de eso y desde entonces, todo se ha reducido a improvisación, escenografía o de plano a la claudicación. Ningún evento, ningún discurso, ninguna acción gubernamental parece realmente interpelar a los ciudadanos. Si fue una simple estrategia de comunicación e imagen la que le entregó la Presidencia, hoy es uno de sus principales problemas.

Como se ha dicho, hay algo encomiable en asumir el enorme costo político de terminar con la “economía del petróleo”. El Presidente nos pide este aplauso cada vez que habla. Pero cualquier reconocimiento, como los que nos pide Navarrete Prida que hagamos, se asfixia ante la forma en la que fue llevado a cabo, tanto en una ausencia de estrategias económicas de implementación a corto y mediano plazo, como en la comunicación de la medida. Eso fue el tema de la semana pasada. El tema de ésta es que sigue sin encontrar ni por dónde.

Cuarto informe de gobierno vergonzoso 

Con motivo de su cuarto informe de gobierno, Peña Nieto montó un penoso espectáculo. No teníamos ni dos días de haber visto a Donald Trump pisar Los Pinos y la Presidencia anunció un “inédito” diálogo con jóvenes. Tuvimos lo que esperábamos. Fue un evento acartonado, una simulación, salvo por un joven que nos sorprendió al pedirle que no diera respuestas coreografiadas. Esta semana, sin encontrar la forma de apaciguar el encono por el gasolinazo, el Presidente nos dio otra coreografía, otra simulación. Esta vez le tocó a la Coparmex el papel del joven que lo señaló. Nos espera uno de los años más complicados en la historia reciente del país. Vamos a necesitar más empatía, más creatividad, más astucia, más sustancia y, sobre todo, menos coreografías.

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José Ignacio Lanzagorta es politólogo y antropólogo social.

Twitter: @jicito

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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