Abu Sayed, cabeza del Estado Islámico en Afganistán, fue asesinado durante un bombardeo en la provincia de Kunar el pasado 11 de julio. De acuerdo con el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, el jefe terrorista que sólo llevaba tres meses en el puesto es el tercer líder de ISIS en Afganistán que es asesinado desde julio de 2016. Abdul Hasib, predecesor de Sayed, fue asesinado a finales de abril en la provincia de Nangarhar. Hafiz Saeed Khan, quien fungió como líder del Estado Islámico en ese país antes de Hasib, murió en un ataque perpetrado por fuerzas estadounidenses en 2016. Dana White, portavoz del Pentágono, ha destacado que este último ataque acabó con otros miembros de la agrupación y que “reducirá significativamente los planes del grupo terrorista de expandir su presencia en Afganistán“.

A partir de marzo, los estadounidenses intensificaron su ofensiva en terreno afgano. En abril lanzaron la bomba —no nuclear— más poderosa con la que contaban en su arsenal, en una región al este de Afganistán, cerca de la frontera con Pakistán, poblada por militantes del Estado Islámico. El Mando Central de Estados Unidos explicó entonces que el ataque al distrito de Archin, en la provincia de Nangarhar, formó parte de los esfuerzos para derrotar al Estado Islámico en Afganistán. La operación fue diseñada, de acuerdo con el comando unificado de seguridad, para minimizar los riesgos para las tropas estadounidenses y sus aliados afganos, y a la vez potenciar el daño y la destrucción contra los integrantes de ISIS y sus instalaciones.

Las Fuerzas estadounidenses continuarán las operaciones de ofensiva hasta que ISIS sea destruido en Afganistán”, sentenció en abril el Mando Central.

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