Por Esteban Illades

La semana anterior hablábamos aquí en Con peras y manzanas sobre los spots iniciales de los candidatos; es decir, los mensajes con los que se querían presentar frente a los electores rumbo al 1 de julio. Andrés Manuel López Obrador ya se daba por triunfador y pedía el voto para sus aspirantes a diputados y senadores, Ricardo Anaya nos estaba presentando el nuevo iPhone y José Antonio Meade presumía que todos sabíamos quién estaba en la cárcel gracias a él (al día de hoy, la duda sigue). De Margarita Zavala no hablamos porque todavía no quedaba claro si estaría en la boleta o no, pero el jueves pasado se confirmó que será la primera candidata independiente a la presidencia del país.

Esos mensajes circularán millones de veces por radio y televisión, al grado de que seguro por pura inercia acabaremos aprendiéndonos las frases de cada uno, queramos o no. Con ellos nos podemos dar una idea de qué es lo importante para los cuatro, o con qué quieren que nos quedemos.

Pero también está el día a día: una cosa es lo resumido a nivel comercial, y otra el discurso que repetirán durante las próximas 12 semanas. Ahí veremos –o eso esperamos– más matices, más propuestas y mayor profundidad (o tal vez no). Pero veremos la cara de los candidatos y quizás muestras de qué buscan representar y a quién quieren gobernar.

Por eso vale la pena hablar, esta semana, de sus primeros actos de campaña. De cómo se quieren definir y cuáles son las propuestas que les parecen tan importantes como para usarlas de bandera. (Los candidatos van en orden inverso de las encuestas, de menor a mayor.)

 

Margarita Zavala

Zavala, cuestionada en el proceso de recolección de firmas –a pesar de tener un número muy pequeño de credenciales simuladas, intentó meter más de 200,000 fotocopias como identificaciones válidas–, dio inicio a su campaña en el Ángel de la Independencia. El Ángel, lugar a donde se va a celebrar las escasas victorias de la Selección, o el Óscar de Del Toro –ustedes saben quiénes son–, en general se asocia con triunfo, y ésa es la imagen que Zavala quiso proyectar.

El problema:

Hasta una fiesta de Quinceañera con limusina de Hummer junta más chambelanes en las escaleras del monumento. Un inicio muy desangelado para alguien que debe remontar por lo menos 20 puntos en 86 días para estar en la contienda.

Por otra parte, el discurso tampoco fue memorable. Faltaron propuestas, faltó un mensaje contundente. “Vamos a derrotar a los partidos políticos”, dijo. ¿Cómo? ¿Con qué acciones concretas? Vaya uno a saber.

José Antonio Meade

El candidato ciudadano del PRI –por raro que suene– empezó en Mérida, quizás el lugar donde menos pasan cosas en el país. (Lo cual no es crítica a la ciudad, pero sí al candidato; a la gente de Mérida no hay que decirle que las cosas van a mejorar porque… pues a ellos les va bien. Hay que hablarle al resto del país.)

El problema:

El mismo que con el spot que lanzó la semana pasada. “Los mexicanos estamos hartos de la corrupción. Seré implacable para combatirla”, dijo. Esto genera una pregunta inmediata: ¿por qué no lo ha hecho en los más de 20 años que lleva en el servicio público? Mientras no tenga una buena respuesta, el candidato del PRI no podrá avanzar a la siguiente casilla.

A eso hay que agregarle otra cosa: los siete puntos que servirán como eje de sus propuestas.

Vean, por ejemplo, el cinco y el siete. Para cumplir con el cinco –que, de hecho, es posible–, tendría que haber un giro importante en la política económica nacional, cosa que sería difícil con Meade, que se presenta como un candidato de continuidad. Con la trayectoria y estrategia económica actual del gobierno, esa meta es inalcanzable.

El siete, por su parte, nos recuerda a su famosa ocurrencia del Registro Nacional de Necesidades de Cada Persona. ¿De dónde saldría el dinero para cubrirlo? No ha dicho.

Pero como dicen, prometer no empobrece. Meade, en ese sentido, es el candidato más populista de los cuatro: es el que más promesas hace con menos respaldo práctico para sostenerlas.

 

Ricardo Anaya

El candidato que podría pelearle, en teoría, el primer lugar a López Obrador empezó su campaña en… Santa Fe. La zona de rascacielos de la Ciudad de México, odiada por casi todos los chilangos, ahí es donde Anaya dijo “vamos a comenzar”.

No es del todo una mala idea invitar a jóvenes para hablar de los problemas del país, pero hacerlo en un hackatón –que, dicho sea de paso, ni siquiera queda muy claro qué es– es un gran problema:

Refuerza la imagen de elitismo que tanto se tiene que quitar de encima Anaya si quiere competir. El escándalo que más lo persiguió durante la precampaña fue que tenía a su familia en Atlanta mientras en México hay millones de pobres. Durante la intercampaña fue la venta de una nave industrial que le generó ganancias por más de 50 millones de pesos, y que sigue bajo investigación de la Procuraduría General de la República.

Como candidato, si ves que ambos escándalos están ahí, tratas de alejarte de ellos. No haces lo que Homero Simpson, y tratas de sacar las piernas del lodo con los brazos y los brazos con la cara.

El hackatón le recuerda a los electores lo alejado que está del país Anaya. Como bien dice el economista Diego Castañeda, que también escribe en Sopitas:

La tecnología puede ayudar a resolver las cosas hasta cierto punto. Pero en este país hay que pensar primero en otras más básicas. Y eso le puede costar caro a Anaya. Por lo menos más que mantener a su familia en Atlanta. Mientras no vea que México es un país que tiene que dar varios pasos antes de pensar en la tecnología como solución, tampoco habrá mucho avance en las encuestas.

 

Andrés Manuel López Obrador

AMLO, en su tercera campaña, optó por un lugar de inicio distinto al de las dos previas. En 2006 empezó en el que entonces era el municipio más pobre del país, Metlatónoc, Guerrero, y en 2012 lo hizo en Tabasco, su estado natal. Ahora eligió Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos. Como lugar es el más interesante de los cuatro: Ciudad Juárez fue azotada por la Guerra contra el narcotráfico, para después recuperarse y ahora retroceder un poco. López Obrador fue el único que se atrevió a comenzar en un lugar menos controlado que los demás.

El problema, porque siempre lo hay, es que AMLO se volvió a poner el pie él solo. Después de crear la controversia sobre la construcción del aeropuerto, y espantar a empresarios con su posible cancelación, se frenó y dijo que haría un foro con ellos para analizar la viabilidad del proyecto, si iba o no. Sorprendentemente, los empresarios, que nunca han estado con él, aceptaron reunirse y discutir.

No pasó ni una semana, y la promesa quedó en el olvido. López Obrador regresó a la cantaleta anterior: nada de aeropuerto nuevo, cancelación inmediata tras su llegada a la presidencia.

Dentro de sus metidas de pata no ha sido la más grave, pero una vez más resulta innecesaria. Justo cuando parecía tener en la mesa de negociación a un sector de la población que no votará por él, pero con el que tendrá que lidiar si quiere hacer cosas, otra vez los desdeña y vuelve a dar la imagen de alguien que no quiere ni escuchar puntos de vista distintos al suyo.

¿Qué hacemos?

Seguir el consejo del profesor Cocoon:

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Esteban Illades

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