Por Esteban Illades

La semana pasada, Animal Político publicó una investigación de ésas que hay que leer más de una vez para realmente digerir lo que dice. Según la nota, disponible aquí, al menos 31 centros de salud en Chiapas están cerrados.

Esto no suena a nada nuevo. En uno de los tres estados más pobres del país –junto con Guerrero y Oaxaca–, que no haya dinero para mantener clínicas y hospitales no es algo en realidad nuevo. A fin de cuentas Chiapas es donde han muerto madres durante el parto porque los doctores les han realizado cirugías sin consentimiento; donde madres han dado a luz en baños y no hospitales porque los doctores no las han querido ingresar; donde la tasa de mortalidad materna es 43% más alta que en el resto de México.

Pero la nota no es ésa (aunque debería serlo, porque este tipo de tragedias nunca deben normalizarse).

La nota es que la tragedia es todavía más grande y el propio gobierno ayuda a hacerla tal. Según el reportaje, esos centros de salud están cerrados pero fueron inaugurados hace no mucho tiempo. Hubo ceremonias, hubo placas, hubo fotografías. Hasta estuvo el secretario de Salud federal, José Narro, en la inauguración del más reciente, que, por cierto, lleva el nombre del padre del gobernador actual, Manuel Velasco.

Los centros se inauguraron con el propósito de ser promocionados, de ser los lugares donde el gobernador se toma la foto, presume un logro, y promociona su imagen. Sin embargo, no sirven para nada. Mientras tanto, la estructura, el equipo, los doctores contratados, todo ese dinero gastado, desaparece.

En el caso del hospital de Yajalón –el que fue inaugurado por el secretario Narro, y que se presumió en medios como “el primer hospital general” de la región, que daría servicio a más de 300,000 personas–, el gobierno invirtió 530 millones de pesos. El 11 de mayo se cortó el listón y todavía no abre. Según Animal, el equipo se lo llevaron a otro lado. Tal cual. El gobierno local promete que algún día funcionará, sin dar fecha.

Vale la pena resaltarlo: el gobierno de Chiapas inaugura hospitales que no sirven más que para presumirse en una foto y después olvidarse.

Pero Chiapas no es el único caso de estados donde se gobierna para la foto, sin duda. Basta con dar una pequeña vuelta por Google para ver las grandes producciones que realizan los gobernantes.

Eruviel Ávila, actual gobernador del Estado de México, ha hecho varias de éstas. La más reciente, por ejemplo, fue cuando inauguró el así llamado Mexicable, el teleférico del Estado de México.

Al evento de apertura, en octubre del año pasado, fue hasta el presidente, a quien le encanta  celebrar en su estado natal. Pues bien, para que todo se viera más bonito, se colocó pasto artificial debajo de la ruta del teleférico. La vista del señor presidente desde el Mexicable era verde, cuando Ecatepec es todo menos ese color. Tan sólo terminó el recorrido, el personal del gobierno retiró el césped sintético. Las cosas volvieron a su gris de siempre.

Mexicable Estado de México
El pasto artificial maquilla la realidad del mexicable y de Ecatepec en el Estado de México

O también está el caso de barrer para cuando viene visita de fuera. Como cuando Peña Nieto trajo a Barack Obama y a Stephen Harper a una cumbre norteamericana a Toluca en 2014, y el dinero fue a dar a limpiar parques, plazas y jardines. Como dijo en su momento una habitante de Toluca: “Parece visita de suegra a la casa de la nuera, porque sólo se barre por donde pasa”. (No que este último caso esté del todo mal, pero uno se pregunta por qué sólo lo hacen cuando los están viendo.)

Y aunque gobernar para la foto no sea nada nuevo –dice la leyenda que para el mundial de 1986, que incluía como sede Ciudad Nezahualcóyotl, el gobierno federal trató de tapar todas las avenidas para que los visitantes extranjeros no vieran cómo vivía la gente de Neza–, sí ha adquirido una nueva dimensión en estas épocas.

En la política y en las campañas cada vez se habla menos de planes o de objetivos y cada vez se habla más de cifras y de eventos particulares. Por eso cuando uno escucha un informe de gobierno –sea local o federal– cada vez relucen más los números.

En el caso de Manuel Velasco, por ejemplo, bien podría decir en su informe que inauguró 31 centros de salud en Chiapas, un número nunca antes vista en el estado. Pero no mencionará que esos 31 cerraron al poco tiempo o nunca abrieron formalmente.

En el caso de la visita de Obama a Toluca, el gobierno federal podrá haber presumido que rehabilitó calles o plazas públicas, pero no dirá para qué o en cuánto estimó la vida útil del arreglo, que casi con toda seguridad fue único y exclusivo para el evento.

Barack Obama, Enrique Peña Nieto y Stephen Harper durante su visita a Toluca en el 2014
Barack Obama, Enrique Peña Nieto y Stephen Harper durante su visita a Toluca en el 2014

Pero la fotografía ahí está. Igual con el teleférico: uno podrá ver en medios que Ecatepec está más verde que nunca, así sea un verde artificial y dure menos de 24 horas, pero la imagen permanece.

Y así son los políticos: ellos aprovechan la situación. En tiempos recientes, a raíz de las redes sociales y del internet la atención general se ha vuelto más difusa. Uno está expuesto a miles de notas, imágenes y memes a toda hora. Lee un poco de algo, un poco de otro pero retiene casi nada. Y ahí entra la apuesta publicidad política: la idea es que nadie se dé cuenta. Que se pueda inaugurar algo y sólo quede esa imagen grabada en la mente de las personas. Que todos sepamos que Ecatepec ya es verde.

Aunque como todo, es un arma de doble filo. Redes, medios, ahora hay más gente que está dispuesta a vigilar a los gobernantes y ponerlos en ridículo.

Los políticos podrán seguir gobernando para la foto. Y podrán llegar a extremos tan ruines como el del gobernador de Chiapas, que presume un nuevo hospital inservible mientras miles de personas se mueren por falta de atención básica.

Pero los estamos viendo.

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Esteban Illades

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