Por Esteban Illades

Este viernes (viernes santo, por cierto) empiezan oficialmente las campañas de los candidatos a la presidencia del país. Ya terminó el período de precampaña –que en realidad fue una campaña simulada, porque ningún partido tuvo una verdadera elección interna– y el período de intercampaña –en el que no quedaba claro qué se podía hacer y qué no, pero que resultó ser más de lo mismo; es decir, más campaña–. Aunque no parezca distinto, ahora sí inicia el trecho final.

¿Qué nos espera? Seguramente más mugre, más anuncios y menos emoción ante la idea de que cualquiera de los tres candidatos –o cuatro, de confirmarse este jueves que Margarita Zavala cumplió los requisitos para estar en la boleta– vaya a asumir la presidencia de México en diciembre.

Contrario a lo que uno podría pensar –al menos en el caso de Ricardo Anaya y José Antonio Meade–, los tres candidatos presentan propuestas distintas, al menos respecto a su propaganda. Este fin de semana, por ejemplo, presentaron sus primeros spots ya como candidatos, los cuales nos dan una idea de qué esperar durante los próximos tres meses en términos de mensaje.

Veamos, uno por uno, qué dicen.

José Antonio Meade

 

 

El candidato de la alianza que lidera el Partido Revolucionario Institucional y que incluye al Partido Verde y a Nueva Alianza trae un anuncio dramático. El fondo es negro, está él solo. La música es como del programa de Jorge Garralda, el de A quien corresponda. O de programa de concursos en el que uno puede perder todo el dinero si no se pone trucha, que también sirve para ilustrar lo que le pasaría al PRI en caso de no ganar.

El video tiene cortes muy enfáticos, como de película de acción. El principal mensaje es la lucha contra la corrupción. Afirma Meade que gracias a su trabajo hay mucha gente en la cárcel y que nosotros sabemos quiénes son. Pero ni yo, querido sopilector, que me dedico a esto, tengo idea de a quién se refiere.

También asegura que no vive más allá de sus ingresos –lo cual, hay que decir, parece cierto hasta ahora– y que se puede ser político honesto.

El mensaje es raro: es una mezcla de absolución personal, ya que él no es como el priismo anterior –o así se presenta– y de promesa de un mejor mañana. Pero el tono no encaja: está a dos de decirnos que somos el rival más débil, adiós.

Por eso mismo no conecta y refleja la dificultad principal de su campaña: tiene que diferenciarse del PRI sin dejarlo atrás para no perder a la base. Entonces nos dice que ha sido funcionario pero que ha perseguido a los corruptos. Es más sobre él que sobre los partidos que lo apoyan, pero no se puede liberar. Y el tono ominoso no tiene sentido.

 

Ricardo Anaya

 

 

Ricardo Anaya nos quiere vender un iPhone. El anuncio, muy del estilo de las conferencias que ha dado en los últimos meses, se centra en avances tecnológicos y lo que él piensa que es el futuro. El gran problema es que eso no parece ser lo que los votantes quieren. O por lo menos no su prioridad: nadie quiere treparse al SpaceX ahorita, sino que se combata la corrupción acá en la Tierra.

Por lo demás, el candidato de la alianza del Partido Acción Nacional, Movimiento Ciudadano y Partido de la Revolución Democrática, deja algo en claro: para él el mensaje es que el PRI ya no cuenta en esta campaña. Que la carrera es de dos, entre él y Andrés Manuel López Obrador. A su rival lo pinta como anticuado y a él como alguien del siglo XXII.

La música saca de onda. Al principio es como de película dramática en la que el protagonista tiene que decidir a quién le dona el riñón, para después cambiar al de clímax de una película de ciencia ficción: un jaeger de Pacific Rim va a salir del Popocatépetl para defendernos de cualquier amenaza.

Tampoco logra conectar. Aspirar a vivir en el planeta de los Supersónicos no está en la agenda nacional ahorita. Algunos sólo quieren llegar al planeta en el que se puede vivir con más de un dólar al día.

 

Andrés Manuel López Obrador

 

 

Punto a favor por ser el único de los candidatos que puso su spot en lenguaje de señas para ser incluyente con las personas que cuentan con algún tipo de discapacidad.

Pero, fuera de eso, tampoco es bueno el anuncio: está sentado en la banca de un parque, lo cual inmediatamente hace que pensemos en él como alguien viejo. Terminado el anuncio sacará gorgojo y se lo dará a las palomas que tiene alrededor.

El gran pecado del mensaje es la soberbia. AMLO ya se da por ganador. Aunque la frase de inicio es “estamos arriba en las encuestas”, lo siguiente es lo que genera un gran problema: pide que los ciudadanos también voten por los candidatos de Morena a diputados y senadores para tener mayoría. Entiéndase, ya da por hecho que él tiene la elección en la bolsa pero necesita más para poder lograr lo que busca. Eso lleva a algo que se puede malinterpretar todavía más. Al menos en el caso de quien le tiene miedo o que está pensando en votar por él, es que ahora va por todo. (Para quien cree en él, claro está, no puede haber mejor noticia.)

Pero no es una buena manera de iniciar la campaña. En vez de hablarle a todos los votantes, ya sólo le habla a los convencidos, a los que le van a dar su voto. Y les pide más. Debería hablarle al resto del electorado, por lo menos para dar la impresión de que también le interesa dialogar con ellos.

 

Chale, ¿y entonces qué hacemos?

Lo bueno es que sólo son spots y no necesariamente reflejan lo que pasará en campaña. Y también hay algo de tiempo para que mejoren aunque sea un poco.

Lo malo es que ninguno, al menos de inicio, parece tener claro qué proyectar y con qué fin. Preocupante porque de estos spots hay, en total, 59 millones que nos hemos estado fletando desde las precampañas.

Y preocupante porque, pues… uno de los tres va a gobernar los próximos seis años: el que no se puede quitar la corrupción de encima, el que piensa que con un celular se pueden resolver los problemas del país y el que sentado en la banquita de un parque nos dice que ya ganó.

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Esteban Illades

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