Por Esteban Illades

Esta semana llegamos a la mitad de las campañas presidenciales. Falta mes y medio para que terminen (y uno para el Mundial de Rusia, pero ése es otro tema) y es buen momento para hacer otro corte de caja sobre cómo están parados los candidatos, qué posibilidades tienen y qué pueden hacer para subir puntos.

Vayamos de menos a más conforme las encuestas.

Jaime “El Bronco” Rodríguez

El momento estelar del así llamado Bronco fue el primer debate, cuando habló de cortarle las manos a los ladrones y puso su número de Whatsapp en el podio desde el que le tocó hablar. Desde entonces se ha quedado enfocado en ambas cosas: repite la frase de las manos una y otra vez –hasta hace chistes al respecto– y participa en videos donde contesta su whats (y también habla de las manos).

Más allá de eso, El Bronco no figura. Por suerte, su propuesta de “mochar” manos no tuvo efectos: sigue muy bajo en las encuestas y no saldrá de ahí. Tampoco parece importarle mucho, pues hasta se toma días de descanso durante la campaña.

Casi seguro quedará en quinto lugar, y la gente de Nuevo León tendrá que recibirlo de vuelta, quiera o no.

 

Margarita Zavala

Después del debate, Zavala ha buscado distanciarse del resto de los contendientes al decir cosas que los demás no han querido. Por ejemplo, fue la única en condenar el tuit de Ricardo Alemán que llamaba a que un fanático asesinara a Andrés Manuel López Obrador. (Sí, el tuit sí decía eso. No, no era un retuit.)

Pero Zavala, como dijo desde que inició su campaña, la tiene demasiado cuesta arriba por la inequidad en publicidad para su candidatura. Sus spots casi no se escuchan en radio ni se ven en televisión.

Y, aunque lo hicieran, el mensaje de Zavala no ha sido memorable. Desde un inicio se supo que su campaña era testimonial, y las encuestas lo confirman. No nos ha dejado con nada.

Aunque, para como va José Antonio Meade, no es descabellado pensar que pudiera rebasarlo en encuestas en los últimos días del proceso electoral.

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José Antonio Meade

La campaña del PRI ha sido un desastre desde su inicio. Al día de hoy sigue sin dar un mensaje claro. Meade primero era ciudadano, alejado del PRI. No funcionó. Luego fue alguien que se dedicó a atacar a sus contrarios. Tampoco funcionó. Después fue una campaña de miedo, como en 2006. Menos sirvió. Y ahora, ya que está en modo pánico, se ha vuelto una campaña priista hecha y derecha. Meade aparece con un chaleco o chamarra roja, típica del partido que lo lanzó y abraza a personajes que gozan de una pésima reputación (cof, cof, Carlos Romero Deschamps). La idea de hoy, parece, rescatar lo que se pueda de este Titanic. Por eso René Juárez Cisneros, priista de cepa –de ésos que hablan priñol–, ha llegado al partido. Para evitar que el voto duro, que debería rondar los 18-20 puntos porcentuales, se fugue.

Sólo así podrán evitar que la debacle sea mayor, pero el PRI va camino a la peor derrota de su historia. Peor, incluso, que con Roberto Madrazo en 2006 (ya saben, el que finge correr maratones).

De pronóstico reservado, pero si a Meade bien le va, quedará en tercero. En un descuido terminaría cuarto.

José Antonio Meade
Foto: facebook.com/JoseAMeadeK

 

Ricardo Anaya

Anaya lleva meses diciendo que la elección es “de dos”. No obstante, no actúa como si así fuese. Sus propuestas y dichos siguen sin llegar a buenos oídos. Quien va a votar por él lo hará porque no quiere que López Obrador sea presidente, pero pocos parecen en verdad convencidos de que Anaya sea la solución a los problemas del país.

¿Alguno de ustedes recuerda alguna frase del candidato durante los últimos meses? ¿Podría decir alguna de sus propuestas más allá del ingreso básico universal? El candidato que más batalla le puede dar a López Obrador no logra conectar ni un poco.

Esto se debe a varios factores. El primero es, sin duda, que no se ha podido quitar de encima la sospecha tras la investigación de la Procuraduría General de la República. Aunque no ha sido acusado formalmente, y lo más probable es que no lo sea por lo menos antes de la elección, Anaya no se ha zafado. Esa impresión fue la primera que muchos mexicanos recibieron de él, pues antes de iniciar la campaña tenía un índice muy bajo de reconocimiento. Dos meses más tarde, si uno piensa en Anaya piensa en “nave industrial”.

Otro es que no tiene mensaje claro, al igual que Meade. Un día el presidente Peña Nieto va a ir a dar a la cárcel, al otro podría negociar con él. Las propuestas y propaganda que toma de otros lugares son calcas, al grado de que alguien podría considerarlas plagio.

Y así en todos los temas. Anaya parece no entender que se le acaba el tiempo para decirle a los mexicanos quién es y qué va a hacer.

¿Cómo resolver el problema? Tendrá ayuda cuando se cierre la elección: quien vea y se convenza de que Meade no tiene oportunidad de enfrentar a AMLO, cambiará hacia el así llamado “voto útil”. Pero aun así los números no le darán. Necesita despegarse, cosa que no ha podido hacer: dar frases memorables, aparecer más en medios. Dar la nota, como se dice en periodismo. Porque al día de hoy el ciclo es el mismo: López Obrador dice algo, la prensa lo recoge, los demás candidatos reaccionan y enjuague y repita. Anaya debe ponerse adelante.

¿Cómo? Definiéndose, dejando atrás eso de que “El PRI ya se va”. Porque el PRI se va a ir, pero no por él, a como van las cosas.

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Andrés Manuel López Obrador

AMLO es líder indiscutible en las encuestas, y, a diferencia de hace 12 años, haga lo que haga no cae, o no lo suficiente como para que alguien le dé pelea. Ha cometido muchísimos errores, ha hecho reaparecer al AMLO del pasado –las peroratas de la mafia en el poder, las menciones a Salinas– pero ahora tiene algo a su favor que no tenía antes: a la gente parece no importarle tanto tropiezo. Está tan enojada con el PRI y con la situación actual que AMLO parece un peor es nada. ¿Qué tanto se puede perder si se le elige? Hay personas muy espantadas pero otras dicen pues ya qué. En ese sentido, pelearle algo es muy difícil: por un lado, se está haciendo una narrativa de que su victoria es inevitable, que cada día parece autoconfirmarse más; por otro, tiene un discurso que tomó desde el primer día y no ha soltado: le está hablando a un sector de la población con el que los demás no saben comunicarse. Está yendo a lugares que nadie más visita. En los mítines se toma fotos, deja que la gente se acerque. En un aeropuerto es común verlo sin séquito: quien se quiera tomar una fotografía con él puede.

Las elecciones no son de políticas públicas. Por más que muchos nos rompamos la cabeza intentando entender qué es viable o qué no, qué estrategia debe seguirse, qué funciona y qué no como gobierno, gran parte de la población no piensa así y no tiene por qué. Muchos eligen al candidato por el mensaje, por lo que dice, por cómo se expresa, por cómo se ve. Y AMLO ya lo entendió. Dice lo que los mexicanos quieren oír. Tiene el mensaje correcto en el momento oportuno.

Pronóstico: mientras Anaya no se ponga las pilas, la victoria de López Obrador parece cantada. Ganar ya no depende de él, sino de lo que hagan los demás. Porque AMLO ha demostrado que lo que le molestaba a la gente antes ahora no hace tanto ruido. Porque ésta es una elección de castigo contra el sistema actual. Y ahí, en ese sistema –por lo menos en cómo se ha encuadrado la campaña–, están sus dos principales rivales.

Andrés Manuel López Obrador elecciones 2018
Foto: lopezobrador.org.mx

 

¿Entonces? ¿Cuál es el corte de caja?

Queda mes y medio. Meade está más que fuera. Los independientes también, pero ellos nunca tuvieron oportunidad. La elección queda entre AMLO y Anaya, pero depende de que Anaya decida competir en serio y entienda qué tiene que hacer para que el resultado cambie. Pero en mes y medio eso parece misión imposible.

Si esto fuera Texas Hold ‘Em, el flop y el turn ya salieron y sólo queda el river. Y si no juegan póquer, pongámoslo en buen mexicano: todo apunta a que este arroz ya se coció.

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Esteban Illades

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