Por Esteban Illades

Otra semana de #QuédateEnCasa y otra semana en la que vemos al mundo actuar de manera disfuncional. En Europa comienzan a reabrir los países de forma cautelosa para reiniciar su economía y en Estados Unidos tienen prisa por hacer lo mismo. Pero Estados Unidos no ha pasado por lo peor de la pandemia, aunque así parezca, y corre el riesgo de un contagio aún más grande si regresa la gente a la calle antes de tiempo.

Sin embargo, pequeños grupos de manifestantes comienzan a protestar en diversas ciudades de nuestro vecino del norte porque quieren que se termine la cuarentena. Es algo así como el movimiento antivacunas: mi derecho a contagiarme y contagiar a los demás. Que Estados Unidos es un país de extremos a nadie sorprende –basta con ver quién es su presidente–, pero quien esto escribe, por lo menos, jamás pensó ver protestas –con símbolos nazis, aparte– de personas que quieren salir de la cuarentena porque no creen que el virus sea tan peligroso como dice la ciencia. Tuvieron que salir enfermeros y doctores a una contraprotesta para mostrar lo absurdo de todo.

Foto: Reuters.

En ciertas partes de México los hospitales comienzan a entrar en fase crítica. Lo decíamos respecto a Tijuana la semana pasada: los doctores hablan de zonas de guerra adentro de las clínicas del IMSS. En la Ciudad de México, al momento de escribir esto, se habla de hasta 80% de ocupación en los hospitales. Y, según las estimaciones de la secretaría de Salud, apenas vamos en la cuesta de subida: faltan al menos 15 días para acercarnos al pico de la epidemia.

También vemos un pleito más abierto entre gobernadores y presidente: Jaime Bonilla, quien gobierna Baja California y es del mismo partido que el gobierno federal, ha dicho que la Secretaría de Salud miente, y ha mostrado sus propias cifras para decir que la crisis es mayor que la que se presenta. Pero el gobernador también ha dicho que igual el virus no es tan grave.

En Michoacán el gobernador, Silvano Aureoles, ya dijo que no hará caso a las instrucciones federales y reabrirá la economía del estado cuando lo crea prudente.

Y en Jalisco Enrique Alfaro ha tomado las medidas más duras al respecto: obliga a los ciudadanos a utilizar tapabocas en público y a mantenerse en casa, con la consecuencia de una especie de arresto en caso de no cumplir con las medidas. Al mismo tiempo ha puesto controles –que parecen más bien retenes– de entrada: no queda claro aún, pero suena a que busca cerrar sus fronteras con el resto del país.

Foto: Captura de pantalla

Pero sin duda lo más raro de este fin de semana fue ver a Javier Alatorre, titular del noticiero de Hechos de TV Azteca, pedirle a sus televidentes que no le crean al subsecretario de Salud Hugo López-Gatell. Azteca ya llevaba semanas llevándole la contra a López-Gatell, primero diciendo que el #QuédateEnCasa es una vacilada y luego diciendo que la economía es más importante que la salud. Pues bien, ahora se fue con todo y dijo que sus cifras no son creíbles. El tiro que cantó Alatorre llegó al punto de que la Secretaría de Gobernación, que casi nunca se mete en asuntos de medios, le aventó un apercibimiento a Azteca. Un apercibimiento es el paso previo a una multa. Es un tate quieto.

Sin embargo, también fue curiosa la reacción del presidente: a otros medios los hubiera quemado en la hoguera si hubieran sugerido algo similar –el Reforma, cof, cof–. Pero aquí sólo dijo que su amigo Alatorre se había equivocado y no pasaba a mayores.

Foto: Captura de pantalla

Cabe resaltar que la relación del dueño de Azteca con el gobierno mexicano es estrechísima; su banco es el que distribuye todas las tarjetas donde cae el dinero de becas y pensiones; su aseguradora acaba de ganar un enorme contrato para los edificios de educación pública del país. Quizá por eso sienta que puede decir lo que dice sin mayor problema.

Y por si todo esto fuera poco, ayer los precios del petróleo se volvieron locos. Hace semanas explicamos cuál era el problema que había volteado el mercado petrolero de cabeza: el pleito entre Arabia Saudita y Rusia. Luego con el acuerdo en la reunión de la Opep+ –ése en el que la secretaria de Energía Rocío Nahle dijo que hasta le habían aplaudido, lo cual resultó ser poco menos que cierto– parecía que las cosas regresaban a la normalidad. Pues nanay: ayer Arabia Saudita volvió a inundar el mercado de petróleo y los precios llegaron a niveles negativos.

¿Cómo puede haber precios negativos?

Sencillo: pagas porque se lleven lo que tienes. De lo contrario lo guardas hasta que lo puedas vender en positivo, salvo un pequeño problema. Ya no hay mucho espacio dónde guardar barriles de petróleo porque los depósitos ya están llenos. Ante un mundo que sigue cerrado frente al coronavirus muy pocos están ocupando petróleo para sus necesidades. Y henos aquí, en el mundo de los precios negativos.

Ah, y una última cosa. Bajita la mano, el viernes por la tarde la segunda de las tres calificadoras que, valga la redundancia, califican la deuda de países y empresas, degradó a Pemex una vez más. Con la decisión de Moody’s, sumada a la de Fitch días antes, el estatus de la paraestatal petrolera cayó a grado “junk” o basura. Es decir, sus bonos son una inversión de muy alto riesgo que no vale la pena tomar. Y no sólo eso: obligan a quienes son dueños de los bonos a venderlos, porque son demasiado riesgosos para tenerlos en la cartera. Los únicos que le entran a los bonos basura son los fondos buitre, cuyo nombre deja en claro qué son.

Entonces si sumamos el hecho de que lo peor de la pandemia viene en estas semanas, que Pemex ya no tiene grado de inversión y que el petróleo está en precios negativos, queda claro que el futuro no es muy alentador para el país.

Lo único que resta por decir, por lo pronto, es que te quedes en casa. Es lo mejor que puedes hacer.

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Esteban Illades

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