Estás sentado en el pasto escuchando lo que ella dice. El asunto es casi un hecho. Ella se pone de pie contra el sol. Lo único que debes hacer es levantarte y besarla. Nada puede salir mal. Te pones de pie y… ¡diablos, tu pierna está estúpidamente dormida! Ok, el momento romántico se arruinó y lo único que te preguntas es “¡Oh, Dios, por qué, por qué, por qué!”
Si algún día te hiciste esta pregunta en un tono más literal que retórico, aquí está la respuesta:
El sentimiento de entumecimiento y hormigueo que nuestras extremidades experimentan de vez en vez cuando hemos tomado una posición medio extraña ocurre cuando ejercemos una presión que impide la correcta “comunicación” entre el cerebro y determinada zona del cuerpo. Esta presión afecta las vías nerviosas de la región, entorpeciendo el movimiento adecuado y hasta el reconocimiento de miembro. Este fenómeno ocurre casi siempre en zonas articuladas, como las piernas, brazos, manos, pies y dedos.
Los impulsos nerviosos son los responsables de darnos eso que conocemos como “sensibilidad”. La presión que ejercemos sobre los nervios la alterará. Ahora, ¿qué es esa sensación de hormigueo que acompaña el “despertar” de esta zona? Bueno, resulta que toda esta presión también afecta al flujo sanguíneo, entorpeciéndolo, justo como cuando atas un hilo al rededor de tu dedo tan fuerte que se duerme y cambia momentáneamente de color.
El movimiento de la sangre de regreso a sus conductos, la reintegración de los nutrientes que transporta a las células y el reestablecimiento un tanto caótico de los impulsos nerviosos de la zona son los responsables de ese extraño sentimiento de hormigueo que desaparece poco a poco conforme las cosas vuelven a la normalidad.
Así que ya lo sabes: 1) a veces la casualidad es cruel y 2) si estás por hacer algo importante, procura no ejercer presión sobre tus articulaciones: volverás loco a tu sistema nervioso y el te volverá loco a ti.