Por Democracia Deliberada

En términos generales los impuestos son las contribuciones que los ciudadanos pagamos para que el gobierno pueda funcionar. Con los recursos que se obtienen de los impuestos se financian las actividades más comunes del gobierno, como expedir actas de nacimiento o registrar un matrimonio, construir hospitales, hacer campañas de vacunación y un largo etcétera. Los hay de distintos tipos, pero podríamos, por practicidad, separarlos en dos grandes categorías: directos e indirectos.

Los directos son aquellos que la mayoría de las personas pagamos por recibir un ingreso; es decir, es lo que nos descuentan de la nómina (en la mayoría de los casos) o aquello que pagamos de manera periódica por nuestros honorarios, mientras que los indirectos son aquellos que están ligados a diferentes acciones, generalmente la compra y venta de bienes y servicios. 

 

Si bien esta gran distinción sirve para explicar la naturaleza de los impuestos sobre nuestros salarios (ISR) y cómo se diferencia del impuesto que pagamos (IVA) por comprar algunos productos, hace falta una distinción más importante, ¿quiénes pagan esos impuestos?

Hay impuestos que llamamos progresivos, los cuales sólo pagan -o pagan en un mayor porcentaje- los hogares más adinerados. A manera de ejemplo, pensemos en un impuesto que sólo pague quien compre un tigre para su zoológico privado. Es evidente que la vasta mayoría de la gente jamás pagaremos un solo peso de ese tipo de impuesto y que sólo aquellos que tengan los recursos (y la megalomanía) para tener un zoológico personal se verán afectados por la medida.

 

Un ejemplo concreto, más aterrizado, podría ser un impuesto sobre las herencias multimillonarias que sólo una minúscula proporción de la población hereda. Sobre este impuesto en especial hemos hecho antes una propuesta que puedes leer acá.

Por otra parte están los impuestos regresivos. Estos son aquellos impuestos que pagamos menos –proporcionalmente– conforme aumentan nuestros ingresos. Como ejemplo, pensemos en un impuesto especial para todos los artículos de la canasta básica (alimentos y medicinas). Este impuesto claramente afectaría de manera desproporcionada a las personas menos adineradas de nuestra sociedad y, por ello, es necesario evitarlos a fin de construir una sociedad más justa y menos desigual.

Hay algunas discusiones sobre los impuestos que merecen una explicación profunda y detallada –como la relación entre lo que se recauda y cómo se gasta– que debe ser atendida con evidencia y desde distintos ángulos. Es importante señalar que los impuestos son un mecanismo de justicia económica, un conducto para construir una sociedad menos desigual y que, a pesar de lo que algunos puedan pensar, los impuestos no son una forma de robo. Los impuestos son el costo que pagamos por vivir en una sociedad civilizada.

En México, a pesar de lo que podríamos pensar, la recaudación de impuestos es bastante baja. Somos el último lugar en la OCDE en la relación de impuestos que se recaudan como parte del producto interno bruto y el resultado es similar si nos comparamos con otros países de similar nivel de desarrollo. Es necesario que recaudemos más y que, mientras lo hacemos, nos aseguremos que quienes tienen más aporten de manera conducente a sus medios.

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