El 1 de diciembre del 2012 ha de ganarse un notable espacio en la historia de nuestro país, más por la visibilidad de un síntoma social que por la llegada al poder de un nuevo presidente priísta –de cuyo partido siempre cabe cuestionar si realmente se fue y volvió-. Como sea, no dejará de ser un día simbólico para los recuentos históricos del futuro.

Ese día entró en escena un actor social y político que parece haber llegado para quedarse. No es que no existiese desde hace tiempo pero al menos no se le había observado con tal fortaleza simbólica. Posteriormente repitió su aparición en las marchas del 10 de junio, del 1 de septiembre y recién el 2 de octubre. En un principio los medios de comunicación dominantes creyeron que el movimiento #YoSoy132 repentinamente se había radicalizado, después creyeron que un grupo de “vándalos” se estaba infiltrando en las marchas con el objetivo de deslegitimarlas y justificar la represión o que eran simplemente vándalos como tal (según la tendencia política del comunicador en cuestión). Sin embargo, la evidencia documentada invita, por lo menos, a la reflexión sobre lo sensato de sus acciones; por lo cual, algunos observamos que en cada piedra lanzada existe una manifestación llena de algo más que un juego político.

Tuvo que llegar un “creativo” editorialista que les asignara alguna etiqueta o denominación para así diluir un poco el miedo hacia lo desconocido. Esto trajo como resultado que en la cultura dominante se les conozca como los anarquistas.

¿Pero quiénes son estos jóvenes encapuchados? Lo último que este cuestionamiento busca develar son facciones faciales. Quizá lo menos importante de este grupo sean sus características capuchas. Difícilmente su rostro nos dirá más que sus acciones y conductas. Se ha intentado resolver el misterio mediante la cómoda táctica de los adjetivos: “porros, cobardes, provocadores, vándalos”, por mencionar algunos. En todo caso, algo es seguro, desde su llegada la protesta social en el DF se ha transformado.

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El patrón se consolida: granaderos en las calles, repentinas y fugaces confrontaciones de un grupo minoritario, encapsulamientos, detenciones arbitrarias (muchas veces de quienes ni siquiera participaban en la manifestación), brutalidad policiaca, fianzas pagadas. Cabe señalar que los jóvenes encapuchados no aparecen en toda marcha. No se han presentado en ninguna marcha de MORENA, tampoco en la marcha que revivió al 132 tras el desalojo violento del Zócalo, ni en las protestas de la CNTE.

Son pocas las pistas que pueden permitirnos comprobar su identidad (como grupo social) y comprender sus pretensiones; sin embargo recientemente surgió un comunicado –muy poco difundido- firmado por la Coordinadora de las Sombras. Pienso que se trata del documento más contundente -disponible en Internet- sobre este grupo de beligerantes manifestantes. Disponible íntegro aquí.

No tenemos ilusiones. No tenemos ninguna esperanza. Por eso somos peligrosos. No nos hacemos ilusiones que van a tomar todo esto en cuenta. Todos los días entierran nuestros gritos en su mentira. Adiós. Nos van a ver desde sus sofás en sus televisiones. Historia ahí vamos. Mira arriba, hacia el cielo.

Aires de rebelión se han desatado en fechas recientes por las calles de las grandes urbes de los territorios administrados por el E$tado [sic] mexicano. Los vientos nuevos traen consigo, -revitalizadas- las practicas e ideas de la rebelión, son soplos por ahora pasajeros que prevén la extensión de nuestros anhelos, el arribo de los gélidos cataclismos revolucionarios. Nosotros, quienes como muchos ansiamos la caída de la mega estructura, hemos visto con ojos alegres a las bandadas de insurgentes que armados con sus cuerpos, sus pasiones y su ingenio artesanal, han asediado la estabilidad de los cimientos del modelo. Somos parte de ellos y de ellas, y ahora nos toca defender nuestras ideas. Esta no es esta la primavera mexicana, es el invierno subversivo, que aquí como en el resto el mundo,  joven, testarudo y encapuchado, ha llegado para quedarse.

No nos representa la CNTE, tampoco MORENA y su deschavetado líder, no nos representan los grandes congresos del ‘movimiento social’ donde los oradores hablan de todos menos de la lucha real, no nos representa el 132, ni las tribunas de estudiantes amaestrados. No reconocemos representantes,  no somos el partido que busca aglutinar el descontento bajo el manto de sus consignas (‘históricas’, ‘incendiarias’ o ‘innovadoras’), lo han dicho otros compas, no somos de ningún partido, por qué ningún partido puede encarar nuestra meta final.  Somos hijos de las márgenes, los que crecimos entre comida enlatada y cancerígena, en casas asfixiantes y carentes, entre publicidad saturada de imágenes y de mentiras, y rodeados de valores opresivos y degradantes.

No haremos más análisis llenos de aburridos datos de por qué el sistema nos roba. No hay mucha necesidad en desentrañar la reforma educativa, energética o de hacienda, no somos estadistas.

Antes de que los merolicos ciudadanos-mediatizados inicien con sentencias absurdas que nos sabemos de memoria ‘si tanto odian al sistema por que usan internet’, ‘si tanto odian el sistema váyanse a Cuba’, ‘pónganse a trabajar huevones sin quehacer’ les recordamos que acatando las normas y reglas de lo establecido nunca se ha llegado a nada. Nosotros tomamos posición, entendiendo que estamos del lado minoritario y vulnerable. Nos levanta nuestra dignidad y la belleza propia de nuestra ideas, que a diferencia de las suyas (sus ideas), nosotros sí tratamos de concretar en la acción. Somos responsables de nuestra postura, nosotros no somos de los que hablan de represión policial, somos conscientes de que nosotros tratamos con desprecio a los líderes y a sus cobardes servidores, así que no esperemos trato diferente de su parte.

El espectáculo ha muerto. No nos dejaron soñar, ahora no los dejaremos dormir.
Se acabó la paz. Ahora el mundo nos pertenece.
Ni de izquierda ni de derecha ¡Somos los de abajo y vamos por los de arriba!

¡Capuchas al grito de guerra!
¡Este 2 de octubre no prenderemos velas, prenderemos barricadas!”

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Los anteriores fragmentos deben ser tomados con pinzas pues no conocemos la fiabilidad de la fuente, aunque no suena en lo absoluto descabellado que esta sea la voz de la subversiva agrupación. Algunos podrían interpretar lo anterior como un discurso plenamente anarquista: nada más equivocado. En estricto sentido lo anterior tiene muy poco que ver con lo que los teóricos del anarquismo plantean (“orden sin autoridad”), en cambio sus palabras confluyen diversas corrientes políticas que buscan modificar o terminar con el orden establecido. Pero nuestra intención no es un debate teórico.

Somos los de abajo y vamos por los de arriba” ¿Nuestra duda ha quedado resuelta? Al menos hemos avanzado en su solución, la ecuación empieza a tomar dirección. ¿Necesitamos clarificar su ideología para entender quiénes son? Probablemente sí, pero ello nos llevará mucho más tiempo.

Los fanáticos de la conspiración siempre explicarán su mundo conforme a una lógica de buenos contra malos. De un lado encontraremos a convencidos de que el malvado Peje les ha contratado para desestabilizar al sistema y así consumar su sed de poder; otros más aseguran que son infiltrados del gobierno que buscan reventar la protesta para que así se difumine la libertad de expresión en la capital del país. No es que ambos planteamientos no sean posibles, lo que sí es que se esfuerzan en negar una realidad, buscan darle la espalda a un síntoma social, prefieren dejar el polvo bajo la alfombra; pues niegan la legitimidad de la existencia de esta especie de Bloque Negro, no conciben que existan grupos que no se adhieran a las formas que ellos utilizan, no pueden creer que alguien tenga las suficientes razones para rabiar contra el orden establecido de la cultura dominante; algunos no pueden creer que la exclusión y marginación fomente a tal grado el furor y beligerancia, solo saben atribuirlo a un juego político lleno de maniqueísmo.

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Probablemente estos encapuchados son una realidad que los jóvenes del 68 de alguna forma advirtieron y buscaron evitar. Son manifestantes conscientes de que rompiendo vidrios no rasguñan al capitalismo pero es que esa no es su intención, quizá su intención sea más simbólica, no sólo como una demostración de fuerza sino además como una forma de hacerse visibles, de recordarle su permanencia a la sociedad que prefiere no mirarles, mostrando una cólera en apariencia irracional pero con todo un proceso histórico detrás. Son la prueba de los extremos emocionales e ideológicos que puede crear la desigualdad y quizá eso pretenden plasmar en las calles y monitores.

Al final cada quién cree lo que quiere creer, habrá quienes tomen la versión del dinero y los intereses, optarán por una mano que mece la cuna, que no son más que golpeadores pagados. A falta de información prefiero abordar la problemática desde una perspectiva más compleja.

@Aldo_BV

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