Quizá este año sí logre enchufarme a Susanita, la chica de ventas que desde hace un par de años me trae babeando por toda la oficina.

1 día antes de la Cena-Baile-Show Navideña de la oficina

Mañana por fin es la Fiesta de fin de año en la oficina, momento cumbre en la vida de quienes como yo, pertenecemos a la tribu siempre conocida pero poco comprendida de los Godínez.

Soy oficinista y no me avergüenzo de ello, al contrario, con el paso de los años he ido tomándole cariño a esto de andar diario trajeado; del mal del puerco; y de campechanear mi dieta entre tacos del tianguis, la fonda de comida corrida y los tuppers con comida que me manda mi Mamá.

No gano un dineral y algunas veces paso apuraciones para pagar la tanda y la letra de mi coche. Los jueves juego dominó con mis compañeros de la oficina y los domingos me curo las crudas sudando con mis amigos de la Universidad (o lo que queda de ellos) en la liga de Fut 7 en la que nos escribimos.

Podría decirse que mi vida, si bien no es espectacular, tampoco es mala. Sin embargo, aún no encuentro el amor. O más bien dicho, ya lo encontré, pero él no se ha dado cuenta. En mi caso, el amor viene en 1.60 de altura, cabello negro y una complexión que no corresponde al de una chica delgada pero tampoco al de una mujer pasada de peso. En pocas palabras, para mí el amor es Susanita y se encuentra del otro lado de la oficina, en el área de ventas.

No es que Susanita me gustara desde que llegó a la oficina. De hecho al principio me pareció bastante sosa. Con el paso de los meses empecé a disfrutar encontrármela cuando iba a la cafetera a llenar mi taza o cuando coincidíamos en el comedor de empleados. Un par de veces fui con varios compañeros de la oficina a tomar unas copas al bar del Sanborns y ahí tuve la oportunidad de charlar un poco más con ella.

Susanita es mamá soltera, tiene 26 años y que yo sepa no tiene pareja. Algunas veces hace su chamba mientras come Doritos y dice que por las tardes va al gimnasio… aunque a nadie le consta. Es callada pero con unos tragos de más se vuelve más extrovertida. No sé qué me atrae de ella, pero desde hace más de dos años la traigo en la mira.

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Mañana es la cena de fin de año de mi oficina, y ahora sí estoy decidido a enamorarla. En cuanto salga de este congal mal llamado oficina iré a comprarme unas garras nuevas, algo que me haga ver casual pero no fodongo, interesante pero no aseñorado. Quizá se me vaya el escueto aguinaldo en el intento, pero qué importa.

Horas antes de la Cena-Baile-Show Navideña de la oficina

Chale… todavía no empieza la fiesta de fin de año de la chamba y las cosas no pintan bien.

Primero el maldito intercambio de tazas, libros y/o calcetines que organizamos en la oficina. Algo salió mal. El desgraciado de Navarro tuvo la fortuna de ser quién le diera regalo a Susana. El ingrato le dio el libro de 50 sombras de Grey, una taza de Hello Kitty llena de chocolates Kisses (de esos que traen almendras y que creo son más caros) y unos calcetines de una marrana llamada Peppa Pig, que sabrá Dios quién es pero que causó sensación con las otras chicas de la oficina.

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Total, que el desgraciado de Navarro le dio un abrazote, besote y hasta un arrimón a mi Susanita. Ella nomás se reía.

A mi me tocó darle su regalo y abrazo a Pili, la contadora que tiene el súper poder de siempre oler a requesón. La verdad no fue nada agradable. Yo nomás le compré el nuevo libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Mejor así, no fuera a pensar la Pili que quiero algo más con ella.

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Para colmo, a mi me dio regalo Becerra, un becario gordito que me dio uno calcetines blancos Wilson que seguro había comprado en el Julio Regalado.

En fin… ya en unas horas viene mi revancha con Susanita.

1 hora antes de la Cena-Baile-Show Navideña de la oficina

Si en los últimos días nadie trabajaba en la oficina, durante estas últimas horas laborales del año esto parece un cementerio. Antes de salir rumbo a la cantina de Coyoacán donde será el magno evento, aproveché para escabullirme discretamente al baño más lejano y me cambié de ropa.

Realmente no estrenaré nada. Ayer le di dos vueltas al centro comercial y me veía muy gordo con todo lo que me probaba. Creo que las tortas de tamal y los atoles que me empaco en las mañanas llegaron para quedarse definitivamente en mi cintura. ¿Para qué gastar en ropa nueva si de todas formas me voy a ver como mixiote mal amarrado?

Por eso únicamente me pondré mi pantalón menos deslavado de mezclilla, una playera negra, un saco y unos tenis Converse, por aquello de verme chavo aunque ya no lo soy tanto. La verdad no me veo tan pinche. Como gracias al abrazo de Pili todavía huelo a requesón, aprovecho para rociarme gran parte del contenido de un frasco de Agua de Colonia Sanborns que compré para la ocasión.

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Ahora sí estoy listo. Al salir descubro que todo el mundo ya huyó de la oficina. Todos menos Susana, quien también se cambió de ropa y ahora luce un vestido rojo ajustado.

“Ay gooooei”, me digo a mí mismo, mientras quiero verme galán y le ofrezco llevarla en mi coche a la reunión godín. Ella acepta. Ya la hice.

Rumbo a la Cena-Baile-Show Navideña de la oficina

Mi buena suerte continúa. Antes de que Susanita subiera al auto me vi hábil y alcancé a esconder la revista H de Belinda que traía arrumbada en el asiento del copiloto. También quité la bolsa de cheetos a medio abrir que estaba en el tablero del auto.

No hace mucho compré un aromatizador para el coche y gracias a ello mi vehículo huele a coco, aroma que se mezcla con la fragancia del Agua de Colonia Sanborns. Lástima que Susana no pueda apreciar el ambiente aromático del interior del auto. Creo que está enferma y no se siente muy bien, pues en cuanto se subió comenzó a toser y bajó el vidrio.

Para favorecer el ambiente romántico puse mi disco con los éxitos del Buki. Y allá vamos, Susanita y yo, yo y Susanita, atravesando Insurgentes mientras escuchamos a este poeta mexicano cantarle al amor en silencio:

Susanita me plática alegremente que irá a pasar la Navidad con su mamá que vive en Morelia, que su hijo, el pequeño Todd (sí, así le puso, es que en esa época era joven y no sabía lo que hacía) estaba muy emocionado con la llegada de Santa Claus, y que el otro año buscaría un trabajo en donde pueda ganar un poco más.

En cambio yo le hablo de lo feliz que me hacía el triunfo del Necaxa en la Liga de Ascenso, y de que quiero ir al cine a ver la del Hobbit. Pensé que ella se ofrecería a acompañarme, pero no, según ella no entiende nada de esas películas de enanitos. Ni modo, una vez más tendré que ir solo al cine.

En el resto del camino hablamos de la vida cotidiana de la oficina. Todo era como un sueño y fluía muy bien, menos cuando en la conversación salía a relucir el perro infeliz de Navarro. Para mostrar mi desagrado ponía cara de serio pero creo que ella no se daba cuenta.

En la Cena-Baile-Show Navideña de la oficina

Y llegamos. En lugar de llevarnos a un restaurante de cortes argentinos o de comida brasileña de esos fufurufos, el Jefe nos trajo a una especie de cantina-restaurante de medio pelo. En fin, lo importante es que voy entrando al lugar junto a Susanita y soy la envidia del resto de los comensales.

Bueno, la verdad nadie nos pela pero yo me siento como si fuera el Rey del Mundo.

Al llegar a la mesa asignada para mis amigos godínez y yo me doy cuenta que elegí muy mal mi atuendo. TODOS, vienen vestidos como si aquello fuera una boda. Ellas con vestidos de infarto (por salud mental no quise ni voltear a ver a Pili), ellos con pantalones y camisas formales. Y yo, pus como intelectual de izquierda venido a menos.

Ni hablar, al menos resalto en la mesa. Susanita se sienta junto a sus compañeras del área de ventas y una chica que trabaja en la oficina como capturista, a las que casi ni les hablo y de hecho me caen gordas. Ni modo, es ahora o nunca, así que me apaño el lugar que queda desocupado en la mesa. En cuestión de minutos la amabilidad con la que me trataba mi dulcinea se transformó en frialdad. Dejó de hacerme caso y se puso a charlar con sus amigas de temas aburridos.

Como de plano no entendía nada pedí un vodka tonic. Quería empezar tomando algo más leve, pero ya que Susana no me pelaba y que aquella noche el jefe pagaría todo, aproveché para servirme con la cuchara grande.

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Así ahogaba mis penas hasta que llegó el Jefe y pidió hacer un brindis. Anunció que nos tenía una sorpresa y empezó a repartir los papelitos para un sorteo en el que habría grandes premios como una licuadora, una tostadora, una televisión de esas que seguirán funcionando después del apagón digital, un smartphone, etc. El premio más importante o el que todos anhelaban llevarse era un viaje para dos personas a Los Cabos.

La verdad me da coraje que el viejo rabo-verde del Jefe regale tanta porquería. Si no tenía en qué tirar el dinero mejor hubiera engordado más los aguinaldos. Unos minutos después cambié de opinión cuando anunciaron que el ganador del viaje era yo. Me paré y caminé muy mamila hacia el Jefe, quien me dio los papeles que me acreditaban como el afortunado que el próximo año iría a conocer a las ballenas en el Mar de Cortés.

Regresé a mi lugar. Susanita me miró con sus ojazos de un raro fulgor y me dijo con tono muy sensual: Qué increíble que te sacaste el premio. Envidia de la buena, yo siempre he querido conocer Los Cabos.

Dos tragos después…

La Susanita no se ha despegado de mi desde que se enteró de mi triunfo. Hasta se ha tomado dos vodkas conmigo… Ya está coloradita, creo que voy por buen camino.

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A todos nos traen unas tlayudas para acompañar los tragos. Sin querer me chorreo salsa en la playera. Da igual, a Susanita esto le dio risa y eso es lo que importa. Su risa es celestial y por conseguirla yo sería capaz de tirarme litros y litros de salsa encima.

Tres tragos después…

Ya estoy jaladón. Jaladón pero feliz. Hace rato vino el pelmazo de Navarro pero Susanita ni caso le hizo. ¡Toma eso anciano desgraciado!

Susanita va con otras dos de sus compañeras “al tocador”. Yo aprovecho par ir a vaciar la vejiga también. En el baño me encuentro a Becerra, el becario, quién me dice que voy por buen camino y que sí me ponía abusado, esa noche amarraba acompañante para ir a Los Cabos.

Me vuelvo a encontrar a Susanita en el momento justo en el que empieza el bailongo. Soy pésimo para bailar, pero como todos ya están servidos seguro que no reptarán en mis pasos de Bambi recién nacido.

Tomo de la mano a Susana y comenzamos a bailar… lástima que la canción no sea la más romántica.

Entre vuelta y vuelta veo que Pili y el señor de intendencia y le sacan brillo a la pista. Me da gusto que encuentre el amor. Amor sabor a requesón.

Pasan una, dos y tres canciones y a pesar de que ya la pisé cinco veces Susana sigue conmigo. Ya estoy todo sudoroso y me duelen los pies, pero mientras Susanita quiera seguir bailando yo como el Chente. Entonces ponen la canción de “Qué bellos son tus senos de hombre”, y decido tomar la iniciativa.

– Susaniux… durante toda la noche he querido hacerte una pregunta que podría cambiar tu vida…¿quieres ir a Los Cabos? Mi viaje es tuyo.

Ella me voltea a ver con una sonrisa sincera y con un brillo que me hizo desfallecer, al igual que su respuesta…

– No sé si debiera… pero… a mi hijo le hace mucha ilusión ir a la playa…

Maldita sea, no me está entendiendo, no vaya a entender que….

-… y por él pues… sí, aceptó, no sabes lo importante que será ir con mi Todd a Los Cabos.

Me lleva el Diablo… adiós a las noches de pasión en la arena que me había imaginado. Susana me dio un abrazo y fue a contarles la buena nueva a sus “amiguis”. En fin, perdí mi viaje pero favor con favor se paga, y al menos esta noche le agarro una chichi a la Susy. Me canso si no.

Después de “los fondos”

Ya valió madres todo. Pinche Navidad. Mientras la Susanita estaba con sus amigas fui con los compañeros de mi área. Como no los había pelado, a modo de disculpa durante toda la noche me obligaron a participar en varios duelos de “shots”. Con lo mal que me sienta el tequila. Al mareo y malestar físico que ahora siento se suma el bajón emocional que me provocó ver a Susanita bailando muy cerquita del paria de Navarro.

Gómez llega y me hace burla. No estoy de humor para que me tiren carilla así que le suelto un puñetazo. No le di. Él sí me dio y no una sino dos veces. Llegan a separarnos.

Media hora después

Gómez y yo nos pedimos perdón y hasta lloramos. Nos dijimos que nos caemos a toda madre y que ningún lío de viejas va a provocar que dejemos de ser compas. Para sellar nuestro pacto nos echamos un tequila más.

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No veo a Susana pero sí al Navarro que anda de lambiscón con el jefe. Quiero ir a cantarle un tiro pero Gómez y Becerra (el becario) me dicen que no sea tonto, que al rato que se vaya el Jefe ellos mismos me ayudan a partirle la cara a mi rival de amores.

1 hora después…

Ya no golpeamos a Navarro. Él nos golpeó a nosotros. Además para acabarla de amolar no sabíamos que a partir del otro año el será sub-gerente, osea nuestro superior. ¡Estoy tan despedido! Y vomitado también. Como el tequila y el vodka comenzaron a escasear y no quiero tomar cerveza porque es de nacos pues me puse a ingerir vino tinto.

Lo que más me zumba en la cabeza no son los golpes que recibí sino que Navarro me dijera que él nunca querría nada con Susana pues a ella le gustan las chicas. Lo tiré de a loco. Pero ¿y si sí?

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Por lo menos Pili (que ya trae la media corrida) y el de intendencia sí están disfrutando la fiesta y andan toqueteándose en una esquina. Requesón Power.

En ese estado asqueroso en el que me encuentro veo que Susanita viene hacia mi. Hace cara de fuchi cuando me ve lleno de sangre, con un ojo morado, vomitado y con la playera llena de frijoles.

¿Acaso viene a preguntar qué me pasó? ¿A decirme que todo lo que me contó Navarro es mentira?

Pues no. Sólo viene a agradecerme nuevamente lo del viaje a Los Cabos y me asegura que ella y el pequeño Todd lo disfrutarán mucho. Me da las gracias y se despide de lejitos. Como soy necio y no tengo dignidad, todavía le pregunto si no quiere que la lleve a casa. Ella acepta pero me dice que si podemos llevarnos a Sandra, la capturista.

Faltaba más.

Un día después de la Peda Navideña Cena-Baile-Show Navideña de la oficina

Amanezco crudo, ojeroso, cansado y sin ilusiones. Lo último que viene a mi mente es la imagen de Susana en el asiento trasero besándose con Sandra.

Las dejé en la casa de Sandra. Antes de irse Susana me pidió que no malinterpretara lo que acababa de ver, que pasó años confundida sobre sus preferencias y que producto de esa experimentación nació el pequeño Todd.

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¿Y por qué no experimenta conmigo?, pienso ahora que estoy tumbado en mi cama con un dolor de cabeza de los mil demonios. Ahora el confundido soy yo. No sé por qué las fiestas navideñas de las oficinas son tan esperadas si todo mundo termina haciendo el ridículo. Quizá el otro año las preferencias de Susanita cambien nuevamente y ahora sí tenga chance con ella en la fiesta Godín.

Si es que no me corren.

Por @gabrielrevelo

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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