Hoy, en el día de su nacimiento, recordamos a una de las más icónicas voces del jazz: Nina Simone.
Eunice Kathleen Waymon –verdadero nombre de Nina- nació en Carolina del Norte, Estados Unidos en 1933. Dio muestras de talento desde pequeña: ejecutaba el piano y pronto consideró la idea de convertirse en concertista. Sin embargo, el no ser admitida en el prestigioso Curtis Institute of Music de Filadelfia, rompió su sueño. La misma Simone comentaba que la negativa se debió a motivos raciales. Ahí comenzó su permanente participación en el Movimiento por los Derechos Civiles y, sobre todo, su carrera como cantante, misma que se encaminó hacia el blues y el jazz.
Considerada una de las más extraordinarias artistas del siglo XX, utilizó su gran talento para crear un legado de liberación, empoderamiento, pasión y amor que se refleja en las grabaciones profesionales que realizó.
En sus últimos años contaba con un amplio reconocimiento mundial, respaldado por más de un millón de discos vendidos en la última década de su vida, la cual llegó a su fin en el 2003.
Nina Simone explicaba así su papel como artista: “es hacer que la gente se sienta en un nivel profundo. Es difícil describir porque es algo que no puede analizarse; para acercarse a lo que es, tienes que hacerlo. Y cuando lo hayas atrapado, cuando tienes al público enganchado, siempre lo sabes, porque es como electricidad en el aire.”