A propósito de los 80 años del Fondo de Cultura Económica (FCE), el pasado martes 19 de agosto, se transmitió el programa “Conversaciones a Fondo”, que fue moderado por su director José Carreño Carlón. El programa consistió en una larga entrevista al presidente Enrique Peña Nieto hecha por algunos reconocidos periodistas. De inmediato se generó un debate en la prensa nacional, especialmente entre Jesús Silva-Herzog y José Carreño Carlón, en torno a la pertinencia de una entrevista al presidente rorganizada por una institución como ésta.

Básicamente, Silva-Herzog ha sostenido que el FCE no puede usarse con fines benefactores a la Presidencia de la República, a lo que Carreño Carlón responde que con la coordinación de la entrevista buscó definir líneas editoriales para el FCE.

No deja de llamar la atención que Carreño Carlón sabe a la perfección el impacto de las entrevistas al presidente en medios, pues él mismo fue jefe de Comunicación Social del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

Si olvidáramos ese detalle, sería posible pensar que Carreño Carlón tuvo un acto de buena voluntad: el FCE coordinó el programa y Presidencia de la República lo difundió en cadena nacional por Canal 22 y 11. Las empresas Televisa y Televisión Azteca también decidieron transmitirlo, alterando su programación habitual.

No obstante, como siempre, a la sopa le cayó un pelo. Leo Zuckermann, articulista de Excélsior, avivó la polémica al cuestionar si era necesario que el FCE siguiese recibiendo subsidio como la casa editorial del Estado. Su artículo alteró tanto a la prensa, que varios le entraron a responderle.

Lo extraño en esta publicación es que desvía la atención del debate inicial: que trataba sobre el uso de el FCE con el fin de proyectar una imagen favorecedora de Peña Nieto, que apareció en televisión presumiendo el logro de sus reformas en tan sólo 20 meses de gestión. Como alguno señaló, esa charla provocadora debió llamarse “Conversaciones con fondo… propagandístico”.

En su texto, Zuckermann considera que un libro debe ser un artículo comercializado como un refresco o una pasta de dientes, sin subsidio estatal porque los que leen en México son sólo una élite adinerada, que se beneficia del apoyo estatal, es decir, que se aprovecha de los impuestos. Otro de sus argumentos es que en lugar de publicar libros, el Estado debe destinar esos recursos en el combate a la pobrezaTambién dice que ahora la tecnología permite publicar libros y pone de ejemplo a la empresa Amazon, líder mundial en la publicación de libros en línea.

En resumen, entendemos que desde el planteamiento de Zuckermann (quien casualmente usa la misma estrategia discursiva con la que se promovieron las reformas estructurales) el FCE debe privatizarse y dejar de ser ancla del fomento educativo.

Zuckermann tiene razón al decir que sólo una mínima parte de la población en México lee. No podríamos llamarlo élite porque desafortunadamente dentro de esa minoría cualquier tipo de literatura tiene cabida, pero olvida que a través del FCE y sus donaciones a instituciones de educación como la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, los alumnos se han visto beneficiados con dichas publicaciones.

Algo que ha quedado fuera de la discusión es que los precios de los libros no son accesibles para la mayoría de la población porque los índices de pobreza en México son más altos cada sexenio y que el FCE usó los impuestos de los mexicanos, destinados a la publicación de libros, para promover las reformas de Peña Nieto

Cargamos con un Estado que descentralizó la banca bajo el argumento de que eran mejores administradores y hoy cobran altísimas comisiones por sus servicios, sin olvidar el rescate bancario y energético: cargamos con el Fobaproa y con la deuda laboral de Pemex, frutos ambos de la corrupción, el verdadero problema del país. Se trata de un Estado que privatizó la telefonía en México, por los que hoy contamos con los servicios más caros del sector en el continente americano.

Bajo estas consideraciones, preguntamos: ¿ha de privatizarse el FCE porque es un desperdicio de impuestos con el que sólo una minoría se ve beneficiada o más bien el Estado debería atender los problemas que hacen de la lectura y la educación un lujo?, ¿deberían desaparecer las instituciones estatales porque no funcionan adecuadamente o deberían impulsarse mecanismos para encaminar nuestros impuestos al cumplimiento de las tareas de tales instituciones?

Aquí te compartimos una cronología de la discusión para que le entres a fondo:

El primer en criticar de manera severa aquel programa de televisión fue Jesús Silva Herzog con su artículo “Conversación a modo” publicado en el diario Reforma:

“Sin vínculo con la misión de la editorial, la entrevista constituyó, estrictamente, una violación de su Estatuto Orgánico. El Fondo de Cultura Económica no es un órgano periodístico ni merece trato de agencia de relaciones públicas de la Presidencia. Lejos de ser una conversación a fondo, la editorial organizó una conversación a modo. Uno de los momentos más penosos en la historia de esa casa. Una institución pública de cultura convertida en plataforma publicitaria de la Presidencia”

La respuesta de José Carreño Carlón no se hizo esperar y solicitó el derecho de réplica al Reforma:

“En el origen del programa “Conversaciones a fondo” están los encuentros que hemos estado organizando para definir líneas editoriales relacionadas con temas en los que el Fondo está llamado a desempeñar un papel importante…Yo no entrevisté al presidente de la República en mi calidad de director del FCE. Como lo establecí en la presentación del programa, coordiné una conversación de él con un grupo de comunicadores”

Obviamente la respuesta de Silva Herzog llegó:

“ ¿Puede el director del FCE ocultar que el presidente es su Jefe?…La entrevista fue un atropello para la institución que dirige Carreño por tres razones: 1) Puso a una editorial pública al servicio de la Presidencia; 2) Acotó la conversación a los temas políticamente convenientes a la Presidencia; y 3) Faltó a un deber fundamental de un editor: seleccionar las voces pertinentes”

Hasta aquí el debate en torno a la función del FCE, pero quien llegó a encender la mecha fue el articulista de Excélsior, Leo Zuckermann, quien de plano cuestionó: ¿Se justifica la existencia del Fondo de Cultura Económica?

“¿Debe el Estado subsidiar la edición, producción, distribución y venta de libros que sólo lee una pequeña minoría que pertenece sobre todo a la clase media? ¿Por qué el Estado tiene que competir con las editoriales privadas en la puja de derechos de autor? ¿Por qué el Estado debe tener sus propios establecimientos vendiendo libros a precios subsidiados? Y no nos hagamos bolas. Aquí los contribuyentes no estamos subsidiando a los más pobres de México, sino a una élite académica, cultura e intelectual que, por desgracia, es la que lee en el país. ¿Necesitan ellos este subsidio?”

Esta agresividad de Zuckermann mereció una respuesta de Silva-Herzog :

“La ingenuidad de Zuckermann es conmovedora. La condena del Fondo de Cultura Económica es síntoma de un tipo de liberalismo que se ha abierto paso. Es un liberalismo ideológico y hermético que pasa por alto el escepticismo para repetir en toda circunstancia, las cantaletas de su dogma. Ignorando las saludables prevenciones del liberalismo político, adopta, como palabra divina, la lógica exclusiva del mercado. Es liberalismo para la barbarie”

De igual forma el historiador de la Universidad de Chicago, Mauricio Tenorio cuestionó a Zuckermann:

“El cierre del FCE no le afectaría a la mayoría de los mexicanos, como no le afectaría que dejaran de darse becas y premios a todo aquel que ejerza opinión en México, como no le afectaría a la mayoría de los mexicanos el cierre el CIDE y del Colmex. Pero estamos en lo que estamos: usar el FCE para que hable el Presidente, es una estupidez, debería funcionar de otra manera, debería ser lo que es, una editorial importante en el mundo de habla hispana, y nada más”

Zuckermann les respondió. Primero a Mauricio Tenorio:

“Yo no quiero que el Estado me subsidie libros: Si el mercado no provee productos culturales, pues el Estado debería intervenir. ¿En qué? ¿En libros, películas, orquestas sinfónicas, festivales culinarios, ballet, ópera, teatro, en fin, cualquier cosa que se considere cultural? La respuesta no es sencilla. Los recursos son escasos y deben establecerse prioridades”

Luego Zuckermann le respondió a Silva-Herzog:

“Voy a dejar en claro de una vez por todas mi argumento: yo no tendría problema que existiera el FCE siempre y cuando dejara de recibir subsidios del Estado. No me parece correcto que se utilice dinero público para beneficiar a las clases medias y ricas del país que son las que, por desgracia, más leen en México, según las encuestas de lectura. Silva-Herzog no acaba de creer que las nuevas tecnologías han abierto espacios que antes estaban cerrados para los autores”

Y así le respondió Silva-Herzog a Zuckermann:

“El argumento de Leo Zuckermann, desde luego, trasciende el mundo de los libros. Su dogmática lectura del liberalismo lo conduce a una penosa demagogia populista: como los pobres no leen, que el Estado no desperdicie ni un centavo en libros. Habría que ir un pasito más adelante: si no van a leer, ¿para qué malgastar el dinero de nuestros impuestos enseñándoles el alfabeto? Siguiendo la lógica estricta de Leo Zuckermann, valdría preguntar: ¿se justifica la existencia de Bellas Artes si la mayoría de los mexicanos no conoce el Museo de Arte Moderno? ¿Debe recibir subsidio la Sinfónica Nacional si los pobres no van a sus conciertos?”

Para tratar de dar por cerrado el tema Zuckermann escribió:

“Me llama la atención la intolerancia de mucha gente por el simple hecho de haberme atrevido a pensar diferente. Al parecer, muchos están de acuerdo con la pluralidad siempre y cuando no se toquen temas que consideran sagrados. Veo que el FCE es una especie de Dios para muchos”

Otro escritor que se sumó al debate fue Rafael Pérez Gay:

“¿Tiene sentido sostener un Estado-editor de las dimensiones del que tenemos? No. Tampoco creo que el Estado deba abandonar la edición, pero es un error ser múltiple casa editora con los dineros públicos”

FCE: orígenes

La idea de Daniel Cosí Villegas fue la de proveer bibliografía en español a los estudiantes de la antigua Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y  posteriormente su labor editorial se extendió a otros ámbitos que hoy abarcan desde literatura infantil hasta libros de divulgación científica.

El FCE cuenta con nueve filiales en el mundo y con más de 10 representaciones. Actualmente continúa como un organismo descentralizado del Estado mexicano y sus fines son el fomento cultural sin fines de lucro. Su director es nombrado directamente por el Secretario de Educación Pública.

Recientemente se cumplió el 80 aniversario del Fondo de Cultura Económica (FCE), la editorial más importante de México y una de las más importantes de Iberoamérica, fundada en 1934 por Daniel Cosío Villegas.

El acto fue encabezado por el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet; el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa; el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro Robles; y el director del FCE, José Carreño Carlón.

Conversaciones a Fondo

En el programa, los periodistas Pascal Beltrán del Río (Excélsior), Ciro Gómez Leyva (Milenio y Radio Fórmula), Pablo Hiriart (Proyecto 40 y El Financiero), León Krauze (El Universal y Univisión), Lily Téllez (Proyecto 40) y Denise Maerker (Radio Fórmula) entrevistaron al presidente Enrique Peña Nieto con motivo de la aprobación de las denominadas reformas estructurales.

Por si no lo viste, te compartimos el programa que generó la controversia en la prensa mexicana.

@plumasatomicas

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