Dicen que los mexicanos somos de memoria corta. Que las cosas que nos enchilan, nos encandilan y nos encoleran se nos pasan con el correr de los días. Que el enojo se nos va cuando las semanas se pulverizan. Hasta que llega un nuevo escándalo/tragedia/ratería que nos enchina la piel y nos alebresta de nueva cuenta. La indignación de la semana se diluye y se da paso a otra cosa. Las audiencias de Javier Duarte, el socavón en el Paso Exprés Tlahuica, el espionaje a periodistas, las irregularidades en las elecciones de Coahuila y el Estado de México, entre otros casos, fueron puros flavors of the week. Como afirma el antropólogo y politólogo José Ignacio Lanzagorta García, si siguiéramos haciendo este ejercicio, podríamos irnos, semana por semana, a varios años atrás. El escándalo se vuelve en otro escándalo y la indignación en otra indignación. Aunque pareciera que ha pasado mucho tiempo desde entonces, sólo han transcurrido seis meses desde el controvertido gasolinazo que provocó que la gente se arremolinara en las calles y protestara contra el aumento en los precios del combustible.

Lectura: Ya estamos demasiado acostumbrados a una rutina de escándalos semanales

¿Recuerdan las manifestaciones, los bloqueos viales y la toma de casetas? ¿Los saqueos, los rumores, la desinformación y la psicosis colectiva que la medida generó? En respuesta, el presidente Enrique Peña Nieto aseguró que a raíz de la crisis, los altos funcionarios se habían reducido en 10% sus percepciones salariales, demostrando así que la austeridad vendría desde arriba. Los legisladores secundaron la propuesta del mandatario: los diputados se comprometieron a eliminar el bono navideño, cancelar los pagos de telefonía celular y vales para gasolina, además de reducir 25% el gasto en alimentos y cancelar los viajes internacionales, salvo los que fueran “estrictamente indispensables“. En el Senado de la República se presentó un acuerdo de austeridad para reducir gastos en solidaridad con “los ciudadanos de este país”.

Entre las medidas se encontraba reducir, al menos en 10%, el gasto en los siguientes rubros:

1.- Viáticos y pasajes.

2.- Materiales y suministros de oficina.

3.- Servicios de alimentación.

4.- Servicios de telefonía.

5.- Servicios para pagar el consumo de combustible.

6.- Gastos de comunicación social.

El anuncio del acuerdo estuvo muy bonito y todo, pero a la mera hora valió corneta. De acuerdo con una investigación de periódico Reforma, una delegación de diez representantes del Senado —nueve legisladores y un funcionario de la Cámara Alta— viajaron a la República de Fiji del 15 al 19 de enero para participar en la 25 Reunión Anual del Foro. Nuestros representantes se dirigieron al pueblo de Sigatoka y en sólo cinco días gastaron más de dos millones de pesos en vuelos y viáticos. Es decir, nuestros representantes llegaron a las islas Fiji el mismo día que desde la Cámara de senadores se solidarizaban y se mostraban sensibles con lo que “están viviendo los ciudadanos”. A pesar de que el lugar del encuentro internacional había sido definido desde un año antes, los senadores compraron sus vuelos a las carreras, lo cual incrementó el costo de los mismos. Según la publicación, algunos de los boletos fueron comprados en las fechas más caras de temporada alta.

Se pagaron boletos de 63 mil a 186 mil pesos.

Ahí no acaba esto. Los legisladores gastaron 681 mil pesos en viáticos. Es decir, 3 mil 640 dólares por piocha. ¡Bendita austeridad! Con esta marmaja solidaria los senadores pagaron alimentación, traslados y hospedaje. El grupo de los diez austero está conformado por Carlos Alberto González Ordóñez, secretario técnico de la Comisión de Relaciones Exteriores Asia-Pacífico; los priistas Manuel Cavazos, Lilia Merodio, Ascensión Orihuela, Itzel Ríos; los panistas Daniel Ávila, José de Jesús Santana y Sonia Mendoza; y la verdecologista María Elena Barrera. De acuerdo con Reforma, el hotel Intercontinental Fiji, donde se hospedaron nuestros sensibles legisladores, cuenta con campo de golf, jardines inmensos, comida de clase mundial, spa de lujo, entre otras tantas monerías. Lo bueno es que se apretaron el cinturón, si no quién sabe en qué fastuosísimo hotel hubieran pernoctado.

Fiji Intercontinental Golf Resort
Foto: Facebook

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