Por Uriel Salmerón

Un megaterremoto de magnitud 10.5 sacudiría México en las 48 horas posteriores al sismo del 19 de septiembre. La información era avalada por la Organización de las Naciones Unidas y por el jefe del departamento de sismología del Instituto de Geofísica de la Universidad de Harvard. El movimiento, bautizado como “Big One”, afectaría el suroeste de Estados Unidos y el noroeste nuestro país. Otros mensajes indicaban que el impacto también se sentiría en Quintana Roo y Yucatán. Los virulentos sacudones, se afirmaba, eran consecuencia de una prueba nuclear realizada por Corea del Norte. Como si esto no fuera suficiente, el gran temblor había activado el volcán Popocatépetl.

Era cuestión de horas para que la lava cubriera la Megalópolis. Para que las ciudades —ya en escombros— se volvieran cenizas y del cielo lloviera fuego y napalm. El apocalipsis estaba a punto comenzar.

“Compartan esta imformacion para que los demas esten imformados grasias. ATT. la Universidad de Harvard, Clin Roberts (sic)”, era la firma de uno de los mensajes que circularon a través de la aplicación de mensajería móvil Whatsapp a partir del 19 de septiembre. Este comunicado se reprodujo en los mensajes, en las distintas redes sociales y hasta en algunos medios de comunicación. La desesperación, el miedo y la incertidumbre, todos estos factores, motivaron a la gente a compartir el anuncio del fin del mundo. La ONU, la Secretaría de Gobernación y la Universidad Nacional Autónoma de México tuvieron que salir a desmentir esta información.

“Los sismos no se pueden predecir”, dijeron en repetidas ocasiones a quienes creyeron la teoría del terremoto que acabaría con todo después de “100 años de mucha actividad sísmica en la zona de la falla” de San Andrés.

Sismógrafo
Foto: Shutterstock

El terror pasó de la pantalla de un teléfono celular a las calles. “Hijo, cuídate mucho. Vi en internet que hoy va a haber un temblor muy fuerte”, dijo una madre el 27 de septiembre por la mañana. Hizo la misma recomendación durante toda una semana completa. Esta sugerencia dramática la realizó después de chutarse horas y horas de videos de Alexander Backman, un youtuber que se define a sí mismo como “periodista”, investigador, locutor, autor, conferencista y profesor” y que presume haber predicho, “con exactitud”, diferentes terremotos en zonas sísmicas de países como Honduras, Perú, Costa Rica y México. En Jojutla, Morelos, tres morros estaban convencidos de que en esos días, a finales de septiembre, acontecería un nuevo sismo y que, este, iba a ser muchísimo más fuerte que los pasados. La fuente de la aseveración también fue un canal de Youtube.

Las fake news del sismo del 19 de septiembre
Foto: Shutterstock

El fantasma de las noticias falsas

La caterva de noticias falsas sobre el temblor se siguieron propagando los siguientes días. Algunos portales aseguraron que el cardenal Norberto Rivera Carrera era dueño del Colegio Rébsamen, en el que murieron 19 niños y siete adultos. Esta afirmación se hizo después de que el religioso visitara este y otros puntos afectados por el sismo al sur de la Ciudad de México. “Convencio al lame botas de la Marina para desviar su atencion en recuperar cajas fuertes y reliquias religiosas que se encontraban en ese edificio en lugar de rescatar con vida a los niños y adultos de esta escuela (sic)”, rezaba una parte del mensaje compartido en redes el pasado 23 de septiembre. Otros sitios informaron que Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y sus hijos habían donado cantidades millonarias para ayudar a los damnificados.

En las redes también aparecieron falsos reportes sobre lugares en donde se necesitaban víveres, donadores de sangre, material para remover escombros o, incluso, se habían registrado derrumbes. Luego se transmitió la noticia falsa más grande y en tiempo real: el caso de la niña Frida Sofía, quien supuestamente estaba atrapada bajo los escombros del Rébsamen (sobre el tema, pueden consultar este texto realizado por el periodista Diego Salazar en el New York Times).

“La pequeñita ‘no fue una realidad’, en palabras del almirante Ángel Enrique Sarmiento, responsable junto con el almirante José Luis Vergara de las labores de rescate en el colegio (…) las redes sociales mexicanas estallaron contra los periodistas que relataron la historia. En Twitter y Facebook todos tenemos siempre a mano una antorcha y un trinche para linchar a quien, creemos, ha cometido un error”, escribió Salazar en su recuento de lo sucedido.

El diagnóstico del reportero apunta a que durante la cobertura en el Colegio Rébsamen todos fallaron, aunque la responsabilidad mayor fue las autoridades encargadas coordinar el rescate y controlar la información en el sitio.

“Los oficiales de la Marina al mando no solo no controlaban el flujo de información y recibían datos sensibles delante de las cámaras. Además, oficializaban esa información repitiéndola minutos después frente a nuevas cámaras. Luego, los rescatistas que habían sido el origen de la información errónea volvían a compartirla con otros periodistas, sazonándola con detalles declarados por otra fuente minutos antes. Así, la información falsa crecía como una bola de nieve sin freno”.

Foto: Notimex/ Alejandro Espinosa

Los riesgos de las fake news

Los relatos contados anteriormente solamente son algunos de los ejemplos más recientes y visibles de fake news en nuestro país. Este tipo de contenidos, sin embargo, proliferan por redes sociales y medios de comunicación, por lo que estamos en contacto permanente con su información engañosa. Para el periodista y politólogo Jenaro Villamil, las redes sociales han afectado la manera de consumir noticias, aunque si se hace un balance, también han beneficiado debido a que la gestión de información ya no recae únicamente en empresas o un núcleo de periodistas.

Esta práctica, indica el comunicador, conlleva riesgos como la falta de rigor periodístico, la falta de profesionalismo, la falta de confirmación, el exceso de rumores, la propaganda disfrazada de información y las guerras sucias. “Pero todo eso que le critican, y le criticamos, a las redes ya existía en los medios masivos”, dice el autor de La rebelión de las audiencias (2017).

Villamil considera que internet no es un medio, sino una carretera en la cual los vehículos son los medios de comunicación y de vez en vez hay socavones. De acuerdo con el politólogo, los periodistas tienen la obligación de alfabetizar a los lectores y hacerles entender que no todo lo que ven en las redes son hechos reales y ayudar a que el usuario diferencie entre lo que es un rumor y lo que es verdad. Que no todo lo que ven en Twitter y Facebook es fidedigno. “El hecho de que tú utilices las plataformas no significa que tengas una idea religiosa de ellas. Es decir, que le creas todo al algoritmo de Facebook o al algoritmo de Twitter. Son empresas. Su objetivo no es que te informes o que te diviertas. Su objetivo es que haya mucho tráfico y mucho dinero en publicidad. Y van a subir y van a promover ciertas cuentas y ciertos temas en donde haya dinero de por medio”, afirma el académico.

Las audiencias, dice, no saben lo que el periodista sabe a la hora de verse ante información engañosa. No saben distinguir cuál es la fuente del mensaje o cuándo una información se comparte de manera anónima. Por lo general, algunos lectores dan like o comparten algún contenido sin siquiera leerlo. Sólo con ver la cabeza de la nota le dan share. O tras echarle el ojo a algunos párrafos, lo cual alimenta la desinformación.

Para combatir las fake news, es necesario que tanto periodistas como lectores sean más críticos.

Que los encargados de generar la información sean más profesionales, verifiquen los hechos antes de publicar y no se dejen dominar por la dictadura del breaking y la obsesión de ser los primeros en publicar algo.  Los usuarios, por su parte, deben tomar en cuenta si el medio de comunicación emisor y el autor del producto periodístico son confiables antes de hacerle caso a una nota. También deben tener presente los posibles sesgos que cada sitio le da a la información y, obviamente, buscar las fuentes de la supuesta noticia y comparar con otros sitios antes de tragarse una verdad absoluta.

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Uriel Salmerón es periodista egresado de la EPCSG. Escribe en Sopitas.com. Ha sido colaborador de la Red de Periodistas de a Pie y publicado en diversos medios como MáspormásSinsaborEl barrio antiguoCosecha Roja y Yaconic.

Twitter: @urisalmeron

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