Por Karen Villeda

¿Quién es ella?

Irène Némirovsky nació el 11 de febrero de 1903 en Ucrania, cuando este país era parte del Imperio Ruso. Vivió gran parte de su vida en Francia, debido a que su familia escapó de la Revolución Rusa. Estudió Letras en la Sorbona, donde se graduó con honores, y a los veintiséis años publicó David Golder, la cual fue todo un éxito y fue adaptada a la pantalla grande. Al año aparece El baile, que aborda una difícil relación entre madre e hija inspirada en su propia vida. Esta narración también se convierte en una película. Fue una autora muy, pero muy reconocida en su época y su presencia era vital para el ambiente artístico francés (por ejemplo, era amiguísima de Jean Cocteau) hasta que estalló la guerra. Irène Némirovsky solicitó varias veces la nacionalidad francesa e incluso se convirtió al catolicismo en conjunto con su esposo y dos hijas, Denise y Élisabeth, pero las leyes antisemitas del régimen de Vichy los condenan al ostracismo. Le impiden publicar, pero ella continúa escribiendo. Tenía planeada una novela compuesta por cinco partes (o un libro de cinco novelas) de la que escribía tres capítulos por día hasta que fue apresada. Suite francesa quedó inconclusa cuando la escritora fue deportada al campo de concentración de Auschwitz, donde muere en 1942.

¿De qué trata?

Este libro fue pensado como una suite: la forma armoniosa de varios movimientos o, en este caso, historias entrecruzadas en un ambiente belicoso: la ocupación alemana de Francia en 1940. Irène Némirovsky alcanzó a escribir “Tempestad en junio” y “Dolce”. Las partes restantes de Suite francesa fueron tituladas tentativamente “Cautividad”, “Batallas” y “La paz”. La primera secuencia abarca la huida de varios ciudadanos de París como los acaudalados Péricand (“en cierto modo, más que tenerle apego al dinero, era el dinero el que les tenía apego a ellos”) a los que se les olvida el patriarca de la familia en su huida, y su maravilloso gato Albert, que es un supremo protagonista en varias páginas. También aparece un caprichoso escritor Gabriel Corte o los sencillos Michaud” con un hijo al frente, Jean-Marie, que son perfilados como personas con un “espíritu dickensiano”:

—Pero entonces, ¿qué te consuela?

—La certeza de mi libertad interior —respondió Maurice tras un instante de reflexión—, que es un bien precioso e inalterable, y de que conservarlo o perderlo sólo depende de mí. De que las pasiones llevadas hasta el extremo, como ahora, acaban por apagarse. De que lo que tenido un comienzo tendrá un final. En una palabra, de que las catástrofes pasan y hay que procurar no pasar antes de ellas, eso es todo. Así que lo primero es vivir: Primum vivire. Día a día. Vivir, esperar, confiar.

Manuscrito de Suite francesa

La segunda parte de Suite francesa nos remonta a la campiña francesa, durante los primeros meses de la ocupación y, al fondo, aparece el romance de Lucile y Jean-Marie donde “la derrota despierta lo peor que hay en nosotros”. En 2014 se lanzó una película romántica inspirada en la pareja y protagonizada por Michelle Williams, pero ésta no es una novela de amor. En Suite francesa los párrafos abarcan un “siglo de tempestades”, las viñetas son extremadamente realistas (por no decir que se caracterizan por una crudeza apabullante) y subsiste un tono que nos inquieta:

El mundo está regido por leyes que no se han hecho para nosotros ni contra nosotros. Cuando estalla una tormenta, no le echas la culpa a nadie; sabes que el rayo es el resultado de dos electricidades contrarias, que las nubes no te conocen. No puedes hacerles ningún reproche. Además sería ridículo, no lo entenderían.

¿Por qué leerlo?

Irène Némirovsky realizó con maestría un penetrante estudio de la naturaleza humana:

Felices o desgraciados, los acontecimientos extraordinarios no cambian el alma de un hombre, sino que la precisan, como un golpe de viento que se lleva las hojas muertas y deja al desnudo la forma de un árbol; sacan a la luz lo que permanecía en la oscuridad y empujan el espíritu en dirección en que seguirá creciendo.

Para que Suite francesa llegara a nuestras manos tuvieron que pasar décadas: sesenta años para ser exactos. Las hijas de Irène Némirovsky, que se escondieron durante el conflicto, encontraron el manuscrito en una maleta en 1875. Lo pasaron a limpio, fue presentado a una editorial y Suite francesa se publicó en 2004. Recibió el Premio Renaudot póstumamente. La obra de Irène Némirovsky, que ha sido traducida a casi cuarenta idiomas, fue recuperada al castellano por Editorial Salamandra. Imparable en vida, imparable después de su muerte, ella se ha perfilado como una de las más importantes escritoras del siglo XX. Y pensar que la Suite francesa que podemos leer hoy es un mero borrador. ¿Cómo hubiera sido este libro en su plenitud? Irène Némirovsky lo escribió en uno de sus cuadernos: “nada de cursilerías. Contar lo que le pasa a la gente y ya está”.

Irène Némirovsky, Suite francesa, Salamandra, 2004.

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Karen Villeda es escritora. Ha publicado un par de libros para niños, uno de ensayos y cuatro poemarios. En 2015 participó en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. En POETronicA (www.poetronica.net) explora la relación entre poesía y multimedia. (Ah, y tiene un gato llamado León Tolstói.)

Twitter: @KarenVilleda

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