Antes de empezar a contarles de qué va la nueva decisión de la Suprema Corte, aprovechemos las primeras líneas para aclarar que no es una carta libre para recordarle el 10 de mayo a todos los jueces de México, ni para dedicarles nuestro más florido lenguaje nomás porque sí. En realidad, es una medida que pretende poner a prueba la templanza y moderación de los jueces.

El pasado viernes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dictaminó que, durante un juicio de amparo, si alguna de las partes involucradas termina insultando a un juez, él o ella no pueden mandarle el caso a otro juzgado y tendrán que terminar el caso ellos mismos.

En la jurisprudencia publicada, la Suprema Corte dice que no importa si el insultado o insultada —las refrescadas a la autoridad no distinguen género— es un juez, magistrado o ministro. Sea como sea la situación, no podrán alegar pérdida de imparcialidad y declararse impedidos de continuar. 

Según los chiefs de la Suprema Corte, los jueces tendrán que ser reconocidos por su templanza y por la moderación de las pasiones y sentimientos. O sea, no se pueden enganchar y tendrán que andar imitando a Kalimán.

—Námaste—

Eso sí, eso tampoco significa que tengan que poner la otra mejilla y dejarse gritonear por cualquiera que llegue con las emociones a flor de piel. “Las conductas que impidan mantener el orden y exigir el respeto pueden dar lugar a la imposición de medidas disciplinarias, en términos del artículo 236 de la Ley de Amparo”, decía la Suprema Corte.

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