Por José Ignacio Lanzagorta García

¿Es una anécdota y ya? ¿Una de muchísimas que le espera al planeta entero con Donald Trump como presidente de los Estados Unidos? ¿O la expresión de los “hechos alternativos” que usó la asesora Kellyanne Conway para defender la mentira de que la toma de protesta de Trump estuvo abarrotada tiene más lecturas que eso? Sí, podría ser solo un traspié, una expresión tonta y apresurada en una entrevista en la que se vio acorralada entre su lunático y neurótico jefe y el periodista que la obligaba a constatar la realidad. Sin embargo, tratemos aquí de ver si hay algo más.

Lo más ingenuo y equívoco sería pensar que Trump inaugura la construcción de una verdad que le favorezca. Los gobernantes –y otros actores e instituciones con poder político y económico- siempre recurrirán a diferentes estrategias para controlar la idea que tenemos de la realidad. Un autoritario puede desaparecer periodistas incómodos, instaurar la censura o de plano expropiar todos los medios de comunicación del país y controlarlos directamente. También, como a muchos nos sonará familiar, pueden hacer depender la existencia o riqueza de los medios masivos de su país a través de un insultante gasto en publicidad oficial abierta o encubierta. La apuesta liberal es que mientras más oferta y competencia haya en los medios que reportan la realidad, mientras más y mejor acceso tengamos a la información pública, mejor acceso tendremos a la verdad. O por lo menos tendremos más herramientas para armar la que mejor nos acomode.

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En todo caso, quien desea controlar lo que las audiencias considerarán cierto o falso, debe jugar dentro de ciertos parámetros de verdad… Mentir y que te crean, pues. Si un político hizo un acto de campaña desangelado, pero quiere dar la nota de que fue un éxito, basta con una toma cerrada al sector donde se hayan concentrado la mayor cantidad de sus simpatizantes. Si no hubo más medios en el evento o todos fueron comprados, no tendremos forma de saber si en verdad estuvo desangelado o no, sólo tendremos la visión de que fue un exitazo al ver juntitos y concentrados a sus seis o siete paleros.

Lo fascinante de Trump y la declaración de los “hechos alternativos” es que los parámetros típicos de verdad no le son necesarios. Y es que, encima, no necesita “mentir”. Todos vimos su evento desangelado. Todos vimos la energía y masas de las marchas del día siguiente. La mentira no era y no fue su opción y según su vocero y su asesora, existe una perspectiva de observar esas mismas imágenes, una perspectiva alternativa, en la que la toma de protesta fue un éxito. Punto. La verdad no lo es por manipulación, sino por posibilidad teórica. Y todavía más sorprendente e interesante: no es una verdad absoluta, no es un decreto incuestionable, es un hecho “alternativo”.

WASHINGTON, DC - JANUARY 20: Trump advisers Kellyanne Conway (L) and Hope Hicks on the West Front of the U.S. Capitol on January 20, 2017 in Washington, DC. In today's inauguration ceremony Donald J. Trump becomes the 45th president of the United States. (Photo by Alex Wong/Getty Images)
(Foto Alex Wong/Getty Images)

Si no fuera por lo torpe y burdo del personaje y su equipo hasta pensaríamos que lo suyo es la sofisticación: no se trata de imponer una verdad, sino de aceptar la relatividad de ésta. No es “yo tengo otros datos”, es “los míos son los mismos pero son alternativos”. ¿Pero qué político puede sostener esto como su directriz de comunicación?

Desde el año pasado, muchas voces y opiniones hemos insistido en la importancia de no “normalizar” a Trump. Eso significa muchas cosas, pero, en este caso, se trata de no analizarlo y no esperar de él el comportamiento racional de un político tradicional. Recuerdo cuando, hace un año, algún analista político todavía hablaba de que Trump sería inviable por “sus negativos”; es decir, por el repudio que mostraba en las encuestas. Hoy vemos que probablemente su desparpajo, su cinismo, la violencia verbal que alimentaba esa percepción negativa, fue lo que le dio la victoria. O al menos fue a pesar de esto. Hoy, ya como Presidente, el error sería considerar que en su relación con los medios y en general con la comunicación de su administración, le preocupan las mismas cosas que a un político tradicional: la aprobación, la eficacia de un mensaje y, por lo visto, la confianza en sus cifras y declaraciones.

La pregunta que emerge, en todo caso, es otra: ¿cómo es esto posible? ¿Cómo es posible que rompa reglas y acuerdos mínimos tan elementales de la lógica y lo empírico… y sea presidente de los Estados Unidos?

Los escépticos siguen pensando que la pesadilla va a terminar pronto: le revocarán el mandato, tendrá que ajustarse a lo convencional, se moderará, “Pence es el verdadero presidente”. Fuera del escepticismo, la respuesta no es sencilla. En los últimos meses hemos sido también muchos los que hemos creído que estamos ante un cambio de paradigma en el sistema global. Los cambios de paradigma incluyen una crisis de todo lo que consideramos cierto y de las maneras de construir una verdad. Tal vez Trump aprovecha, sin saberlo, esta crisis para hablarnos de “hechos alternativos” que ni siquiera hay que esforzarse en argumentar, sólo dependen de la ferviente fe que le tienen sus seguidores.

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José Ignacio Lanzagorta es politólogo y antropólogo social.

Twitter: @jicito

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