Dentro de los grandes secretos y sitios legendarios que guarda la vida nocturna de la Ciudad de México, sin duda se encuentra el mítico Patrick Miller, un espacio que raya en el surrealismo y que está dedicado a la música electrónica alternativa de los 80s, 90s y el high energy.

“No puedes vivir en el Distrito Federal y no haber ido al menos una vez al Patrick Miller”, me comentó un conocido en una charla casual; aquella no era la primera vez que escuchaba hablar de ese lugar, de hecho, desde tiempo atrás todas las historias que había escuchado sobre él ya me habían hechizado.

En otra de estas referencias me contaron que:

“El Patrick Miller es una bodega enorme en donde lo mismo te encuentras a bellas modelos, albañiles, chavos fresas, secretarias, señores maduros o hipsters bailando y conviviendo sin ninguna pose. Sólo venden vasos con cerveza y se forman círculos en cuyo centro pueden verse a los personajes más pintorescos sacar los pasos de baile más extravagantes”

Finalmente me animé a ir una noche de viernes, y sí, comprobé que el Patrick Miller es un lugar al que nadie pude dejar de visitar

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A principios de los 80, Roberto Devesa comenzó su carrera como DJ en el Club de Periodistas que entonces se ubicaba en la calle de Filomeno Mata. Bajo el pseudónimo de Patrick Miller, Devesa se centró en los ritmos novedosos de aquella época y en el italo-disco, género derivado de la música disco de los años 70 pero producida a base de dispositivos electrónicos como sintetizadores, samplers y cajas de ritmo.

En Italia esta corriente musical fue conocida como italo-disco, de ahí migró a Estados Unidos y tomó el nombre de Hi-NRG (high energy).

En los años venideros, Patrick Miller se presentó en varios estados del país acompañado de otros Dj’s como Winners y Polymarchs, que junto con él, compartían gustos musicales similares. Estos eventos eran los famosos sonideros, que eran una manera de llevar fiestas musicales móviles a distitnos barrios.

Al buscar etablecerse en un lugar fijo surgió el Patrick Miller, un lugar ubicado en la colonia Roma que recibió el nombre de su fundador, y en el que desde hace tres décadas cada viernes por la noche tienen lugar las fiestas más memorables de la ciudad.

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A veces funciona en jueves o sábados, pero tradicionalmente abre los viernes.

Ubicado en la colonia Roma Norte, este tugurio comienza a llenarse de vida pasadas las diez de la noche, cuando gente de los más diversos orígenes se da cita en el que muchos consideran es la catedral de la música High Energy de la ciudad. Se tienen varias opciones para llegar, ya sea por medio en las estaciones del Metro Cuauhtémoc o Insurgentes; la estación Insurgentes del Metrobús, o bien hacerlo en auto y dejarlo en el Valet Parking del Patrick Miller o en una de las calles aledañas.

Supe que la noche comenzaba diferente cuando al estacionarme un franelero se me acercó a preguntarme si iba ” a la discoteca” ¡¿Quién usa esa palabra hoy en día?! Tras encargarle mi auto al viene-viene finalmente llegué al Patrick Miller. Su fachada no es nada espectacular, es más, uno ni se enteraría que ese lugar es uno de los antros más emblematicos de la ciudad si no fuera por las luces neón que sobresalen de su interior y por la conglomeración de personas que poco a poco van arribando al lugar.

Para las 10:30 el número de personas iba en aumento, por lo que decidí entrar antes de que el acceso se congestionara más. Personal de seguridad privada me hizo una revisión tipo “Torniquete del Estadio Azteca”, y accedí a un patio en donde la luz neón ya le daba un toque especial al lugar. Hice cola por unos 5 minutos, pagué mis 30 pesos de acceso y recibí una ficha, misma que entregué antes de ingresar a un túnel psicodélico y lleno de color. Finalmente estaba en el Patrick Miller.

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Un bodegón rectangular de dimensiones amplias con dos pasillos elevados en sus zonas laterales y una pantalla en la pared del fondo; así es este lugar que está lejos de poseer grandes lujos o comodidades, pero que emana un sabor kitsch y una mística musical que inmediato te atrapa. Como aun no había mucha gente aproveché para ir a comprar unas fichas, y es que en el Patrick Miller la cosa funciona como kermese de primaria: pagas tus bebidas y a cambio recibes fichas de colores, las cuales puedes canjear en una de las dos barras del lugar.

La variedad no es mucha: agua ($ 20), cerveza ($30), refresco ($30) o Red Bull ($40).

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Media hora después, ya con trago en mano, comencé a recorrer el Patrick Miller. La gente seguía llegando y no faltaba mucho para que el lugar estuviera a reventar. El volumen de la música fue aumentando paulatinamente, los lásers y las luces robóticas del techo comenzaron a animarse. Es entonces cuando comenzó la magia.

En el Patrick Miller tarde o temprano terminas bailando. Es imposible mantenerte inmune a la música y al ambiente que se transmite en todos y cada uno de los presentes. De entrada comprobé que lo que se dice es cierto: aquí hay personas de todos los niveles sociales conviviendo de manera saludable. Lo mismo ves a trajeados recién despachados de sus oficinas, que a veinteañeros, cuarentones o mirreyes con sus lobukis. Distintas vestimentas, estilos de vida y personalidades que en cuanto comienza el bailongo se fusionan.

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Entonces surgen los círculos de personas de los que también me habían hablado, y en cuyo centro se llevaban a cabo los ya clásicos duelos de baile en donde pueden verse a los personajes más estrafalarios puliendo el piso de baile. Incluso había un grupo de personas que portaban playeras de colores o pants deportivos que se ve son clientes habituales y han hecho de estos viernes su estilo de vida.

Llega un momento en el que la velada se vuelve una fiesta total donde no importan ni las habilidades de baile ni nada más, todos se fusionan en un collage multicolor que no deja de moverse ni un instante.

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Cerca de la medianoche el Patrick Miller se encuentra abarrotado; la fiesta alcanza su punto medular a pesar del calor sofocante y de que desplazarse de una zona a otra es complicado debido a la cantidad de personas; se ven los pasos de baile más extravagantes, las parejas más extrañas bailando en el centro de los círculos, en fin, gente feliz por el puro gusto de estar reunidos en un ambiente bizarro pero entrañable.

Un par de horas después estaba sudado y las plantas de los pies me dolían, pero qué diablos, me encontraba tremendamente feliz, sentimiento que compartía con el resto de aventureros que esa noche también llegaron al Patrick Miller con ganas de olvidarse de todo estereotipo y simplemente divertiste.

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Poco antes de las 3 de la mañana di por concluida mi primera experiencia en el Patrick Miller. Apenas di unos pasos fuera y ya quería volver. Al salir del Patrick hay un puesto de quesadillas y un carrito de hot dogs, ambos suficientemente cumplidores para reponer toda la energía gastada tras la intensa jornada de baile.

Al otro día lo vivido en el Patrick Miller me parece un sueño, un sitio sacado de una loca película ochentera que aun hoy me niego a ver como real. Me pregunto cuántos como yo han caído presos de su encanto durante las últimas tres décadas. Es cierto, el Patrick Miller es todo eso que me contaron, y más.

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El Patrick Miller se encuentra en Merida #17, entre Puebla y Avenida Chapultepec, en la colonia Roma, a tres cuadras del Metro Insurgentes. Su horario es de 22:00 a 03:00hrs. Abre los viernes, pero para más información de sus eventos visita su perfil de Facebook dando clic aqui. Les recomendamos ir vestidos con ropa cómoda y ligera, porque van a sudar.

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Por @gabrielrevelo

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