Por: Encarni Remolina 

Que nos quedan 18 meses para pensar, para detener el aumento de temperatura en el planeta que podría llevarnos a “la no vuelta atrás”. Este año y el que viene serán clave para saber si nuestra raza sobrevivirá, si lograremos salvar a los osos polares o a las vaquitas marinas o si terminaremos extinguiéndonos nosotros mismos. Cada día, si uno hojea los mayores diarios a nivel internacional, siempre se encuentra algo relacionado a la necesidad de cambiar el rumbo que pareciera inevitable hacia el deshielo, la subida de niveles del mar y al mismo tiempo la falta de agua potable para los más necesitados.  

El grupo de especialistas y científicos (IPPC por sus siglas en inglés) que llevan años a cargo del estudio del proceso, las razones y consecuencias de la acumulación de gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera para la ONU, acaban de presentar un nuevo reporte y es aún menos optimista del que presentaron en octubre del año pasado. En él se indican las “razones para preocuparse” entre las que destacan la inundación de las costas, la pérdida masiva o total de los corales de agua templada como los que se encuentran en el Caribe, los manglares, el ártico y los ecosistemas terrestres. En el estudio, se plantea el escenario menos catastrófico pero no por eso menos preocupante que resultaría si se lograra cumplir la meta de detener el aumento de la temperatura a un máximo de 1.5 grados. 

Foto: Reuters

Esta cifra fue acordada en el pacto de Paris que fue firmado en 2015 por 195 países con el fin de mitigar el daño ya hecho que es irreversible al planeta y encontrar formas para detener el calentamiento global y poder asegurarles un hogar a las generaciones futuras. Este tipo de planes son tan amplios que en este caso, por ejemplo, se acordó que se evitaría el aumento de las temperaturas en 1.5 o 2 grados de aquí hasta el año 2100. Cada país presentó su propio proyecto para contribuir en la contención del calentamiento global, y todo lo pactado entrará en vigor en 2020. 

Lo que nadie pudo ver es que desde que se firmó el acuerdo hasta ahora y a pesar de que el 2100 es aún lejano, científicos creen que la temperatura habrá subido los 1.5 grados para mediados de siglo, lo cual nos dejaría muy alejados de la meta del pacto y sería catastrófico si no logramos detenerlo. Cabe mencionar que se calcula que desde 1906 hasta ahora la temperatura ya aumentó 1 grado.

Foto: Reuters

El aceleramiento del calentamiento global en los últimos años es alarmante y cada vez más visible en los lugares donde vivimos. El mes de julio de este año rompió el récord de temperaturas de toda su historia y en muchos lugares han ocurrido distintos fenómenos que van desde enormes granizadas a mangas de agua impredecibles y sin precedentes así como exceso de lluvia en algunos lugares y extensas sequías que llevan a fuegos que a su vez generan más gases tóxicos en otros.  

Es por eso que ahora se habla de menos de 1.5 grados y ya no de 2 como decía el tratado en un principio y los datos que acaba de presentar el grupo dependiente de la ONU resultan alarmantes. La diferencia de medio grado más o menos, puede resultar en la pérdida de 18% de insectos, 16% de plantas y 8% de vertebrados si la temperatura aumenta hasta 2 grados más. En cambio, si logra mantenerse por debajo del 1.5 grados de aumento, estos porcentajes pasarían a ser 6% menos de insectos, 8% de plantas y 4% de vertebrados. En el caso de los arrecifes tropicales, aún si logramos la meta de 1.5 grados se perderán en un 70 a 90% para mediados de siglo. 

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Pero, ¿qué es realmente lo que está pasando?

La razón porque la tierra puede ser habitable, no es debido a que el sol nos puede calentar si no a que gracias a los gases que forman nuestra atmósfera, parte de esta radiación solar es capturada para generar calor. Parte de este calor después se guarda en la tierra y otra parte, mucho menor, vuelve a salir de la atmósfera que está compuesta por gases. Las conexiones entre las moléculas de estos gases al recibir el calor, funcionan como un resorte, es decir, se activan y se estiran y se encogen generando con está acción aún más calor. 

Los óxidos de carbono, el metano, los óxidos de nitrógeno, el ozono y los cloro fluoro carbonos son los llamados gases de efecto invernadero porque son los que mantienen el calor dentro de la capa terrestre. Si esta capa no existiera, aún con las radiaciones solares la tierra estaría a un promedio de -18 grados C y por razones obvias no podríamos vivir aquí. El problema es que a partir de la revolución industrial que se basó en el uso del carbón para generar energía, más y más de estos gases se han ido acumulando en la atmósfera y por ende más y más calor se ha generado. La acumulación a su vez ha sido tal, que esa mínima parte de radiación solar que era expulsada de nuevo fuera de la atmósfera terrestre, ya tampoco encuentra salida y es por esto que en los últimos años, la tierra se ha calentado a una velocidad mayor de la esperada. 

Foto: Reuters

El aumento de la población, la deforestación, el aumento vehicular y el continuo uso de energías fósiles en lugar de las ya existentes pero de difícil acceso renovables así como el desmesurado uso del agua en algunas industrias están llevando al planeta al borde de un abismo literal.

Pero la tierra, tal como lo dijo Adam Frank en su magnífico artículo publicado hace un año en el New York Times, sobrevivirá. Ha sobrevivido una y otra vez. Hielos, deshielos, meteoritos, inundaciones y hasta dinosaurios. Los que no sobreviviremos, si no hacemos algo, seremos nosotros. 

La tierra tiene aproximadamente 4,560 millones de años, de los cuales solo en los últimos 540 millones de años se han encontrado fósiles. Esto quiere decir que la mayor parte de su vida, la tierra la pasó inhabitada y probablemente en paz. Si contraemos la larga vida de la tierra a una maqueta equivalente de 24 horas, nuestro antecedente, el homo, aparecería tan solo dentro del último minuto. Así que yo diría que no, que la tierra no nos va a extrañar. La tierra ha pasado la mayor parte de su historia sin nosotros, y me atrevería a decir que probablemente estaba más tranquila, más sana y más bonita. 

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Seamos sinceros y empecemos a hablar de nosotros mismos, del egoísmo de la raza humana que nos ha llevado hasta dónde estamos. La necesidad de detener el calentamiento global no es solo por la pérdida que parece inevitable de los magníficos arrecifes de corales y todo lo que podría ello conllevar que aun desconocemos (porque sí, la ciencia también tiene sus límites) ni por las vaquitas marinas.

En total hay 18 animales que según WWF, están en riesgo crítico de extinguirse y al menos 80 más en el resto de la lista con menor riesgo. La necesidad de cumplir con el objetivo de que la temperatura no aumente más de 1.5 grados es la misma que tenemos nosotros de sobrevivir y de asegurar un futuro sustentable a nuestro planeta y a todo lo que nuestra civilización para bien o para mal ha creado. 

Y no es solo el cambio climático o la devastación de los ecosistemas si no el humano como depredador que es el responsable de muchos de estos casos como las tortugas marinas, el pingolín o el elefante africano. 

Creo que es momento de hacernos responsables cada uno de nosotros. Es cierto que la mayor parte de los contaminantes que llegan a la atmósfera provienen de industrias y de transporte pero eso solo nos hace sentir que como individuos no podemos hacer nada y eso no es real. No basta imponer leyes o forzar a gobiernos a presentar programas que después no van a ser cumplidos por los intereses económicos detrás de las diversas industrias. Las industrias seguirán produciendo y ganando al no ser que nosotros mismos cambiemos nuestra forma de consumo. 

Por ejemplo, si el 70% del agua dulce se destina a la agricultura, gran parte del resto va a la ropa que vestimos. Un joven promedio, la ropa que trae puesta suponiendo que lleva unos jeans, unos tenis, una playera y una camiseta encima, lleva 15 mil litros de agua. Esto sería el equivalente a llenar una bañera unas 75 veces. 

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Si logramos reducir el consumo de ropa, habremos contribuido también a disminuir el uso de agua potable que es y será aún más necesaria en el futuro para poder asegurar la vida y la seguridad alimentaria a todos en este planeta. No podemos seguir contribuyendo a la cultura del “fast fashion” de las marcas que venden mucho y venden barato sin pensar también en todo lo que hay detrás de cada una de las prendas que usamos o lo que vendrá en un futuro si no detenemos esta locura del shopping. 

Podemos, poco a poco desde nuestras casas, contribuir a que esta meta se cumpla. Debemos reducir el uso de motores de combustible, del aire acondicionado, los aerosoles y todo lo que genera más acumulación de gases en la atmósfera. Podemos evitar utilizar más plástico, las cosas pequeñas si somos muchos los que comenzamos a hacerlas, a la larga traerán cambios. Tenemos aún varios años para la mitad de siglo. Comencemos desde ahora. 

Cada uno tenemos una huella ecológica y es esa la que debemos primero conocer, y luego decidir si queremos hacer un cambio no solo por nosotros si no por el resto de la humanidad. Hay páginas que te ayudan a conocer cuál es tu impacto, es decir, todo lo que posees y utilizas en tu día a día, cuánto daño ha generado o puede generar al planeta. 

Algunas formas sencillas de generar menos basura y ser más conscientes de lo que usamos y como lo usamos es primero reducir y lo que no se puede reducir, reciclar. Es mejor llevar tus bolsas de tela cuando vas de compra o tus tuppers para el jamón que regresar a casa con cientos de plásticos que después terminaran en la basura o en un rincón. Cambia tu cepillo de dientes por uno de bambú y trata de utilizar jabón en barra en lugar de los que vienen en botes de plástico. Si eres mujer, cambia las toallas o los tampones por una copa menstrual, en promedio, una mujer al año genera 60 kilos de basura solo de productos sanitarios sin contar siquiera el agua y la contaminación producida al producirlos. 

Foto: Reuters

Una de las recomendaciones en este nuevo informe de IPPC, es reducir el consumo de carne, especialmente la de res. Tenemos que cambiar nuestra dieta o al menos hacernos consciente de lo que consumimos y de donde proviene.  Ya no se trata de ser o no ser hippie, ecologista o vegano. De amar a las plantas o a los animales más que a nosotros mismos. Se trata de formar parte de un plan que es más grande que nosotros y que necesita que todos, parejo, hagamos conciencia. Por ejemplo, 1 kilo de filete de res necesitó 15 mil quinientos litros de agua, casi lo mismo que toda la ropa que llevas puesta; un kilo de pollo 4600, una cerveza 74 litros y una pizza Margarita 2300. 

Aquí puedes encontrar la huella ecológica y más datos de la producción de distintos alimentos. 

Greta Thunberg tiene razón, es vergonzoso pensar que los que estamos en edad adulta, y que deberíamos estar siguiendo paso a paso las recomendaciones de los diferentes grupos que desde hace años nos han venido advirtiendo sobre el calentamiento global que trae el cambio climático y con ello la devastación de algunas zonas, solo seamos capaces de seguir Juego de Tronos, La casa de Papel o cualquier otra ficción. La industria cinematográfica, según un estudio hecho por la Universidad de Los Ángeles, contamina más que las otras industrias que tienen en el condado: la aeroespacial, la hotelera o la de ropa pero a nadie parece importarle en nombre del entretenimiento.  

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