Foto: Cuartoscuro

La precaria situación económica que se sufre en diversas partes del país, aunado al crecimiento de la inseguridad, son algunos de los elementos que han causado que la violencia en contra de los sectores vulnerables este a la alza.

Uno de esos grupos es el de las mujeres y, sin embargo, ante este panorama las autoridades poco han hecho para implementar medidas que ayuden a encontrar una solución a la problemática.

Mujeres vestidas de negro y con pancartas contra la violencia feminicida protestaron, marchando desde la glorieta Emiliano Zapata hasta el zócalo de Cuernavaca (Febrero, 2019). Foto: Cuartoscuro.

“Las autoridades son omisas, indiferentes”, es uno de los principales reclamos que desde la sociedad se hace cada que se reportan nuevos casos de feminicidios y no se vislumbra un camino que dirija a la justicia y, sobre todo, a la erradicación del problema.

Pero, ¿será que solo las autoridades son omisas? De acuerdo con la antropóloga especializada en las relaciones de poder entre los géneros, Jahel López Guerrero, los casos de feminicidios ocurren en la medida en que las instituciones y el Estado, pero también la sociedad, no hacen algo para evitarlos.

La sociedad es partícipe, sentencia la especialista, apuntando que, si bien el feminicidio es el caso más extremo de violencia, existen distintas expresiones de agresión hacia las mujeres, a las cuales poca o nula atención se ofrece y en su conjunto se denominan como violencia feminicida.

Foto: Ilse Huesca/ Cuartoscuro

La violencia feminicida

La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia define a la violencia feminicida como “la forma extrema de violencia de género contra las mujeres producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas que conllevan misoginia, impunidad, tolerancia social y del Estado y que pueden culminar con el homicidio y otras formas de muerte violenta”.

En el estudio “La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencias 1985-2016”, se señalan como ejemplos de actos de violencia feminicida la violencia de pareja, la desaparición de mujeres y otros delitos como la desaparición y las agresiones sexuales.

Incluso se menciona que el suicidio es otra forma de muerte violenta que debería ser investigada mediante protocolos de feminicidio, para descartar razones de género o que en realidad se trate de un feminicidio que se quiere pasar por una muerte autoinfligida.

López Guerrero va más allá, al indicar que hay casos de muertes no violentas, pero que deberían entrar dentro de la clasificación de violencia feminicida.

¡Ni una menos! Las cifras de feminicidios en México en 2018
Foto: Reuters

“La mayoría de las investigaciones sobre homicidio se hacen a partir de casos de homicidios dolosos, pero bastaría con revisar las muertes por homicidios culposos para notar que poco se hace para evitar la muerte de las mujeres, no solo de manera violenta. Somos una sociedad feminicida”, asegura López Guerrero, al apuntar que estas muertes evitables y no violentas —al menos no a un grado extremo— se dan en contra de un grupo muy específico de mujeres y están relacionadas con problemas de salud pública, donde se evidencian problemas de desnutrición, mala atención médica y, en general, limitar el derecho a la salud y a la educación.

Un entorno violento

Ya sea en mayor o menor medida, la sociedad tiene una carga de responsabilidad de la violencia hacia las mujeres, al ser indiferentes ante acciones que afectan su integridad física y emocional. Esto no solo por parte de una pareja o familiar: las agresiones pueden darse en todo tipo de relaciones sociales.

Así, en el trabajo, el hogar, la calle o el transporte público, las mujeres son objeto de agresiones de todo tipo. Desde acoso, celos, abuso de poder, burlas, insultos, control económico, manipulación emocional, subvaloración, hasta agresiones físicas, violencia obstétrica, prohibición para ejercer el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y, en última instancia, feminicidio.

En el análisis de cómo es que se dan este tipo de relaciones sociales que resultan en violencia, el estudio de los entornos es de suma importancia ya que con él se revela no solo el tipo de relaciones que se establecen, sino la forma en que las infraestructuras influyen en la calidad de éstas.

“Esas infraestructuras se vinculan con relaciones sociales de violencia”, advierte López Guerrero. “Tenemos el caso de las chicas que han intentado ser secuestradas en el Metro: este transporte está lleno de lugares oscuros, pasillos, interconexiones, etcétera, cuyo diseño no fue ideado pensando en las personas, sino en la estructura (…) y quedó bien, pero son realmente espacios propicios para que la gente que los habita viva la violencia”.

Lo que advierte la especialista se suma a la indiferencia con que la sociedad es testigo de la violencia feminicida.

 “Decimos desde el feminismo y el estudio de las ciudades, que sólo se piensa en espacios que se construyen desde una mirada neutral. Como si todo mundo fuera igual, sin diversidades: un mismo cuerpo, las mismas capacidades, las mismas actividades. No se contemplan las diferencias.

Ya que para muchos puede parecer una exageración el hecho de apuntar que los entornos suman en la vulnerabilidad de las mujeres a situaciones de violencia, López Guerrero concluye poniendo el problema en términos de empatía, sociabilidad.

“Mientras no pensemos el espacio para construir relaciones igualitarias, de buen trato, donde las diferencias y diversidades puedan manifestarse, difícilmente si te quieren secuestrar, alguien se va a parar a ver qué pasa”, concluye.