La Plaza Garibaldi ya no sólo será lugar sagrado por ser el espacio para escuchar mariachis en lo que se agarra la jarra. Ahora también por el hallazgo realizado por gente del Instituto Nacional de Antropología (INAH).

A ladito del Tenampa, donde hace unos días Monreal fue hacerle a la mama… digo, a rendirle tributo a José Alfredo Jiménez, arqueólogos del INAH descubrieron una ofrenda mexica, la cual –según el ojo especialista– habría sido depositada tras la invasión de Tenochtitlán.

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Foto Mauricio Marat. INAH

Aunque apenas el INAH está dando esta gran noticia, el hallazgo fue realizado en agosto pasado. Pero ya sabe, había que analizar las piezas y demás. Ahora se puede presumir que la ofrenda de Garibaldi comprende diversos materiales, como una olla con restos óseos, así como 13 sahumadores.

La ofrenda se asocia a los periodos de contacto español y virreinal temprano. ‘Se dispuso en las primeras décadas tras la conquista de Tenochtitlan, como parte de un ritual de clausura, un acto esencial para la cosmovisión tenochca’”, señaló Mara Becerra Amezcua, encargada del grupo arqueólogos que realizó el hallazgo.

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Foto Mauricio Marat. INAH

De acuerdo con el comunicado difundido por el INAH, la ofrenda fue descubierta en un predio cercano a la Plaza Garibaldi (ubicada en el centro-norte del Centro Histórico de la CDMX).

En dicho lugar se habría localizado la vivienda de una familia mexica sobreviviente a la invasión española… y bueno, según las hipótesis, al ver que el mundo que conocían estaba por desaparecer, dicha familia dejó una ofrenda –precisamente– en honor a lo que se desvanecía.

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Foto Mauricio Marat. INAH

Así que si próximamente van a Garibaldi, sepan que a unos pasos de ahí una familia realizó “un ritual (…) para dar testimonio de que así terminaba un ciclo de sus vidas y de su civilización”. Esto habría ocurrido en el siglo XVI, posiblemente entre los años 1521 y 1610 d.C, según los especialistas.

Entre cantos y olor de copal, los moradores dispusieron en el patio una ofrenda con múltiples elementos, entre los que destacan una olla con restos óseos (cenizas humanas) y 13 sahumadores polícromos de casi un metro de longitud, usados para quemar la resina”.

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Foto Mauricio Marat. INAH

De acuerdo con la coordinadora del rescate arqueológico, no hubo que rascarle mucho: la ofrenda apenas estaba a cuatro metros de profundidad. Eso sí, bien protegida:

“Estaba recubierta con varias capas de adobes bien consolidados para mantenerla fuera de miradas ajenas, indicativo del temple de aquellos mexicas que permanecieron en Tenochtitlan tras la toma de la ciudad por Hernán Cortés”, destacó Mara Becerra Amezcua, dejando en evidencia lo significativo que es el hallazgo, precisamente ahora que se conmemoran los “500 años de resistencia indígena.

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Foto Mauricio Marat. INAH

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