Un día triste para las letras mexicanas. Murió el prolífico escritor Sergio Pitol Demeneghi. La noticia ha sido confirmada por la familia del Premio Cervantes. De acuerdo con diversos medios, el deceso del también traducto y diplomático se dio a las 09:30 horas, en la capital veracruzana. La causa de su muerte sería una afasia progresiva que lo aquejó durante varios años.

Nacido en Puebla en marzo de 1933 y huérfano a temprana edad, Pitol pasó su infancia Veracruz. Lector de Julio Verne, Dickens, Twain, así como de Neruda, García Lorca y Gorostiza, en 1950 se muda a la Ciudad de México para realizar estudios en Derecho, además de tomar cursos en la Facultad de Filosofía y letras de la UNAM, donde conoce a Alfonso Reyes. En esta época fue colaborador del suplemento cultural Diorama de la Cultura, del diario Excelsior.

Para 1955 dirige la revista fundada por estudiantes de la FFyL, Cauce. Tres años después, se da a conocer como escritor con el cuento “Victorio Ferri cuenta un cuento”, el cual fue publicado en Cuadernos del Unicornio con apoyo de Juan José Arreola. Para esta altura, Pitol ya cuenta con reconocimiento de otros grandes de las letras de nuestro país: gracias a la editorial de la revista Estaciones (a instancias de Monsiváis y José Emilio Pacheco) publica su primera novela Tiempo cercado (1959).

Además de escritor, Sergio Pitol se destacó como traductor y diplomático. De ahí sus constantes viajes y estancias en diversos puntos del mundo, como París, Ginebra, Roma, Pekín y Varsovia, esta última ciudad donde residió de 1963 a 1966. En este lapso, tuvo contacto con las letras eslavas, mismas que traduciría y, más tarde, daría a conocer. A su regreso a México, Pitol se estableció en Xalapa, donde se encargó de la dirección de la editorial de la Universidad Veracruzana, institución en la que impartió Historia de la Literatura Mexicana. Para 1969, continúa con su espíritu nómada y se traslada a Barcelona. Ahí colabora con Seix Barral, Anagrama y Tusquets, además de dar fin a El tañido de la flauta, novela por la que se hizo merecedor al Premio Rodolfo Goes.

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Para la segunda mitad de la década de los 70, divide su vida entre París (donde fue consejero cultural de la Embajada de México) y Moscú. En los primeros años de los 80, es nombrado embajador de México en Praga, donde escribe Vals de Mefisto y El desfile del amor, merecedora del Premio Herralde de Novela. Estudioso de la literatura rusa, en especial de Viktor Sklovski, para finales de los 80 y comienzos de los 90, Pitol se dedicó a la impartición de cursos sobre estas letras. La Facultad de Filosofía y Letras y la Universidad Veracruzana serían algunas de las instituciones en las que llevaría a cabo esta tarea. Sin embargo, nunca desatendió la producción literaria y, en 1991, publicó La vida conyugal.

Caracterizada por su rigor formal, la obra de Pitol comenzó a ser ampliamente reconocida en la última década del siglo XX. En 1993 fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura. En 1997 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, mismo año en que se hizo merecedor del Premio Mazatlán al mejor libro publicado en 1996, El arte de la fuga. Para 2005, alcanzó la justa altura de grandes como Octavio Paz, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, al recibir el Premio Cervantes. “Quien quiera atesorar datos biográficos de nuestro personaje, solamente tiene que asomarse a sus libros, y en concreto a El arte de la fuga y El mago de Viena. Sólo quien se adentre en su obra sabrá del tamaño humano e intelectual de Sergio Pitol”, escribió Manuel Borrás para quien el políglota, ensayista y pensador era más que un autor, era un “caballero sobreviviente de la literatura”. Descanse en paz.

 

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