Lo que necesitas saber:
Los tiempos cambian, aunque muchas de nuestras costumbres son las mismas. Aquí un breve repaso a las celebraciones de fin de año en la época de Don Porfirio.
Las celebraciones de Navidad y recibir el año son una tradición en nuestro país desde hace ya varios siglos. Las costumbres cambian con el tiempo, pero la unión familiar y los buenos deseos de prosperidad continúan. Hace más de 100 años el porfiriato modernizó a México con nuevas costumbres, aunque el poder estaba monopolizado. A todo esto, ¿cómo eran los festejos de Año Nuevo en la época porfiriana?
El periodo del Porfiriato marcó la historia de México con el gobierno de don Porfirio Díaz que duró 34 años desde su llegada al poder en 1876, hasta su renuncia en 1911 con el estallido de la Revolución. Y aunque hubo una pausa intermedia durante el gobierno de Manuel González, de 1880 a 1884, Díaz era ministro y una figura principal en el gobierno.
Todo el país tenía festejos navideños y de fin de año. Entre las élites sociales se celebraban bailes elegantes con orquestas, banquetes y recepciones al estilo europeo, mientras el pueblo tenía sus fiestas tradicionales religiosas, bailes, verbenas populares y juegos pirotécnicos. Era una época con una división social muy marcada, pero todos los mexicanos celebraban a su manera.
Las celebraciones hacia el fin de año
En ese entonces, la temporada de festejos de fin de año iniciaba igual que ahora, el 12 de diciembre con el Día de la Virgen de Guadalupe, importante para todas las clases sociales y de solemnidad oficial. A pesar de las Leyes de Reforma, en esa época quedaron atrás las restricciones religiosas y había cierta tranquilidad en las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Para el 12 de diciembre había celebraciones suntuosas y bien organizadas en la Villa de Guadalupe, además de una gran devoción por parte del pueblo con peregrinaciones, cantos y rezos del Rosario. La virgen, símbolo de unidad e identidad, era considerada como la “Reina de México” tras su coronación pontificia el 12 de octubre de 1895, evento al que asistieron la entonces primera dama y esposa de don Porfirio, Carmen Romero Rubio y gente de la alta sociedad mexicana.
División social y otras tradiciones
Había una división social muy marcada en las posadas, unas se centraban más en las tradiciones religiosas con rezos y procesiones y las más modernas tenían bailes y estaban dedicadas a la diversión. No podían faltar las piñatas de barro y la repartición de aguinaldos para los niños, que eran bolsas con dulces y frutas de temporada como la caña o el tejocote.
Las pastorelas con sus ángeles, pastores y diablos evolucionaron y su tono religioso se enfocó en el divertimento, la crítica social y la sátira política, con una mezcla del humor popular y la cultura afrancesada de la época. De sus representaciones típicas en las iglesias, se trasladaron a corrales y teatros. La pastorela mexicana marcó su propio estilo al mezclar las tradiciones típicas del teatro español con el humor y las tradiciones locales.
La Nochebuena, la Navidad y el Año Nuevo
Las típicas celebraciones navideñas y de la víspera de Año Nuevo adoptaron las lujosas costumbres europeas con grandes cenas en lugares suntuosos con decoraciones sofisticadas. Las élites aristocráticas realizaban banquetes elegantes, mientras que las clases populares realizaban fiestas más tradicionales. La costumbre del arbolito que llegó en el tiempo de Maximiliano y Carlota había llegado para quedarse.
Mientras que las clases altas disfrutaban de la más refinada cocina afrancesada con pavo al horno con rellenos sofisticados, canelones, bacalao, vinos, licores y otras carnes, la población general disfrutaba de sus platillos típicos a base de maíz como los tamales y el atole, además del guajolote y los típicos romeritos, entre otros de las tradiciones mestizas.
Así llegaban la Nochevieja y el Año Nuevo con una marcada diferencia entre las clases sociales. No podían faltar los sombreros de copa, los fracs, sacos largos y bastones, así como los vestidos elaborados, los corsés y los encajes para las clases altas y las indumentarias de manta, sarapes, paliacates, sombreros de ala ancha, faldas largas y rebozos para las clases populares.
El día 6 de enero llegaba la celebración del Día de Reyes como otra gran fiesta popular muy celebrada en lugares como la Alameda Central, donde se vendían juguetes y piñatas. Para cerrar las fiestas quedaba el Día de la Candelaria el 2 de febrero, que en ese entonces se consolidó como una mezcla entre las costumbres católicas y los elementos tradicionales prehispánicos con ofrendas de maíz y el consumo de tamales.
El porfiriato y sus costumbres
La influencia afrancesada duró hasta la llegada de la Revolución Mexicana. El porfiriato modernizó al país imponiendo su estilo particular en la cultura y las costumbres. Durante esa época llegó el ferrocarril, la luz eléctrica y la red telegráfica y hubo grandes obras arquitectónicas de influencia europea, de las que muchas se conservan hasta nuestros días.
Una de las extrañas costumbres entre las clases altas de la época de la que se tiene registro era la de “las mujeres arrodilladas”. Para el fin de año, las mujeres se ponían de rodillas ante sus maridos para pedir perdón por los errores cometidos a lo largo del año. Aunque las mujeres debían ser sumisas y dedicarse exclusivamente al hogar, hoy esa rara costumbre nos puede sonar demasiado exagerada.
Aún así, con estas raras costumbres y la marcada división social, las fiestas se celebraban con tanta alegría como en la actualidad. La Revolución terminó con la era del porfiriato y trajo nuevas garantías sociales, educativas y algo de igualdad al fomentar la identidad nacional y como siempre, cada 31 de diciembre tenemos la esperanza de recibir un año mejor.
