Pocas cosas tan asquerosas, repulsivas y terroríficas como tener ratas en casa. Afortunadamente, tú que ahora nos lees mantienes tu hogar dos-tres limpio, cuidas que no se metan alimañas y tienes una higiene aceptable. Sin embargo, no por eso estás exento de toparte, el día menos pensado, con un hermoso y regordete roedor dentro de tu vivienda.

Imagina la escena:

Vas al baño y cuando te dispones a charlar con el Dios de Porcelana te encuentras con una rata nadando en él. Después de gritar (sí, aunque seas un chairo rockero revolucionario tatuado) y salirte corriendo a buscar ayuda, te preguntas cómo es posible que aquel ser de bajo astral haya logrado llegar al que suponías, es el espacio más intimo de tu casa.

Aunque no lo creas, la escena que acabamos de narrar es perfectamente posible. Partamos del hecho de que estos animales están presentes en la mayoría de las alcantarillas y sistemas de drenaje de las ciudades del mundo. Ahora bien, su cuerpo está anatómicamente diseñado para escurrirse prácticamente en cualquier espacio, gracias a sus garras que les permiten escalar por paredes verticales, y a sus costillas y espina dorsal tan flexibles, que les permiten colarse por todo tipo de espacios. Además pueden nadar hasta casi tres días seguidos y sumergirse en el agua durante más de tres minutos.

Como ya te diste cuenta, a las ratas no les cuesta el menor trabajo llegar hasta tu retrete. Incluso, mientras lees esto, una de ellas podría estar nadando en él.

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Lo peor es que esto no lo inventamos nosotros para causarte temor, sino que fue mencionado en un programa de National Geographic. Vean y sientan angustia:

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🙁

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