A pesar de que no somos muy afines a recordar hechos catastróficos, hay ciertas menciones históricas que deben hacerse. Como la que haremos a continuación, ya que hoy se cumplen 37 años desde que ocurrió el peor accidente nuclear registrado en Estados Unidos.

Todo comienza en Three Mile Island, una isla en río Susquehanna, que se encuentra cerca de Harrisburg, estado de Pensilvania, el 28 de marzo de 1979; cuando una planta experimentaría una falla en la Unidad TMI-2 de la sección secundaria y no nuclear. La falla mecánica evitó que la bomba principal de agua alimentara a los generadores de vapor que regulaban la temperatura del centro del reactor nuclear.

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Debido a esto, tanto una turbina del generador, como el mismo reactor, se apagaron, lo que causó que la temperatura y la presión en la sección nuclear de la planta incrementaran rápidamente. Cuando este tipo de cosas suceden, se debe operar manualmente una válvula que libera toda esa presión del reactor y luego cerrarse. Desafortunadamente, dicha válvula se atoró y quedó abierta, cosa que nadie dentro de la planta pudo saber, ya que el cuarto de controles de la planta indicaba que todo estaba en orden.

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En ese momento, sucedieron demasiadas cosas en cadena: Ya que el personal pensaba que el centro del reactor se estaba enfriando, no tomó medidas extra para cerrar la válvula de emergencia. Mientras tanto, la presión del reactor nuclear alcanzó temperaturas tan altas, que comenzó a derretirse y al mismo tiempo, comenzaron a romperse numerosas tuberías que se encontraban dentro de la planta.

Para ese momento, fue que las alarmas comenzaron a sonar y ya era demasiado tarde. El TMI-2 sufrió una fusión de reactor en su núcleo, lo cual es catalogado como el más peligroso tipo de accidente nuclear.

Afortunadamente, las consecuencias de este accidente fueron mínimas, ya que a diferencia de lo ocurrido en Chernobyl y Fukushima, las instalaciones soportaron en accidente y mantuvieron casi todo el material radiactivo dentro de la planta.

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En un principio, las autoridades federales y del estado, estaban preocupadas por las pequeñas fugas de gas radiactivo y por la potencial amenaza hacia las 25,000 personas que residían en los alrededores, pero según un estudio realizado sobre la población, demuestra que no hubo daños a las personas. No obstante, Greenpeace, apoyada en otros estudios independientes sostiene que existió y existe un aumento claro en los casos de cáncer y leucemia sobre la zona cercana a la central.

Sin duda, este acontecimiento marcó la vida de muchas personas y a su vez, sirvió como una cruda lección para fortificar las regulaciones en las plantas del país. Esperemos que accidentes como este, no sucedan a futuro.

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