La gira del 50 aniversario de Pet Sounds de Brian Wilson termina en 2017. De las últimas fechas que él y su banda tienen programado este año fue en Trópico, un festival en la costa acapulqueña.

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Después de que el show de Devendra Banhart apasigüó los ánimos de la juventud reunida en Trópico, fue bastante irónico presenciar cómo un hombre de 74 años, con una orquesta de 10 personas con más o menos la misma edad, le dieron para arriba al público que para esa hora, ya estaba bastante entrado en la “fiesta química”. Dos percusionistas, dos pianistas, dos guitarristas, bajista, un vocalista, un saxofonista, todos músicos que rebasaban los 50 años (mínimo), pero que interpretaban sus instrumentos como si tuvieran 30 años menos. Ahí el más pasivo era el mismísimo Brian Wilson, dio el show entero sentado en una silla acolchonada negra. De vez en cuando tocaba el piano, mientras no tocaba –o intentaba cantar–, reposaba con las manos en las rodillas, y observaba fijamente hacia algún punto, sin decir nada, sin gesticular. Desde finales de los sesenta fue diagnosticado con esquizofrenia, tiene varios desórdenes mentales, incluso daño cerebral, por el abuso de drogas. Con esto en mente es aún más admirable verlo ahí, sentado, en un setting lleno de palmeras. Imaginandolo 40 años antes, cómo habrá sido, cómo habrá sentido la brisa del mar, joven, haciendo música. Y ahora presentándola años después en nuestro país.

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Muy desentonado, vocalizaba una que otra melodía, las notas más altas se las dejaba a Matt Jardine hijo de Al Jardine (Beach Boy original que también es parte de su gira). Brian Wilson le echó flores a Matt, dijo que era un excelente vocalista… La verdad es que su voz no era nada destacable. Creemos que más bien Brian está orgulloso de que padre e hijo sean parte de la misma gira, a su lado. Como si su obra maestra, Pet Sounds trascendiera en el escenario entre las generaciones que lo vieron nacer y perdurara en la sangre.

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Brian Wilson y su banda no empiezan con Pet Sounds, como muchos esperábamos. Antes de llegar a “Wouldn’t It Be Nice”, tocaron “Don’t Worry Baby”, “Wild Honey” y “Sail Away”… La hacen de emoción. Melodías inocentes, de una época en donde los noviazgos eran de “manita sudada”. Canciones cursis que ayer apelaron a una generación que de inocente no tiene nada. ¿Será parte de la magia de la leyenda? Brian Wilson y su banda conmovieron con una fórmula llena de “ulah-las” y notas con tonalidades pastel. Las parejas bailaban, hombro a hombro, se besaban como si estuvieran en alguna especie de graduación de los años cincuenta, en un salón con vestidos vaporosos y trajes con florecitas en el bolsillo delantero.

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Cuando llegó el momento de Pet Sounds entramos a una especie de trance, a un mood ¿respetuoso? Como si estuviéramos a punto de entrar a un museo viviente, donde frente a nuestros ojos fuera a revivirse uno de los momentos que cambió la historia musical. Algo así como el ánimo en el que entrábamos cuando de pequeños visitábamos una exposición y la maestra nos decía que “no tocáramos nada, que era momento de portarse bien”. A lo mejor la expectativa era demasiado alta y eso acrecentó la suntuosidad…

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El respeto y la rigidez se fue diluyendo. Brian a veces hablaba antes de empezar con alguna pieza. Las dos canciones instrumentales del disco fueron antes anunciadas: “esta canción no tiene voz”.

Pet Sounds se fue rápido, se mezcló con canciones de la banda. Cerraron con “Good Vibrations”, “Surfin’ U.S.A.”, “Fun, Fun, Fun”… caeremos en un cliché, y seguramente ya imaginaban este cierre: fuimos parte de un acto legendario interpretado en su hábitat. En la playa, rodeados de humedad y de olor a sal. Fuimos tocados por Brian Wilson, que aún con 74 años y un padecimiento degenerativo, sigue tratando de trasmitir a otros “niños de playa” el amor que le tiene a esta obra que cumplió 50 años de haberse gestado. Gracias Brian Wilson.

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En Trópico aparentemente lo más “importante” es la experiencia. Venir a escuchar música está en segundo término. El único acto que nos salió de esa regla fue el de Brian Wilson. Redescubrir una legendaria pieza sonora en medio de un escenario paradisiaco. Varios estaban ya muy enfiestados para dimensionarlo, los demás simplemente estábamos parados frente a él. Uno de esos momentos que difícilmente volverá a repetirse.

Fotos Abraham Huitrón

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