“Separarse de la especie por algo superior…poder decir adiós, es crecer”.
Llevo horas tratando de desenredar ese nudo que se ha formado en mi garganta para traducirlo en palabras. Aunque sólo coincidimos en algunas entrevistas, momentos y charlas, Gustavo Cerati ha sido uno de esos personajes constantes a lo largo de mi vida; desde esa navidad en 1984, donde a mis cuatro años, veía a mis primos (cinco, siete, diez años más grandes que yo) enloquecer con canciones como “‘Te hacen falta vitaminas”, “Sobredosis de TV” y “Un misil en mi placard” que venían incluidas en un disco de un grupo llamado Soda Stereo, del cual, para ser sinceros no entendía absolutamente nada.
Pasaron los años y “Nada Personal”, “Signos”, “Persiana Americana” se convertirían en himnos que marcarían a una generación que tuvo la fortuna de atestiguar la transformación del ‘Rock en Tu Idioma’. Llegaría 1997 y recuerdo que en mi austera adolescencia, me quedé sin boletos para presenciar los últimos conciertos de Soda Stereo en México, sin embargo, también recuerdo haberme sentado con mi hermana en las afueras del Palacio de los Deportes para escuchar, aunque fuera de lejitos los acordes de esas canciones que habían sido una constante durante mi existencia.
Para 1999, tendría la fortuna de encontrarte por primera vez en la cabina de Radioactivo, donde yo era un simple jalacables y recogepapeles; visitabas la cabina de ‘El Mañanero’ para presentar el Outlandos d’americas al lado de Stewart Copeland de The Police. Entre muchas cosas que se dijeron esa mañana, recuerdo el momento en el que contabas lo increíble que te parecía el participar en este homenaje a The Police al lado de Andy Summers, al tiempo en el que recordabas la manera en la que cuando eras niño, solías jugar a tener un grupo de rock con la ayuda de unos palos de escoba. Tal vez la primera muestra de la inagotable creatividad que tendrías el resto de tus días.
Por que hoy todos lloramos a un Gustavo Cerati que nos ha doblado con su música y con sus letras, pero personalmente no puedo dejar de lado al Cerati que siempre buscaba inventar, innovar y utilizar toda clase de herramientas para generar nuevos paisajes visuales y sonoros. Y así, como de niño buscabas hacer música con unos palos de escoba, con el paso de los años te convertiste en uno de los primeros músicos en tomar una computadora para grabar y fabricar música, de los primeros en editar un disco ‘interactivo’ buscando expandir tu música a ese ‘mundo virtual’ que tan descontrolado nos tenía a finales de los noventa. Regresaste con Bocanada y recuerdo lo impresionante que resultaron los conciertos en el Metropólitan y posteriormente tu residencia en el Hard Rock Live. Llegarían los 11 Episodios Sinfónicos, Siempre es Hoy y el fin de Radioactivo. Siempre recordaré con mucho cariño aquel correo y los mensajes que nos enviabas con Nando para preguntar cómo estábamos y de qué forma podías apoyarnos.
Años después nos volveríamos a encontrar en Reactor con la gira del Ahí Vamos y el esperado (e insípido) regreso de Soda Stereo, un reencuentro del que tengo entendido, tuviste tus reservas, no por tu relación con tus compañeros de grupo, sino porque siempre, buscabas ver para delante y no hacia atrás. Para el 2009, tuve la fortuna de ser invitado a tu casa y estudio en Buenos Aires para escuchar la mezcla de Fuerza Natural, un disco para el que de nueva cuenta, te quisiste separar de lo hecho con antelación para adentrarte en un viaje que explora la impalpable, pero siempre presente relación que tenemos con esas ‘fuerzas’ que nos mueven día a día.
Un disco que por cierto, también decidiste editar en vinilo, en una era en la que pocos artistas solían hacerlo. Un disco, para el que en vez de hacer videos, tenías la idea de hacer una película, una ‘road movie’ que acompañara los cortes, porque para ti, este no era un disco, era un viaje, un viaje que sin saberlo, culmina con una frase que perfectamente encapsula el legado que has dejado en millones de almas: ‘resuena en mí su voz’.
Descansa en paz Gustavo Cerati.
Sopitas.