Hoy se cumplen 20 años de la peor devaluación que ha sufrido México.

1994 fue un año con sobresaltos políticos y económicos: la aparición de un movimiento armado e Chiapas, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, y al final del año, el estallido de una crisis económica que dejaría marcado el futuro de México. ¿Qué sucedió entonces? ¿fue un problema económico o un problema político?

La llegada de Carlos Salinas al poder en 1988, trajo consigo el arribo de una élite promotora de un nuevo programa de políticas públicas, específicamente las políticas económicas de libre mercado. Es preciso recordar, que no sólo México, sino que en diversas partes del mundo, las economías funcionaban a partir de un modelo en el que el Estado participaba como parte del sector productivo y hacía una redistribución de la riqueza en forma más abundante. Así, la llegada de Salinas se dio en medio de una revolución económica que requería pactar y modificar al sistema político.

Es en este contexto, que las reformas ganaban popularidad bajo el discurso de la ineficacia del Estado como motor del desarrollo y distribución de la riqueza, y la necesidad de una mayor participación del sector privado en la economía. El éxito del gobierno salinista, puede decirse, estuvo en la eficiente habilidad en la negociación política de los cambios. El nuevo modelo requirió de la “concertacesión” con los principales actores del sector productivo, los empresarios y los obreros. La negociación y el consenso se materializaron a través del Pacto de Solidaridad Económica. Es así, que la implantación de las reformas y un creciente desarrollo se convirtieron en el reconocimiento internacional de Salinas.

A decir de diversos especialistas, el gobierno arribó al año de 1994 en un escenario en donde economía y política se convirtieron en una amalgama indestructible. El éxito de Salinas se fundamentaba en una estabilidad política que garantizaba la confianza en la economía.

Sin embargo, al inicio de aquel año se vislumbraban ya diversos problemas de déficit en la cuenta corriente y una sobre valuación del peso. Por ello, el optimismo en la economía estaba dividido dentro del gobierno, por un lado se encontraba la postura de Pedro Azpe Armella, Secretario de Hacienda y la del Presidente, en el sentido de que el problema del déficit sería corregido en el corto plazo, y por el otro, la de Ernesto Zedillo y José Cordoba que señalaban la necesidad de una devaluación de la moneda.

Parece ser, que el mismo Salinas, aceptaba la devaluación como un mecanismo eficiente para solucionar el problema, sin embargo, advertía los costos políticos y sociales si se decidía utilizar un mecanismo distinto al que se había venido manejado por el gobierno durante los cinco años anteriores, una banda de flotación con un margen de depreciación mínimo; hacerlo, como proponía Zedillo, llevaría a romper el acuerdo político con los empresarios y los obreros, y minar la confianza de los inversionistas en el gobierno y la economía mexicana. A lo largo del año, la sombra de la devaluación fue recurrente.

Aquel año, el levantamiento armado en Chiapas, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu fueron generaron inestabilidad en los mercados y como consecuencia la salida de capitales, el gobierno reaccionó entonces con la emisión de una mayor cantidad de Tesobonos y una mejor tasa en los Certificados de la Tesorería. El 20 de noviembre, en una reunión del gabinete económico, Salinas aceptó la devaluación, pero fue persuadido por Pedro Azpe para no hacerlo dado que no se contaba con un paquete de política económica para garantizar el consenso político y la confianza económica.

Cuando Ernesto Zedillo asumió el poder, entonces la devaluación era inevitable. El nuevo presidente era un economista con una devoción dogmática hacia la teoría económica, imposible de ser permeada y disuadida por las reglas propias de la dinámica política. Si bien la devaluación era el tan ansiado camino, el no haber tomado en cuenta que los actores políticos y económicos actúan con una racionalidad sin límites, llevó al gobierno a cometer “el error de diciembre.”

El 9 de diciembre Zedillo confirmó ante el Congreso su firme propósito de mantener la política económica del gobierno anterior, el 14 de diciembre, a través de su Secretario de Hacienda, ratificó la estabilidad de la banda de flotación cambiaria, es decir, el gobierno aseguraba que no habría ningún mecanismo de devaluación. Sin embargo, el día 19 de aquel diciembre, el EZLN tomó 28 municipios en Chiapas, generando una salida considerable de capitales; ese día, el gobierno decidió devaluar.

El gobierno reunió a los principales actores políticos y económicos para pactar la devaluación. Hoy se sabe, que se filtró información estratégica sobre la inminente devaluación a algunos empresarios, el rumor corrió rápidamente y los capitales mexicanos, no los extranjeros, comenzaron a salir. La inexperiencia política del nuevo gobierno los hizo subestimar la necesidad de los arreglos políticos necesarios para contener la inestabilidad.

Confiar en los empresarios, haber roto la promesa de la continuidad económica y no contar con un paquete emergente, le costó más que el sexenio. Lo demás es historia.

@YizusRC

**Jesús Rivero Casas. Es profesor asistente en la Universidad Nacional Autónoma de México, trabaja temas relacionados con Historia Política, Gobierno y Asuntos Públicos, Multiculturalismo y Rational Choice.

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