Por Ricardo Quintana Vallejo

El pasado viernes 10 de febrero, la Casa Blanca empezó a desmantelar los derechos que la administración de Obama procuró para estudiantes trans en cuanto al uso de sanitarios y vestidores en escuelas públicas. No es sorpresa, pues los baños públicos siempre han sido uno de los sitios más importantes para librar batallas por el espacio público. Si se quiere excluir a un grupo de su participación en la esfera pública, la segregación y vigilancia de los baños resulta una de las estrategias más efectivas, porque ¿quién puede permanecer mucho tiempo lejos de un baño?

(Foto de Sara D. Davis/Getty Images)

Imagine que en su trabajo o en su escuela no hay un baño para usted. Tal vez tiene que caminar a otro edificio, a un baño de paga o a la gasolinera. ¿Qué tan eficiente o exitoso se puede ser si cada vez que uno quiere ir al baño tiene que caminar una larga distancia e interrumpir sus actividades? Esa fue la pregunta que la juez Sandra Day O’Connor tuvo que hacerse cuando se convirtió en la primera juez en la Corte de Apelaciones de Arizona. Como muchas primeras jueces, primeras profesoras, primeras estudiantes, etcétera, tenía que caminar a otro edificio, mientras que sus colegas tenían un baño accesible. Consciente o inconscientemente se había decidido que no habría un baño para mujeres.

La experiencia de los afroamericanos y los baños públicos

Muchas narrativas sobre la experiencia de afroamericanos durante la década de los sesenta (por ejemplo Black Like Me de John Howard Griffin) hablan de la dificultad de encontrar baños públicos. Las leyes de Jim Crow establecían una estricta segregación entre los sanitarios de gente blanca y los de gente de color. Así, los afroamericanos se veían en la necesidad de caminar kilómetros lejos de sus trabajos, de los edificios de gobierno, de las estaciones de trenes y autobuses, para acceder a un servicio tan necesario. A veces en viajes largos de autobús, los choferes sólo se detenían en baños para blancos y los usuarios afroamericanos se veían en la vergonzosa necesidad de aguantarse. La segregación de los baños causaba dolor, enfermedades y humillación. Así, ¿no era preferible quedarse en casa, fuera del espacio público?

Los mitos detrás de la discriminación en baños públicos

Hay quienes arguyen que las personas trans en los baños públicos representan un peligro. Pero así también se arguyó que los afroamericanos, que los latinos, que los mexicanos éramos un peligro en los baños. El mito del depredador sexual siempre ha sido un argumento de los poderosos para mantener a los vulnerables fuera de estos servicios.

Pero, en 2015, la administración de Obama emitió una guía para que las escuelas públicas permitieran que todos los alumnos pudieran usar los baños correspondientes con su identidad de género. Es decir, sin importar el sexo asignado al nacer, los estudiantes podrían usar el baño y vestidor correspondiente con su identidad presente. Aunque una corte en Texas se opuso a la guía de Obama –arguyendo que el ejecutivo no tiene el poder de determinar los lineamientos de la educación pública estatal–, en el resto de la Unión las escuelas se vieron obligadas a respetar la identidad de género de los estudiantes y a destinar recursos a la capacitación del personal y  los padres de familia.

(Foto de Sara D. Davis/Getty Images)

Ahora, ¿qué sigue?

Por ahora no habrá cambios substanciales en las escuelas, sobre todo por una ley federal instituida en 1972 que establece que ningún programa educativo que recibe financiamiento federal puede discriminar, excluir o negar beneficios por condición de sexo. Esta ley protege a los alumnos trans. Pero lo que sí resulta evidente es que la administración actual no luchará por extender las protecciones de este grupo vulnerable; más bien, luchará en su contra.

Mucha gente trans se convierte en un blanco de discriminación y violencia cuando entran en un baño público. Si tienen que ir al baño que corresponde con su sexo asignado –y no con su identidad de género– muchas veces significa que tienen que salir del clóset. Y salir del clóset puede resultar muy peligroso. Así, se mantiene a la gente trans fuera de la esfera pública.

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Ricardo Quintana Vallejo es crítico cultural y traductor. Actualmente estudia el doctorado en literatura comparada de la Universidad de Purdue.

Twitter: @quintanavallejo

Sobre Alocado y dislocado: Nuestras identidades (condición socioeconómica, género, sexualidad, nacionalidad, raza), tanto individuales como colectivas, están en constante cambio. Los mexicanos somos versátiles; replanteamos el valor de nuestra historia, cultura y literatura constantemente. Nuestras identidades nos dan mucho de qué hablar. En Alocado y Dislocado ofrezco el análisis de temas actuales y de nuestros símbolos, de nuestras posibilidades identitarias en este momento, desde la dis-locada perspectiva de un mexicano queer en el Midwest estadounidense.

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