Aunque –según EPN- es cultural, la corrupción en nuestro país ya debe combatirse de manera un poco más eficaz… o ver de dónde sacamos la lana que con ella pierde el país. Poca cosa: cerca de 740 mil millones de pesos, algo así como 4% del Producto Interno Bruto.
Julio A. Millán Bojalil, presidente del Grupo Corporación Azteca (Coraza) señaló lo anterior y no sólo eso, por si no queda claro lo perjudicial que es la corrupción para la economía del país, hizo la siguiente comparación: la corrupción equivale a 4% del PIB, mientras que la producción del sector agropecuario representa el 5%… en definitiva, “la corrupción destruye”, sentenció Millán.
Y muchos dirán: “eso ya lo sabemos”. Sin embargo, es necesario repetirlo a políticos una vez más, ya que para el próximo año próximo año el gasto público parece que será distribuido de la forma más oscura posible. Por ello, el presidente de Coraza reclamó:
“Lo que nos molesta es que nos mientan, que el gobierno no diga la verdad. Se requiere que nos diga cómo se ejerce el dinero que aportan los contribuyentes y así evitar la corrupción”.
Durante el segundo día de trabajo del foro México Cumbre de Negocios, Millán Bojalil señaló que se necesita de una segunda oleada de reformas constitucionales para hacer frente al cuadro financiero y político internacional que se avecina… y no precisamente económica, energética o de las que el gobierno ha impulsado con singular entusiasmo… lo que se necesita es reformar la educación, en contenidos, impulsar la ciencia y tecnología y hacer de la innovación una política de Estado.
Pero en lo que logran lo anterior, lo importante ahora es la correcta asignación de los recursos, remarcó el presidente de Coraza… si lo hacen, ya verán que todo empieza a jalar de manera correcta: “combatir la corrupción no sólo permite que la asignación de recursos sea más eficiente, sino que también se puedan aplicar correctamente las reformas porque evitaría que mucho vaya para las élites políticas y no para las masas”.
Pues eso es lo que piensa la mayoría… pero quién sabe que tengan en la cabeza los políticos.