Por Roberto Castillo

En México, cada día tres menores de edad son asesinados y cuatro desaparecen (La Infancia Cuenta 2017). Según la CIDH, en muchos de los casos están involucradas las fuerzas de seguridad, desde policías aliados con bandas de secuestradores hasta soldados disparando a jóvenes desarmados. Eso ya no es noticia nueva, basta recordar que apenas hace tres años la policía municipal de Iguala persiguió, asesinó y entregó al crimen organizado a un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

La semana pasada, una más se sumó a la ya rabiosamente larga lista de agresiones a jóvenes por parte de las fuerzas de seguridad.

El martes por la tarde, Marco Antonio estaba tomando fotos con un amigo en la colonia de El Rosario. A Marco le gustó un mural grafiteado y pidió a otro joven que pasaba que les tomara una foto. De improvisto, cuatro policías se acercaron y acusaron a Marco Antonio de querer robar a quien tomaba la foto; a pesar de que todos los involucrados dijeron que no se trataba de un asalto, los policías insistieron y revisaron las mochilas. Marco se asustó y echó a correr. Los oficiales le persiguieron, golpearon y sometieron. Una foto de él tirado en el suelo era el único rastro de su paradero hasta su aparición, después de cinco días. Hoy sabemos que entre ese momento y el momento de su aparición, el estudiante de 17 años fue detenido una segunda vez, puesto en libertad sin avisarle a nadie y, finalmente, identificado y trasladado a un hospital psiquiátrico debido a su mal estado físico y mental. El caso sigue sin ser claro, lo anterior lo sabemos por las declaraciones de la familia, su amigo y las autoridades. Sin embargo, es evidente que nada de este infierno hubiese pasado si los policías no hubiesen golpeado a Marco Antonio —ya no digamos acusado sin evidencia.

A pesar de la indignación, debemos evitar caer en simplificaciones: un caso, diez casos, incluso mil casos no invalidan el trabajo de todos los policías. No cabe duda que existen policías que hacen su trabajo. Sin embargo, es evidente que hay algo profundamente mal con nuestro sistema policíaco; con un sistema que permite que los responsables de la seguridad de la sociedad se vuelvan contra ella.

En el caso de Ayotzinapa, en el caso de Marco Antonio y en los miles de casos invisibles que no llegaron a la prensa, se debe encontrar y castigar a los responsables, más aún sí son servidores públicos… pero ello no basta, necesitamos cambiar de fondo nuestro modelo de seguridad: la única forma de que estos casos no se repitan es teniendo un sistema policíaco que funcione.

impunidad policía CDMX
Foto: http://lanoticiaenconcreto.com.mx

El informe Modelo óptimo de la función policial. Diagnóstico nacional sobre las policías preventivas de las entidades federativas señala que en el caso de la Ciudad de México (1) ninguna de las academias o institutos de formación policial cuenta con los doce rubros mínimos para garantizar una capacitación adecuada; (2) a pesar de que el presupuesto de la SSP es igual al de Tlaxcala, los policías ganan menos que el promedio nacional, apenas 8 mil 674 pesos al mes; (3) sólo una fracción de la policía cuenta con prestaciones laborales como un fondo de ahorro y préstamos de vivienda. Por otro lado, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México ha hecho oídos sordos a las recomendaciones de la CDHDF quien argumenta que la PGJCDMX viola los derechos de las fuerzas policiales al someter a sus integrantes a jornadas de 24 horas continuas de trabajo, hostigamiento, falta de insumos, instalaciones insalubres y discriminación.

Al menos en la Ciudad de México es fácil ver el origen del problema: tenemos un sistema policíaco que paga mal, no da prestaciones, no capacita y que, incluso, viola los derechos humanos de sus integrantes. Requerimos filtrar a los elementos policiales que son corruptos y que se sirven en vez de servirse, pero, más aún, necesitamos dignificar a la policía.

Esa es la raíz del problema. Podemos denunciar y hasta castigar a los policías corruptos y abusivos pero lo más importante no es eso, lo que más importa es crear un sistema que genere servidores públicos de excelencia. El día que estemos orgullosas de nuestra policía, el día que tener un hijo policía sea tan valorado como tener una hija científica o médica, ese día estaremos en el camino a resolver el enorme problema de inseguridad de nuestra ciudad. Todo lo demás son parches temporales.

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Roberto Castillo es integrante de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

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