Miembro de una humilde familia en donde su padre se dedicaba a la plomeria, Tomás Felipe Carlovich tuvo como única forma de diversión una pelota, la cual con el paso del tiempo se convertiría en una extensión más de su cuerpo, de su ser, de lo que él representaría para el futbol argentino.

Después de su paso por el continente europeo, Diego Armando regresó al suelo que lo vio nacer para integrarse a las filas del Newell’s; como era de esperarse todos los recibieron como la gran figura que era, pero él no aceptó los elogios y dijo que el mejor jugador ya había pasado por el club y era Carlovich, un gran gesto de parte del considerado mejor jugador de la historia.

El “Trinche” como lo conocían desde pequeño, logró destacarse a corta edad como futbolista. A los 14 años maravillaba a sus vecinos y amigos con la gran habilidad que poseía, manejaba el balón como pocos, desparpajaba talento por doquier, a tal grado que pasó de ser un total desconocido a ganarse la admiración de gran parte de la comunidad en Rosario.

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El ascenso en la carrera del rosarino fue vertiginoso, a pesar de que el hombre nunca fue un apegado de los entrenamientos y la disciplina: fue campeón de la Liga Deportiva del Sur con el Sporting de Bigand cuando únicamente había disputado un partido, ya que según dijo no encajaba en ese momento en los planes del técnico:

Jugué un solo partido frente a Los Andes, pero en esa época no había un lugar para mí. Era en el final de los 60 y el técnico, Miguel Ignomiriello, prefería otro tipo de jugador.

Así pasó a Flandria, un equipo de medio pelo en el cual no tuvo problemas deportivos, pero fuera de la cancha la situación era otra, extrañaba las parrandas y los amigos, así que decidió marcharse de nuevo pero ahora a Independiente Rivadavia de Mendoza, en equipo de menor tradición en el ascenso.

Su futuro parecía ser muy prometedor y con solo 21 años, se sumó al Central de Córdaba, el club que a la postre se convertiría en su casa, para vestir la camiseta que sería su piel y que llevaría tatuada hasta hoy. Su campaña allí, en el barrio Tablada, se hizo en cuatro etapas: 1972 a 1974, 1978, 1980 a 1983 y 1986 sumando 9 temporadas, 236 partidos y 28 goles.

El día que hizo temblar a la albiceleste

A principios de los 70 Argentina vivía una época de oro en el futbol, nombres como Mario Kempes, Daniel Killer, Mario Zanabria, y Carlos Aimar, resonaban alrededor del mundo, no había quien se les comparara. Sumados a estas figuras estaba el “Trinche”, de quien esperaban llevara a la selección directo a obtener el campeonato del mundo del 74, para plantarse fuertes de cara a su localía en 78.

Los partidos de preparación estaban a la vuelta de la esquina y el miércoles 17 de abril de 1974 la historia le hizo reverencia a Felipe. Fue convocado para participar en un combinado que a la postre se convertiría en un lastre que la albiceleste cargaría; CentralNewell’s y el Córdoba de Rosario, equipo del mediocampista, prestaron jugadores para enfrentar a los dirigidos en ese entonces por Vladislao Cap.

Desde el primer tiempo Carlovich comenzó a pintarle la cara a sus rivales, dio un pase para gol a Obberti e hizo una mancuerna especial con el “Matador”. Tal era la precariedad de la selección, que antes del pitazo de los primeros 45, el marcador ya era desfavorecedor, 3-0 en contra no era poca cosa para un equipo que en dos meses volaría a Alemania.

carlovich el juego

Por este mismo motivo, en el medio tiempo del enfrentamiento, Vladislao pidió que Carlovich saliera del terreno de juego, para evitar una diferencia mayor, el miedo no andaba en burro. El rosarino accedió, el partido terminó 3 a 1, y a pesar de todo fue ovacionado por el público local, que lo había adoptado como propio desde hacía tiempo.

Después de esto llegaría la Copa del Mundo, Argentina no haría una gran justa y sus opciones se limitaban a buscar el campeonato en casa. El “Trinche” seguía jugando, iba de aquí para allá, su nivel era el mismo pero se tenían muchas emociones encontradas sobre él, como lo que dijo Timoteo Griguol:

Es un fenómeno de jugador, pero no le gusta el sacrificio, por eso no triunfó. Jugaba conmigo en Central y prefería irse de caza o de pesca. ¡Qué lástima!

Así le llegó la oportunidad que cualquier hombre quisiera: representar a su país en un Mundial. Se citó con César Luis Menotti para integrar la preselección de Argentina, una junta en la que su futuro estaría de por medio. Aceptó. Pero en una concentración en Buenos Aires, su espíritu parrandero lo traicionó y prefirió irse de pesca, lo cual fue motivo suficiente para que no formara parte del equipo titular.

“El Maradona que no quiso ser”

Pareciera que el futbol argentino vive de algunas estrellas que brillan con luz propia, Diego, Messi, Kempes, Riquelme, por mencionar algunos de la gran lista. Pero para estas grandes figuras Felipe ha sido el mejor jugador de la historia, un hombre sin igual.

Menotti dijo: “Carlovich fue uno de esos pibes de barrio que desde que nacen tienen como único juguete la pelota. Era impresionante verlo”Mario Zanabria aseguró: “Carlovich era el mejor resumen del potrero. Era zurdo, pateaba tiros libres, tiraba caños dobles, sombreros dobles, la pisaba de acá para allá, no se la podían sacar. Era desfachatado y pachorriento Creo que nunca fue figura porque no le interesaba crecer profesionalmente y detestaba la alta competencia.”

Séptimo hijo de un plomero, fontanero, experto de la cañería, que por analógico que parezca se los transmitió de gran manera a su hijo, quien con el balón cosido al pie, con un control magistral del esférico y con una habilidad innata para pasar la pelota entre las piernas de los rivales, logró convertirse en el mejor jugador argentino de la historia. El mítico número 5.

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