Por Luis Fernández Carril

Cuando hablamos sobre la inminencia del cambio climático, lo primero que pensamos es: ¿qué podemos hacer como personas? A esta pregunta usualmente se contesta con respuestas como: cambio de dieta, reciclar, reducir consumo de agua y usar bolsas de tela. 

Estas acciones son importantes, principalmente para crear una cultura de la sostenibilidad. No sólo reducimos nuestro impacto ecológico, sino que nos hace corresponsables; es decir, dejamos de ser espectadores del problema y nos volvemos actores y agentes de cambio en cuanto a nuestro consumo personal.

En efecto es muy importante reducir nuestro impacto, pero no podemos reducirnos a una mera huella ecológica que debe disminuirse. Aún más importante es la dimensión ciudadana de nuestras acciones: nuestro papel a desempeñar en el espacio público, frente a los demás y frente a los gobiernos. 

cambio climático
Foto: RitaE | Pixabay

En la columna de la semana pasada, se habló del “deber de cuidado” como un principio político y jurídico básico del contrato social, de la relación entre el gobierno y los gobernados. Dichos gobiernos tienen la obligación de salvaguardar los derechos humanos básicos, entre ellos el derecho a un medio ambiente sano (art. 4 de la Constitución mexicana).

Los gobiernos claramente no están haciendo lo suficiente. De acuerdo a Climate Action Tracker, los compromisos que han hecho los gobiernos bajo el Acuerdo de París, tienen más de un 90% de probabilidad de superar los 2°C y, bajo el panorama más optimista, se estabilizaría la temperatura en 2.8 °C. Esto quiere decir que los países no están cumpliendo su deber de cuidado. Los impactos de un aumento así serían devastadores, particularmente para los países más vulnerables, entre ellos México. 

Por el otro lado, las empresas no tienen tal deber de cuidado con la sociedad. Las corporaciones responden únicamente a sus intereses económicos. Mientras que tan sólo 100 compañías son responsables del 71% de las emisiones globales, éstas no tienen la responsabilidad de mitigar sus efectos, que se adjudica como una responsabilidad exclusiva de los gobiernos.

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Foto: marcinjozwiak | Pixabay

Las empresas pueden adquirir compromisos voluntarios, como parte de alguna estrategia de responsabilidad corporativa o de estrategia de imagen, pero no están obligadas a llevar a cabo acciones. Y de estos compromisos, muchos no lo hacen nada bien. De acuerdo a un reporte del Fondo Mundial para la Conservación, en un análisis de 151 compañías en México, sólo 54% informa de sus inventarios de emisiones y tan sólo 23% establece metas públicas de reducción de gases de efecto invernadero. En cuanto a metas de energías renovables, apenas 13% de las compañías han establecido objetivos de esta naturaleza y sólo 8 tienen objetivos de eficiencia energética. Mientras tanto, estas 151 empresas tienen ventas anuales de 13.3 mil millones de pesos y representan el 77% de las 500 compañías más importantes de México. A su vez, a nivel mundial, las 3000 empresas más grandes del mundo causan daños ambientales superiores a 2.2 billones de dólares cada año. 

Frente al incumplimiento de los gobiernos con un “deber de cuidado” y las empresas que no se comprometen, ¿qué podemos hacer como ciudadanos? Con toda claridad, aunque me bañe en 5 minutos y lleve bolsas de tela al supermercado, frente a la situación expuesta no voy a lograr nada. Es por esto que nuestro papel ciudadano es fundamental.

Ejercer ciudadanía frente al cambio climático puede significar varias cosas.

Todas igualmente importantes y necesarias: 1) la vía democrática; 2) la vía institucional; 3) la vía del compromiso social y 4) la desobediencia civil

En primer lugar, podemos actuar a través de la vía democrática. Tenemos un papel fundamental a desempeñar en el ejercicio más representativo de la democracia: las elecciones. ¿Tomamos en cuenta factores ambientales en nuestra elección de voto? ¿Sabemos si los partidos políticos tienen plataformas sólidas en materia ambiental? Lamentablemente los partidos no le dan la importancia requerida a las crecientes problemáticas ambientales del país. Esto es en gran medida porque no les interesa, pero de forma aún más importante, es porque la ciudadanía no exige propuestas sólidas en materia ambiental. De ese modo, también a través del voto se puede castigar la falta de acciones por parte de los gobernantes y partidos en el poder.

Una segunda vía de acción es la institucional. Esto quiere decir exigir acciones a través de las instancias designadas, en este caso a través de presentar demandas ante la corte. A nivel mundial ha aumentado los casos de litigios sobre cambio climático de la sociedad contra su propio gobierno, sobre el principio de la falta de cumplimiento del deber de cuidado. Se ha vuelto ahora un caso icónico el de Urgenda, asociación civil de Holanda, que llevó a la Suprema Corte al gobierno de su país por no cumplir su deber de cuidado al tener políticas poco ambiciosas sobre cambio climático. Urgenda ganó el juicio y el gobierno holandés tuvo que cumplir. En el mundo ahora hay alrededor de 1000 procesos judiciales de demandas ciudadanas contra sus gobiernos sobre esta base. Nada más en EE.UU. hay más de 600 juicios en proceso. También cabe destacar que en Latinoamérica hay un solo caso en Colombia. Fuera de eso toda la región está ausente en esta tendencia de litigios a nivel mundial. 

Una tercera vía se relaciona con el compromiso con la sociedad sin considerar al gobierno. Esto puede ser a través de campañas de concientización, divulgación de la ciencia y también de los acontecimientos políticos relacionados con el medioambiente. Cabe destacar que los videoblogs y campañas en redes sociales pueden ser una herramienta básica para la divulgación de conocimiento y el despertar ciudadano, a través de infografías, artículos (como el presente), videos explicativos, etcétera. 

Una cuarta vía que ha sido muy relevante, particularmente en años recientes, es la de la desobediencia civil. Decía Martin Luther King Jr. que “Uno tiene la obligación moral de desobedecer leyes injustas”.  Aterrizado al cambio climático, Greta Thunberg resume muy bien el enfoque de dicha vía de acción: “Si levantarse contra el colapso climático y ecológico y en favor de la humanidad es ir contra las reglas, entonces las reglas deben romperse”.

La desobediencia civil que realizan grupos como Fridays for Future y Extinction Rebellion, particularmente, llevan como consigna la confrontación no violenta con el gobierno frente a lo que se considera una acción existencial frente a la inminencia del colapso ecológico. Esto los ha llevado a ser arrestados en ocasiones o incluso a ser considerados como “terroristas” a aquellos que protestan pacíficamente para exigir a los gobiernos actuar, como recientemente ocurrió en Reino Unido y Filipinas. 

Por último, también es una acción de resistencia pacífica no volverse cómplices de las empresas que más dañan al país y al mundo. Dejar de consumir o comprar es un acto de resistencia que golpea profundamente en el mayor interés corporativo: las ganancias. Para esto debemos conocer qué empresas son las más contaminantes y tener la capacidad de juicio para no caer en su lavado verde con productos pseudoecológicos. 

No podemos dejar en manos de los gobiernos y las empresas la acción climática sin más, puesto que claramente lo que hacen es preocupantemente insuficiente. Lo único que no podemos permitirnos es no hacer nada, ya que la apatía y la pasividad serán nuestra condena. Como dice Robert Swann, “la peor amenaza a nuestro planeta es la creencia que alguien más lo salvará”. 

No quedemos reducidos a una huella ecológica que debe disminuirse. Ejerzamos ciudadanía. Sea la vía que sea, debemos actuar. 

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Dr. Luis R. Fernández Carril es investigador de ética ambiental y política climática internacional y profesor de planta en el Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Actualmente es miembro y Autor líder del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas para el 6to Reporte de Evaluación. Se desempeñó como asesor legislativo y posteriormente como Secretario técnico de la Comisión Especial de Cambio Climático del Senado de la República, LXIII Legislatura de 2015-2018. Sus principales líneas de investigación son la Gobernanza ambiental internacional, las negociaciones climáticas internacionales, adaptación y resiliencia y  ética del cambio climático. Ha publicado artículos e impartido conferencias a nivel nacional e internacional en lugares como la Universidad de Oxford, la UNESCO en París, la Universidad de Yale y la Glasgow Caledonian University en Escocia.

Twitter: @fernandezluis83

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