Es posible modificar nuestra producción y consumo de energía si cambiamos las reglas del juego. De no hacerlo, el planeta estaría en riesgo.

Por Mariana Castro Azpíroz

“A las tres se quema la base”…. Y si la base es el planeta Tierra, más vale que no se queme. Actualmente escuchamos con frecuencia acerca de la importancia de una transición energética a fuentes más verdes.

Es posible modificar nuestra producción y consumo de energía si cambiamos las reglas del juego. Por eso se han desarrollado varias alternativas bastante creativas que van desde variaciones en algo tan local, como el techo de nuestra casa, hasta proyectos con proyecciones para una escala global.

Avioncito

Desde 2006, Estados Unidos propuso la Iniciativa de Combustibles Comerciales Alternativos en Aviación. Actualmente está trabajando en la producción a gran escala de combustible sostenible “bio-jet” en todo el mundo, mediante consorcios internacionales y a partir de aceites vegetales no comestibles, desechos agrícolas, aceite para cocinar usado y residuos sólidos municipales. Pero la fuente de energía más peculiar que proponen es la planta de tabaco.

Es posible modificar nuestra producción y consumo de energía si cambiamos las reglas del juego. De no hacerlo, el planeta estaría en riesgo.
Foto: Pixabay

Afortunadamente, la demanda de tabaco ha disminuído en los últimos años, lo que significa que hay menos consumo de cigarros. En Estados Unidos se cultivaban 900 mil toneladas de tabaco en los años 70, pero para 2012 la cifra se redujo a 360 mil. Algunas variedades de esta planta se habían descartado hace 50 años por su sabor o bajo contenido de nicotina, pero ahora se están retomando porque resulta que las variedades bajas en nicotina son más baratas, requieren menos cuidados y son más resistentes que otros cultivos. Un acre de tabaco puede generar hasta 80 toneladas de biomasa húmeda y productos que incluyen azúcares, aceites y proteínas. Así que pueden usarse tanto para biocombustible y alimento de animales como para enriquecer el suelo con nutrientes. Cigarros: 0; combo ecológico: 1

Este es el juego del calentamiento

Además de utilizar las tecnologías en proyectos nacionales o internacionales, existen otras propuestas de aplicaciones más locales que resultan bastante ingeniosas. Refrigeradores que usan imanes para enfriar, ventanas inteligentes y techos fluorescentes son algunas de las innovaciones en el horizonte para ahorrar en nuestro consumo energético desde casa.

¿Sabías que es posible usar un campo magnético para cambiar la temperatura de un material? Se le conoce como efecto magnetocalórico y puede sustituir a los actuales sistemas que utilizan refrigerantes dañinos para el ambiente. La propuesta del Laboratorio Nacional Oak Ridge utiliza un fluido refrigerante a base de agua e imanes en lugar del compresor tradicional. Esto podría aumentar la eficiencia energética del aparato en un 20%, lo cual reduce emisiones y evita el uso de químicos nocivos.

Frío, frío… caliente, caliente…

El Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley ha explorado el uso de sensores y microprocesadores en ventanas para ajustarse automáticamente de acuerdo a la cantidad de luz natural disponible y la hora del día. Se pueden configurar en modo de enfriamiento o modo de calefacción, de acuerdo a la preferencia del usuario.

¿Y qué tal un cambio de imagen ecológico? En el laboratorio también se ha investigado el uso de pigmentos fluorescentes, color negro o rojo oscuro, para recubrir techos. Podrían reflejar 4 veces más luz solar que los pigmentos convencionales, evitando que los techos absorban tanto calor. Ambos sistemas optimizan la temperatura de la casa y así ahorran energía.

Podemos aplicar tecnologías emergentes a los nuevos edificios, pero ¿qué pasa con los antiguos, que fueron construídos sin tomar en cuenta los ahorros de energía? En Europa, la mitad del consumo energético anual se utiliza para calentar y enfriar los edificios y la mayoría de esta energía proviene de hidrocarburos. Para reducir las emisiones de carbono sin tener que demoler casas históricas, el equipo del Profesor Shchukin, de la Universidad de Liverpool, nos pinta una cálida imagen verde. Con el proyecto “ENERPAINT” le proporcionan un aditivo a los productores de pinturas y recubrimientos existentes. Agregando un 5% a las mezclas que elaboran normalmente, pueden adquirir sorprendentes propiedades.

Es posible modificar nuestra producción y consumo de energía si cambiamos las reglas del juego. De no hacerlo, el planeta estaría en riesgo.
Foto: Pixabay

Los aditivos que usan se conocen como “materiales de cambio de fase” y tienen la curiosa capacidad de pasar de sólido a líquido y viceversa, sin cambiar de temperatura. Así que durante el día almacenan calor (¡incluso el que proviene de las personas!) y se vuelven líquidos, manteniendo los edificios frescos. En la noche se cristalizan y liberan el calor acumulado, calentando los cuartos. De este modo regulan la temperatura de manera natural y no se gasta energía en ello.

Huellas de colores

Por si lo anterior no fuera suficiente, la pintura “ENERPAINT” también reduce la contaminación ambiental. Lo hace a través de una serie de reacciones parecida al juego de “las traes”, porque cada parte quiere interactuar con algo urgentemente. Comienza el Sol. Cuando la luz ultravioleta toca la pintura, se liberan electrones (la parte con carga negativa de los átomos). Los electrones se encuentran con la humedad del aire y rompen a cada molécula de agua en dos: un hidrógeno (H) y un hidroxilo (OH). Ahora el hidroxilo las trae y reacciona con los contaminantes del aire. Al hacerlo, los degrada y convierte en sustancias que no son nocivas. Terminó el juego y perdieron los contaminantes.

Por si las celdas solares, energía eólica, plantas hidroeléctricas y todas las demás fuentes verdes no eran suficientes, existe un sinnúmero de propuestas muy variadas con aplicaciones a pequeña y gran escala. Las hay diseñadas para que las apliquen los individuos, las comunidades, los gobiernos… toda una gama de opciones para una transición energética limpia. Así que no queda más que decir: basta, basta uno, basta dos, ¡basta de hidrocarburos!

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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.

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