Por Aranxa Sánchez

La semana pasada expliqué que, para comprender al cambio climático, es necesario entender que uno de los principales problemas radica en cómo la humanidad ha hecho que las cantidades de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera incrementaran ¡en niveles nunca antes vistos en tres millones de años! Pero si es un problema con un largo pasado (casi 200 años), ¿por qué debemos hacernos cargo ahora? ¿Cómo debe verse una economía que atienda estas problemáticas?

¿Cómo dimensionar los efectos del cambio climático?

Para dar una justa dimensión a cualquier problemática futura, es necesaria la creación de múltiples escenarios; donde diferentes acciones den como resultado diferentes situaciones. En este sentido, existe una organización internacional llamada Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que realiza dichos escenarios ante la crisis ambiental que vivimos.

¿Qué escenarios existen?

El escenario base, en el que como sociedad no exigimos un cambio, es conocido como hacer negocios como siempre (business as usual, BAU). Debajo de esta permanente capacidad de contaminación de la actividad humana son protagonistas las ganancias de las empresas y personas que deciden emplear recursos fósiles; dedicarse a la ganadería o agricultura intensiva; explotar recursos naturales; vender animales “exóticos”, etcétera.

Otro escenario es lograr una economía baja en carbono. Una en la que hay crecimiento económico en torno a tecnologías y prácticas con bajas emisiones de GEI; soluciones energéticas altamente eficientes; energías limpias y renovables e innovaciones tecnológicas “verdes”(Regions for sustainable change, 2011).

¿Cómo lograr un escenario diferente?

Dicha economía baja en carbono será posible, entre otros factores, gracias a un cambio de incentivos de todas las partes involucradas. Comprender cómo se generan ganancias en cada actividad económica y proponer realizar cambios benéficos tanto para la sociedad como para dichas empresas/personas, con el objetivo de reducir el impacto (mitigación) o para poder adecuarse mejor (adaptación)[1], es sobre lo que se centra el financiamiento sustentable [2].

Las estrategias de negocio dependen por una parte de la ganancia esperada; por otra, de cómo se utilizan los recursos para obtener dicha ganancia. Cualquier actividad económica necesita dinero para realizarse. Si el acceso a este dinero se condiciona a que se integren criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG)[3] , existe una gran oportunidad de cambio.

¿Qué son los Criterios ESG?

Los criterios ESG se formalizan a partir de una reunión de la Red Internacional de Inversores respaldados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2005, de la cual forman parte alrededor de 2,900 organizaciones y empresas internacionales.

Los criterios ESG son un conjunto de estándares para las operaciones de una empresa, tales como eficiencia energética, manejo de residuos, biodiversidad, derechos humanos, derechos laborales, relaciones con clientela y proveeduría, controles internos, auditorías, relación con accionistas, entre otros. Existe una variedad de definiciones de cada aspecto, dependiendo de la organización que los clasifique[4].

¿Qué se necesita para promover los criterios ESG?

Lo anterior requiere de gobiernos capaces de generar alianzas con el sector privado para promover las inversiones correspondientes; a su vez, capaces de regular a priori a las mismas, ejecutadas de manera impecable por sus instituciones (enforcement).

Además, se necesita un sector privado con prioridades acorde a los problemas actuales, que priorice la nueva realidad. Aquí, lxs consumidorxs tenemos mucho que decir, exigir y castigar en el mercado a aquellas empresas que no se ajusten a lo que solicitamos las actuales generaciones.

No debemos repetir los errores del pasado y utilizar recursos limitados para sostener nuestra economía. Tal vez, para generaciones anteriores a la generación X, los problemas medioambientales no fueron necesariamente la prioridad; sin embargo, los efectos del cambio climático son una realidad para la generación millennial (como yo) o la generación Z. Esto nos obliga a replantearnos una justicia intergeneracional.

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Aranxa Sánchez es economista por la UNAM.

Twitter: @AranxaSanz

[1] Las diferencias entre mitigación y adaptación al cambio climático así como las propuestas de política pública, serán expuestas en un posterior texto.

[2] Las ideas centrales del financiamiento verde y las propuestas de acción, tanto para el sector privado como público, serán explicadas en múltiples textos posteriores.

[3] La diversidad de los criterios ESG será explicada en un texto posterior.

[4] Para conocer más, acuda al Apéndice 2 del siguiente documento de Banco Mundial http://documents1.worldbank.org/curated/en/913961524150628959/pdf/125442-REPL-PUBLIC-Incorporating-ESG-Factors-into-Fixed-Income-Investment-Final-April26-LowRes.pdf

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