Por Aramis Olivos Ortiz
Dedico esta contribución a la Dra. Sonia Isabel Quijano Scheggia, colega investigadora, que después de 39 años de labor científica y docente se jubila. Impulsora de vidas y cambios, su ejemplo nos ha llevado a la superación en todos los sentidos. ¡Gracias Doctora!

Desde que el “homo sapiens”, u hombre sabio en latín, se posó en nuestro planeta hace unos 315,000 años, la humanidad evolucionó para ser capaz de razonar, aprender e inventar una estructura lingüística; luego, una lógica compleja para generar escritura y pensamiento abstracto numérico; es decir, se convirtió en el animal social capaz de concebir, aprender, transmitir y crear que somos hoy. Lo anterior ha sido fantástico. Nos ha permitido, por ejemplo, llegar a Marte y explorarlo en una primera etapa a través de sondas y percepción remota. Se dice fácil, pero de este tamaño es nuestra capacidad y lo que nos depara es difícil de imaginar.

Proceso Haber-Bosch

Hasta inicios de 1900 los ingleses controlaban los principales depósitos de fertilizantes naturales que eran los depósitos fósiles de guano o desechos acumulados de aves marinas en islas del Pacífico Sur y Chile. En 1909 el químico alemán Fritz Haber desarrolló un proceso para obtener amoniaco (NH3) a partir del nitrógeno del aire. Luego su compatriota Carl Bosch mejoró este proceso para producir el amoniaco a escala industrial a partir de 1913. Este hecho fue determinante, pues hizo que Alemania produjera nitrato (NO3) para explosivos y armas a base de gases tóxicos lo cual le dio una escalofriante ventaja armamentista en la 1era y 2da guerras mundiales.

Menciono este hecho pues, como humanidad, debemos conocer y aprender de nuestras acciones del pasado —para quienes piensen que la historia carece de importancia—. En distintos foros científicos se ha establecido que este proceso químico fue el desarrollo humano más importante hasta el siglo pasado, más determinante que dominar el fuego, la rueda, la escritura, la medicina. ¿Por qué se considera esto? Porque sentó las bases para que a nivel mundial se produjeran alimentos en prácticamente todos los suelos y climas del planeta. Con esto, la humanidad pudo garantizar su supervivencia; es decir, pese a todas las muertes por guerras y enfermedades, la comida la tuvo asegurada. Se alcanzó una máxima de la naturaleza que dice: “para que una especie perdure en el tiempo y el espacio, debe garantizar su alimento y reproducción”; siendo lo segundo, en nuestro caso, lo menos difícil.

Repercusiones del desarrollo

Teniendo el tema del alimento resuelto pudimos ser más longevos. Primero los países desarrollados y luego el resto, lo que ha generado otros problemas colaterales a nivel mundial como el crecimiento poblacional; con esto, la necesidad de cultivar más tierra para un número de seres humanos en incremento. Se deforestan bosques para cultivar más alimento, lo cual demanda el mayor uso de agua dulce en nuestro planeta; sobre fertilizamos los cultivos y ese exceso de nutrientes se va a los ríos, presas, lagunas, manto freático, y finalmente al mar, alterando las condiciones naturales de nutrientes que hacen que los vegetales, algas y microalgas sean reemplazados por otros organismos. Como éstos son la base de las cadenas alimenticias, entonces en una región cambian los animales que se alimentan de ellos e ingenuamente nos preguntamos, ¿por qué ya no hay caballitos de mar en donde antes había praderas de pastos marinos?

En 2010, fue publicado el primer informe europeo sobre el nitrógeno, The European Nitrogen Assessment (ENA), y la comunidad científica se refirió por primera vez al proceso Haber-Bosch como una amenaza para la humanidad. Señalando cinco amenazas sociales causadas por el exceso de nitrógeno reactivo, alteraciones a la calidad del agua, aire, suelos, ecosistemas y el cambio climático.

Seguro estarás pensando, ¿cómo un invento científico puedo generar un bienestar para la humanidad y a la vez tanta desgracia? Lo que puede hacer ver al ser humano como la especie intelectualmente más evolucionada, y al mismo tiempo la más irracional. Nuestro desarrollo está plagado con ejemplos como éste.

Implicaciones en la seguridad alimentaria

La problemática que a continuación expongo tiene muchas implicaciones, pero centrémonos en la siguiente: recientemente le pregunté a una gran amiga si había considerado este tema como parte de los monopolios internacionales que tratan de ordenar el crecimiento económico de los países “pobres” mediante políticas de desarrollo sustentable. Reflexionemos de manera hipotética. Por un lado, está una compañía que produce agroquímicos y productos biotecnológicos mejorados; por el otro, un organismo financiero internacional. ¿Qué tiene que ver esto con asegurar el alimento a la población del planeta?

Si un país en desarrollo requiere de financiamiento, recurre a la banca privada internacional para financiarse, pero, en la actualidad, para que le llegue ese flujo de capital debe adoptar directrices de cómo invertir bajo programas generados para asegurar resultados favorables para su población. Por tanto, se espera que no sean mal utilizados, sin corrupción, asegurando productos del campo que garanticen calidad alimenticia con el menor impacto ambiental; incluso, se diseñan programas para incluir a comunidades o etnias poco consideradas, augurándoles educación y empleo de prácticas seguras e incluyentes para sus mujeres, ancianos, para su niñez en las que los hombres se alejen de usos y costumbres machistas.

humanidad y desarrollo

Foto: Pixabay

Esto ocurre en países pobres bajo la “tutela u orientación” de las economías ricas, sin considerar su realidad ambiental, su climatología, disponibilidad de agua, diversidad vegetal y animal, etc. Si a esto le sumamos que los programas al momento de aplicarse se “disfrazan” y favorecen el uso de agroquímicos y productos biotecnológicos de una transnacional que desgastan el suelo y lo contaminan, acabando con miles de hectáreas de biodiversidad, quedan lejos de la sustentabilidad. Los únicos afectados son los habitantes “pobres” en todos los sentidos; los beneficiados, las transnacionales y algunos locales como gobernantes, políticos o personajes corruptos, que ni siquiera merecen el beneficio de la ignorancia, pues son conscientes de sus actos sin importarles las consecuencias en lo más mínimo. Esto resulta indignante, deshonesto e irritante, por decir lo menos.

Hasta aquí podrías pensar, la ciencia y los programas internacionales apestan, estaríamos mejor sin ellos, ¿no?

¡No! el conocimiento científico nos provee tecnología y productos que nos dan estabilidad para apreciar, sentir y crear cosas bellas para todos en distintas expresiones. El uso de los productos tecnológicos depende de nosotros. Es nuestra responsabilidad. No reconocer su mala implementación equivale a cerrar los ojos y la mente para ignorar nuestros errores. Esto nos aísla de la realidad, nos vuelve torpes, necios o faltos de entendimiento para comprender las cosas. Esto no genera progreso ni estabilidad, mucho menos garantiza nuestro futuro.

¿Qué nos queda?

Sin lugar a duda, la humanidad es más que ciencia y desarrollo. Recordemos que somos animales sociales con la capacidad de concebir, aprender, transmitir y crear. Entendamos de una vez por todas que ni yo ni mi familia somos los únicos en el planeta, están otros seres humanos y todos dependemos de nuestros recursos naturales. Nuestras prácticas irracionales y egoístas nos están acabando. Hemos llegado a Marte, invertimos muchos recursos económicos para esto, ¡Claro que nos veremos beneficiados de toda esta tecnología! Pero si la malgastamos estamos perdidos. Se estima que en 300 años aproximadamente el humano podría habitar Marte, pero ¿lo habitaremos como remedio por haber afectado tanto a nuestra Tierra que será imposible vivir en ella o porque queremos trascender como humanidad en nuestro sistema solar? Si es por lo primero, desde hoy debemos pensar en Júpiter, pues todo planeta nos quedará pequeño.

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Aramis Olivos Ortiz es investigador del Centro Universitario de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad de Colima. Campus Manzanillo.

Mail: aolivos@ucol.mx

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