Por Bernardo Bastien-Olvera, El Capi Planeta

Una fría tarde de 1755, varios ejemplares del museo de historia natural de Oxford fueron arrojados a una ardiente hoguera porque, debido a su descuido, se consideraban inservibles. Entre ellos se encontraban los restos del último dodo visto con vida en Europa 100 años atrás, y cuenta la historia que el curador del museo se arrojó a las llamas para rescatarlos, aunque sólo pudo salvar la cabeza y una pata, remanentes que hasta hoy en día se pueden ver en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford. 

Dodo de Oxford


El Dodo de Oxford. Obtenida del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford

Tal vez el curador del museo hubiese preferido encargar a un comerciante otro ejemplar de dodo de la isla Mauricio, su lugar de origen, en lugar de quemarse las manos con la hoguera, pero esto era imposible en 1755: los dodos llevaban extintos desde el año 1700. Su destino final fue sellado cuando un grupo de navegantes holandeses pisó la isla a finales del siglo XVI. 

Esa expedición, realizada en 1598, capturó el primer registro europeo acerca de esta ave, donde se enfatiza que el dodo era tan grande que sólo comer su estómago, la parte más deliciosa según ellos, dejaba satisfechas a dos personas hambrientas. Estas anécdotas podrían darnos la impresión de que la “sopa de dodo a la holandesa” fue  la causante de la desaparición de esta especie de la faz de la Tierra; sin embargo, en realidad su extinción fue en gran medida causada por los polizontes que traían los colonos en sus barcos: las ratas

La primera ilustración de un dodo. Publicada en el reporte del viaje holandés a la isla Mauricio Het Tweede Boeck (1601), obtenida de Hume (2006).

Al tocar tierra, las ratas se encontraron con una gran cantidad de recursos para consumir y se reprodujeron velozmente hasta poblar la isla entera. Fue así como causaron muchos estragos a los nidos de los dodos, destruyeron sus huevos directamente y compitieron por comida con sus polluelos. Cada vez nacían menos dodos y sobrevivían menos polluelos. Pero no fue hasta la introducción de los cerdos a la isla cuando realmente los dodos vieron llegar su final. Para finales de 1600 los cerdos ya se consideraban una plaga, no sólo compitiendo por comida con los dodos, sino que también comiéndose a sus huevos y  polluelos. Los dodos resistieron lo más que pudieron pero al final perdieron la batalla. Así fue como el 25 de noviembre de 1688 se vio y capturó a un dodo por última vez en la historia. 

En la Europa de aquellas épocas el concepto de extinción era problemático y sin suficientes fundamentos. La iglesia católica decía que en el mundo habían existido exactamente las mismas especies desde su creación. Pero fue el paleontólogo George Cuvier, expertazo en fósiles, quien en 1798 evidenció el proceso de extinción al comparar unas mandíbulas del fósil de un elefante con las de un elefante vivo: eran tan diferentes que tenían que ser de una especie distinta. Además, un elefante es tan grande que simplemente no era posible que hubiera otra especie distinta vagando por el mundo y pasando desapercibida. Es así como los modelos científicos incorporaron la idea de que en el pasado habían existido especies hoy extintas y a mediados del siglo XIX un par de investigadores retomarían el interés por el dodo pero ahora bajo estos lentes

Strickland y Melville publicaron una famosa monografía del dodo en 1848, juntando las piezas del rompecabezas que consistían en relatos de viajeros, 3 o 4 pinturas al óleo y un puñado de fragmentos de huesos esparcidos por el mundo. El renovado interés científico por el dodo en aquella época permeó hasta la cultura popular desatando lo que se conoce como “dodomanía”, cuyo punto más alto se inmortaliza con el dodo que aparece en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas en 1865. Pero no sólo hubo un furor ardiente por el dodo, también fue un cubetazo de agua fría para la humanidad. ¿A cuántas otras especies estaban extinguiendo sin darse cuenta?

La extinción del dodo evidenció lo complejas que son las interacciones entre las poblaciones de un ecosistema. No es que el dodo se extinguiera directamente a manos del hombre europeo debido una obsesión por la sopa de dodo, se extinguió debido a la dinámica que desató llevar especies invasoras a otros lugares. A pesar de que los ecosistemas del planeta están en constante cambio, estos cambios se van dando a lo largo de decenas de miles de años, son tan lentos que en nuestro pasar por la Tierra, que es como un parpadeo, podríamos decir que están en equilibrio. Un equilibrio que se empezó a romper desde que el humano comenzó a migrar fuera de África, se profundizó con las colonizaciones y ahora aún más por el cambio climático

En un mundo en el que más de un millón de especies están en riesgo de extinción podríamos cambiar la maniobra que nos ha fallado a la mayoría en los últimos siglos y alejarnos de un sistema que destruye la tierra, los océanos y la atmósfera para enriquecer a unos cuantos. No seamos el curador de un museo que mete sus manos al fuego para rescatar lo que se pueda salvar, mejor seamos quienes apagan el fuego. 

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Bernardo Bastien Olvera, mejor conocido como Capitán Planeta, es científico y divulgador de cambio climático, ciencias de la Tierra y sustentabilidad. Es ex-becario Fulbright-García Robles y candidato a Doctor en Geografía en la Universidad de California Davis. Actualmente es co-director del proyecto de divulgación Planeteando.

Twitter: @Capi_Planeta

 

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