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Rusia disfruta de un liderazgo indiscutible en el sector energético mundial. No obstante, esto cambiará definitivamente con el ascenso económico de China y la nueva posibilidad de explotar yacimientos antes impenetrables: la perforación horizontal avanzada.

Actualmente, el mayor productor de hidrocarburos y exportador de tecnología nuclear a nivel mundial es Rusia. El uso de nuevos métodos de extracción aunado a una de la reservas de petróleo más grandes que se conocen coloca al país euroasiático como el líder indiscutible del sector energético. Sin embargo, según un artículo publicado por The Economist Intelligence Unit, este poder resultará difícil de mantener dadas las potencialidades de otros gigantes asiáticos, entre los que destaca China.

Desde 1998, la energía ha sido el gran motor de crecimiento de Rusia, hasta llevarla a posicionarse como potencia emergente en menos de diez años después del desplome del sistema económico soviético. La empresa estatal Rosneft es la líder del mercado, pero existen también empresas particulares de gran capacidad. En un principio, el más importante mercado para el petróleo ruso era definitivamente Europa. No obstante hoy existe un viraje vertiginoso hacia oriente. En efecto, incluso la exploración y producción de hidrocarburos de Rusia hoy se fomenta más en el este del país que en el occidente, particularmente en Siberia Oriental.

China ha sido la principal beneficiada con esta tendencia. Antes de 2010, las ventas de petróleo ruso a China eran insignificantes. Hace apenas año y medio rebasaron los 300 mil barriles diarios y con los nuevos contratos, es probable que, para el final de la década, esta cifra se vea duplicada. Así, China representará el 12% de las ventas rusas y el mercado asiático total, el 20%.

En cuanto a energía nuclear, el panorama es igualmente favorable. A mediados de este año, 28 de los 68 reactores nucleares que se construían en el mundo fueron responsabilidad de Rosatom, haciendo de Rusia el líder en el mercado atómico. El país ofrece reactores baratos, modernos y seguros, lo que lo vuelve atractivo a países no desarrollados que desean ampliar sus opciones energéticas.

Pese al reciente desastre de Fukushima, existe una creciente avalancha de factores que convierten a  la energía nuclear en algo sumamente atractivo. Entre ellos se encuentra, precisamente, la limitación de las reservas de hidrocarburos así como la tendencia a una estrategia que busca abastecer a un país productor de petróleo con energías alternativas y así aumentar la capacidad de exportación. La propia Rusia busca elevar de 16 a 30% la fracción de energía alternativa utilizada al interior de sus fronteras.

Existe, no obstante, un factor imprevisto hasta tiempos recientes: la revolución de la perforación horizontal. Pese a que la primera perforación horizontal se realizó en la década de los cuarenta del siglo pasado, se volvió económicamente viable hasta los ochenta y sumamente rentable hasta la actualidad, con el abaratamiento de la tecnología radar de alta precisión y los sistemas GPS.  Aunque una perforación horizontal exitosa cuesta 300% más que una vertical, existen múltiples yacimientos de gas y petróleo que no podrían ser explotados exitosamente de forma convencional. Estados Unidos pasó de una dependencia absoluta de gas extranjero a una superabundancia interna mediante la aplicación de esta técnica.

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Rusia espera reducir su producción en Siberia Oriental pero aumentarla en Ártico y así sostener su hegemonía energética. No obstante, la explotación de yacimientos no convencionales por medio de la nueva técnica en Estados Unidos, Argentina y Brasil, por nombrar algunos, pondrían en riesgo estos deseos. Rusia podría seguir vendiendo como mayor productor, pero no podría controlar los precios de gas y petróleo con facilidad. China representa el mayor de los peligros al contar con una increíble reserva de pozos no convencionales. Si decidiesen explotarlos, eclipsarían la presencia rusa en el noreste asiático. Las relaciones políticas entre ambos países se verían inmediatamente afectadas: Rusia perdería la esperanza de mantener una influencia política sobre el país oriental, situación que deseaban concretar en el marco del inevitable ascenso chino a la condición se superpotencia mundial.

Esta situación pone a Rusia en un escabroso lío: debe controlar el precio de su petróleo en lugar de determinar su rumbo por la actual competencia internacional. Si redujese demasiado el precio, fomentaría la compra, pero sus ganancias serían pocas, dejando el crecimiento interno por los suelos y fomentando a la larga el rebase chino por carecer de capital para invertir a futuro en el Ártico. Por otro lado, si aumentase demasiado los precios, fomentaría un aumento en las tendencias de exploración y explotación en otras partes del mundo como alternativas contra precios inaccesibles, lo que le afectaría a largo plazo. Por último, si se mantuviera en su estado actual y no tomase precauciones contra el crecimiento chino, su desplome sería igualmente inevitable.

En consecuencia, Rusia deberá aunar a sus modificaciones de precios de petróleo estrategias políticas que le hagan asociarse con China antes que competir. En todo caso, una cosa es segura: el liderazgo absoluto de Rusia en el sector energético a nivel mundial inevitablemente terminará en entre 10 y 20 años.

 

 

 

 

 

 

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