Justo hoy hace 50 años, Bob Dylan atravesó la puerta del estudio en el edificio de Columbia Records para grabar uno de sus más emblemáticos temas, mismo que lo separaría de su pasado acústico/folk y literalmente lo convertiría en una superestrella de Rock: “Like a Rolling Stone”.

Un mes antes Dylan se encontraba de gira en Europa (misma que fue capturada por el director D.A. Pennebaker en el documental Don’t Look Back). Estaba muy fastidiado y pensando en retirarse. Tocaba canciones que ya no le gustaban ni deseaba cantar.

Dylan no se retiró, ya había grabado un álbum eléctrico (Subterranean Homesick Blues) mismo que le dio los primeros indicios de por dónde quería ir, pero los conciertos seguían siendo en su mayor parte acústicos y con las amadas canciones de protesta que eran delicia de los folkies. Bob ya estaba fastidiado de esa escena, así que comenzó a encauzar toda su rabia en una larga letra, una catarsis literaria que poco a poco iba tomando forma y ritmo.

No se sabe a ciencia cierta si esta ponzoñosa letra estaba dirigida contra alguien en específico, en caso de que realmente se la hubiera escrito a una persona. Muchos le han otorgado distintas encarnaciones, desde la perdida modelo Edie Sedgwick hasta la entonces novia de Mick Jagger, Marianne Faithfull pasando desde luego por su contraparte femenina, Joan Baez. Sólo Dylan tiene la respuesta y no está en el viento. Más que una canción de odio, se trata de una canción de venganza, de advertencia para alguien que no sabe lo que está haciendo y se va a topar con el sólido muro de la realidad por sus decisiones impulsadas por la banalidad, misma que la dejan a su suerte como una piedra que rueda.

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El productor Tom Wilson se sorprendió cuando Dylan, de la nada, le llamó para grabar un nuevo álbum, mismo que sería Highway 61 Revisited. Los músicos de sesión contratados por Wilson fueron el pianista Paul Griffin, el bajista Joseph Macho, el baterista Bobby Gregg y el guitarrista Mike Bloomfield, quien muy emocionado por participar en una grabación verdaderamente profesional, de inmediato salió a comprar una Fender Telecaster para el gran acontecimiento, aunque se dio cuenta que a diferencia de otras sesiones donde había participado, la de Dylan estaba bastante desorganizada.

El 15 de Junio la banda comenzó a probar con tracks como “It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry” y “Sitting on a Barbed Wire Fence”. Después intentaron hacer una toma de “Like a Rolling Stone” con un ritmo muy diferente al que conocemos: vals. Sin embargo Dylan no estaba muy convencido de que fuera una versión definitiva, la sesión sirvió para que al menos la banda tuviera en mente la canción y pudiera aportar algo en la sesión del día siguiente. Curiosamente, cuando Bob se fue, la banda se quedó para grabar otra sesión en la que le agregarían sus instrumentos eléctricos a “The Sounds of Silence” de Simon and Garfunkel quienes ya la habían grabado en su original versión acústica y a pesar de haberse convertido en su primer gran éxito, se pusieron furiosos ante la intrusión de Wilson y la banda en su track.

Al día siguiente Dylan y el grupo regresaron al estudio y Tom Wilson tenía un invitado, el jovencito de 21 años y genial guitarrista Al Kooper, quien sólo había ido a observar la sesión pero sabiendo de lo que se trataba, mañosamente se había colado con todo y guitarra en la cabina, la cual ya tenía afinada y conectada, lista para tocar mientras esperaba sentado esperando que los demás creyeran que era parte de la sesión. Los músicos fueron llegando y Mike Bloomfield comenzó a calentar con su guitarra, lo cual dejó boquiabierto a Kooper, quien ante la maestría que estaba atestiguando prefirió guardar su guitarra discretamente y se fue al cuarto de controles fingiendo ser un reportero.

El grupo intentaría ahora con un ritmo de 4/4 en lugar del vals del día anterior. Paul Griffin, dejó el órgano Hammond y se pasó al piano. Kooper, quien estaba muy ansioso por tocar en una sesión de Bob Dylan, vio su oportunidad cuando Wilson se distrajo y pudo escabullirse a la cabina de grabación. Sin embargo, él era guitarrista, no tecladista, no tenía idea siquiera de cómo encender el instrumento, mismo que para su fortuna Griffin había dejado encendido. Era realmente un reto: no tenía ninguna partitura, la canción duraba mucho más de cinco minutos, los amplificadores de la banda estaban tan alto que ni siquiera podía escuchar el órgano, instrumento con el cual además no estaba nada familiarizado. Sin embargo la cinta comenzó a grabar y Kooper tuvo que hacer algo pues ya estaba formando parte de la sesión.

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Wilson estaba horrorizado cuando regresó a la cabina de control. El chamaco Kooper se había colado a la sesión, además de estar tocando un instrumento que no dominaba, incluso se estaba retrasando en el tiempo para que la banda diera el acorde primero y él pudiera proceder luego de encontrar las notas correctas. Este “error” es el que le dio al tema su ritmo característico. Durante la mezcla Wilson, avergonzado por el atrevimiento de Kooper, trató de hacer lo menos audible el órgano. Curiosamente Dylan le dijo que lo subiera lo más posible y a fin de cuentas fue este instrumento el que le dio a la canción su sello característico.

La toma cuatro fue la que hoy en día todos conocemos, Wilson y Dylan estuvieron de acuerdo en que era la que más les gustaba, pero aún así insistieron todavía en hacer 11 tomas más, de las cuales ninguna sirvió pues las tocaron a mayor velocidad, un poco como “Maggie’s Farm”, haciendo imposible que Bob pudiera cantar.

El golpe de tarola inicial, propinado por el baterista Bobby Gregg, simbolizó la nueva etapa que estaba comenzando. Era como una explosión, una llamada de atención, la patada en la puerta del cerebro que nos despertaba de un letargo para darnos cuenta de la nueva realidad. Efectivamente, los tiempos estaban cambiando.

La compañía Columbia no tenía grandes esperanzas para la canción debido a que alcanzaba los seis minutos, duración con la que era poco probable que sonara en el formato habitual de la radio comercial, además de que era una canción que tampoco sonaba a lo que hasta entonces había hecho Dylan y por lo que era conocido. Sin embargo fue el más grande hit de su carrera. La canción apareció como sencillo el 20 de Julio y llegó al segundo lugar de las listas de Billboard, sólo detenida por los imbatibles Beatles que ocupaban la primera posición con “Help!”. El tema de Dylan sería una de las canciones más influyentes de la música contemporánea.

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El sencillo además estuvo en el mercado sólo unos días antes de su histórica presentación en el Festival Folk de Newport donde tocó por vez primera con su banda electrificada, cambiando el curso de su historia y de la música, además de enfurecer a los fans que lo tenían encumbrado como “el portavoz de la juventud” con sus canciones acústicas de protesta.

A pesar de ser considerado por el propio Dylan como el mejor músico con el que trabajó, Mike Bloomfield jamás volvió a grabar con él. En cambio Al Kooper, aquel chiquillo que no estaba invitado a la sesión y mostró iniciativa, en repetidas ocasiones colaboró con Bob.

Se estima que Dylan ha tocado la canción unas 2024 veces durante sus giras. El manuscrito original, aquel en el que plasmó toda su sed de venganza estando en Europa, fue vendido por $2 millones de dólares en una subasta.

Celebremos los 50 años de esta canción emblemática con algunas versiones que se le han hecho:

Una versión bastante psicodélica a cargo de Spirit y su gran guitarrista Randy California

Al estilo Garage con The Remains:

Hasta Green Day tiene su versión:

La vida hubiera sido un error si los propios Rolling Stones no hubieran hecho un cover de esta rola

Jimi Hendrix en vivo en el festival Monterey Pop:


Y la versión original, con un estrafalario video interactivo, la pueden encontrar aquí debido a que Bob Dylan es un acérrimo enemigo de que su música se encuentre en YouTube.

@ivannieblas

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