Por Diego Castañeda

“Hasta luego y gracias por el pescado” es el famoso mensaje que los delfines, antes de escapar de la tierra por su inminente destrucción a manos de los Vogones y su construcción de carreteras especiales, dejan a los humanos en la película A Hitchhiker’s Guide to the Galaxy y es también el título del cuarto libro de la misma serie de Douglas Adams.  En la serie de Adams, los delfines son una especie súper inteligente que un día simplemente decidió dejar la tierra antes de que volara en mil pedazos. 

 

En la vida real los delfines son criaturas inteligentes, sujetos de discusiones en el congreso mexicano y que, además de ser sumamente queridos, han jugado un papel central en la historia de los acuerdos comerciales, tanto en las reglas de la Organización Mundial del Comercio como en las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos.

Viajando unos 26 años al pasado, en 1991 México y Estados Unidos se enfrentaban en una extraña disputa comercial, la primera de su tipo en la historia. Estados Unidos imponía medidas proteccionistas a las importaciones de atún mexicano, alegando que los pescadores mexicanos de atún mataban más delfines en el proceso que los pescadores de Estados Unidos (los pescadores mexicanos mataban al doble de delfines al usar redes para pescar atún).

En Estados Unidos la presión de organizaciones ambientalistas crecía para imponer sanciones o restricciones al comercio de atún con México, al mismo tiempo que las empresas pesqueras lo hacían para limitar la competencia. En este contexto, Estados Unidos optó por poner restricciones comerciales buscando que México cambiara su proceso de pesca, argumentando que el artículo XX del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT por sus siglas en inglés) le permitía restringir la importación si atentaba contra la vida o salud humana, animal o vegetal. México decidió, entonces, llevar el caso frente al  GATT, donde presentó un caso contra Estados Unidos por restricciones ilegales y violaciones a su soberanía. (Venezuela apoyó a México en su demanda).

Este caso fue el primero en registrarse que lleva una consideración presuntamente ambiental al GATT y, por tanto, es un parteaguas en el debate entre libre comercio y los acuerdos ambientales multilaterales en el mundo. México ganó el caso. El GATT determinó que era ilegal la postura de Estados Unidos, pues violaba la soberanía de México al enfocarse sobre un proceso (el método de pesca) y no sobre el producto (el atún): ningún país puede imponer restricciones al comercio para influenciar cambios en procesos o leyes en otro país.

Imagen: Shutterstock

Este caso es de extrema relevancia no sólo por ser el primero de su tipo, sino porque terminaría influyendo en todas las negociaciones comerciales en el mundo a partir de ese momento. México y Estados Unidos se encontraban en plena negociación del TLCAN en ese momento y el caso influyó en la creación de los acuerdos paralelos en materia ambiental en el marco del tratado. Pocos años después, en 1995, el GATT se transformaría en la Organización Mundial del Comercio (OMC), adoptando muchos de los principios y mecanismos que se implementaron por primera vez en el TLCAN–aspectos ambientales y de desarrollo sostenible, entre ellos.

Dentro de la OMC, otros casos semejantes se discutieron posteriormente, como el caso de los camarones y tortugas entre Estados Unidos contra Malasia, Tailandia y otros países (básicamente lo mismo que el caso atún-delfines). Eventualmente, la OMC crearía el Comité de Medio Ambiente y Comercio para resolver estos problemas. En el año 2005 (en la famosa Ronda de Doha), la OMC decidiría que antes de que los casos llegaran a ella, primero los países deberían tratar de arreglarlos entre ellos para que la OMC se dedicara a su función principal: liberalizar el comercio mundial.

Toda esta historia es relevante para México (y para el mundo) porque, frente a la renegociación de TLCAN con Estados Unidos y Canadá, el tema ambiental volverá a ser un punto de conflicto. Los acuerdos ambientales multilaterales (MEAs en inglés) como el protocolo de Kyoto o el acuerdo de Paris pueden tener puntos de desacuerdo con el contenido del TLCAN y esas diferencias bien pueden terminar nuevamente en la OMC. Otro de los puntos que parece serán muy importantes frente a la nueva negociación, son los de la propiedad intelectual y, dentro de éstos, lo relativo a los organismos vivos modificados y organismos genéticamente modificados (GMOs) que tienen su propio MEA (el protocolo de Cartagena) y, si estos temas se incorporan al tratado, podrían generar otros conflictos en organismos multilaterales.

El comercio internacional y la protección del medio ambiente suelen tener una relación conflictiva. A muchos ambientalistas no les gusta el comercio, pues consideran que incentiva el crecimiento económico y el consumismo y, con ello, el deterioro ambiental. Para otros, el comercio internacional sí es algo bueno y deseable, pero que debe ser conducido con responsabilidad frente al medio ambiente. Quizá la renegociación del TLCAN es una oportunidad para reconciliar de mejor forma ambos puntos de vista y posiblemente ser una influencia, como ocurrió en el pasado, para todo el comercio mundial.

Mientras las negociaciones comienzan, sólo nos queda aplicar la famosa frase de la portada de la guía galáctica… 

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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