Por Diego Castañeda

Los últimos días en México transcurrieron con la banda sonora de la película Jaws en el fondo por el terror que se apoderó de diversos analistas, tomadores de decisiones, públicos y privados, así como de un segmento de la población. El temor fue causado por los rumores de la supuesta salida de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), derivados de reportes en la prensa sobre algún dicho de Trump y por temores respecto al plan fiscal del mismo personaje y sus efectos sobre la economía mexicana.

Los temores sobre el TLCAN resultaron ser infundados (era bastante obvio que lo eran) y las opiniones que se comienzan a escuchar en México sobre los efectos en nuestra economía por el plan fiscal de Trump hacen un diagnóstico equivocado sobre sus impactos y, peor aún, sobre sus posibles respuestas de nuestro lado.

Respecto al TLCAN era evidente que Estados Unidos no denunciaría (la palabra que se usa para decir que se quieren salir) el tratado, sin antes hacer un intento por negociar términos aún más favorables para ellos. El TLCAN representa grandes ganancias para una parte muy importante de la economía de Estados Unidos, dejarlo traería un enorme costo en empleo y competitividad para ellos: cerca del 40 por ciento de todo lo que nosotros les exportamos en valor agregado a Estados Unidos (nosotros importamos bienes intermedios y servicios de Estados Unidos que luego incorporamos a la manufactura para exportarla y el comercio en su mayoría es intra-industrial).

De acuerdo a las declaraciones de los encargados de la política comercial de Estados Unidos en el presente, parece que buscarían negociar modificaciones a los contenidos de valor de la región (el porcentaje de valor de un país que un producto debe tener para cruzar la frontera sin aranceles), la implementación de una regulación laboral más completa en México (cosa que en realidad nos sería conveniente) a través de acuerdos paralelos y otros temas, como el de la propiedad intelectual o  medioambientales (lo que se suele llamar “modernizar el tratado”).

Imagen: Shutterstock

Una persona que sabe que Estados Unidos busca estas cosas de la negociación puede deducir que irse del tratado sin hacer el intento de obtener esos beneficios es poco probable.

Entonces, ¿por qué el bluff de Trump?

La respuesta puede ir en dos sentidos. Primero, por un asunto nacional: un grupo importante de votantes en Estados Unidos votó por Trump por su posición comercial y, después de 100 días, no tiene qué mostrar al respecto, hacer un supuesto ultimátum es una forma de aplacar los reclamos de esa base electoral. Segundo, se puede explicar como una forma de intentar acelerar la negociación, tanto en México como en Canadá,  con un chantaje, como cuando Darth Vader amenaza a Luke que, si no se convierte al lado oscuro, quizá su hermana sí lo haga.

El segundo tema es aún más relevante porque podría derivar en una serie de decisiones equivocadas para el país. Existen analistas y comentócratas (gente que opina sin saber, como el 98% de los que ven en los noticieros) que dicen que, si Estados Unidos baja su tasa impositiva a empresas de forma muy agresiva, México deberá hacer lo mismo para no perder competitividad.

Esta idea es equivocada por incontables razones, pero vamos a centrarnos en tres realmente monstruosamente erróneas.

1.- La política fiscal no debe determinarse por las decisiones de política fiscal de otros países, México tiene su propia dinámica económica, con necesidades de gasto e inversión que deben ser financiadas. Renunciar a esto sería de cierta forma renunciar a una política fiscal independiente que terminaría por debilitar aún más al débil estado fiscal mexicano. Menos recursos fiscales sin duda alguna se reflejarán en aún peores servicios, peores bienes públicos y una mayor desigualdad, tanto de resultados como de oportunidades.

2.- De la mano del punto anterior, la posición fiscal de México es débil, México es un país que recauda muy poco respecto al PIB y que tiene un déficit público creciente. Recortar impuestos obligaría a mayores rondas de austeridad para poder generar los superávits fiscales y reducir la deuda. Más consolidación fiscal va terminar por hacer que la economía mexicana crezca menos y que por la dinámica de las finanzas públicas la deuda sube y no baje como le ha pasado a Grecia y otros países.

3.- La gente que argumenta que la competitividad del país depende de la tasa impositiva realmente no entiende cómo funciona el comercio internacional. Los flujos de inversión física (fábricas, etc) siguen una lógica de arbitraje, las empresas hacen arbitraje de costos, en nuestro caso de costos laborales. La reforma fiscal de Estados Unidos no contrarresta las ganancias en reducción de costos que obtienen las empresas por los bajos salarios en México. Además, la tendencia actual en las cadenas globales de valor es ser competitivo en costos con base en la excelencia de las empresas y la calidad, no con base en impuestos o salarios bajos. (México se equivoca doblemente si piensa que los salarios bajos le garantizan competitividad en la economía del siglo XXI). La integración de las cadenas globales de valor es tan profunda que no puede ser compensada con impuestos, sobre todo cuando las empresas ya hacen traslado de beneficio a otros países para pagar impuestos en ellos, sin que eso afecte su producción. El caso más famoso es el de Apple: produce en China, diseña en Estados Unidos, pero paga impuestos minúsculos en Irlanda.

En resumen, nada bueno puede salir de esta lógica. Caer en ella es caer en una trampa muy costosa para todos. No es bueno tomar decisiones basadas en el pánico. La lección que nos deben dejar estos días es que debemos dejar de hacer tanto caso a los “adivinos de la economía” en la televisión y prestar menos atención a la volatilidad del mercado y mucho más atención a la lógica económica que se encuentra detrás de la economía global.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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