Por Alejandra Eme Vázquez

Entre las prestaciones de la Literatura Infantil y Juvenil está que podemos acceder a ella desde cualquier edad y descubrir maravillas que nos dan nuevas estructuras, nos cierran puertas o abren alternativas, lo que siempre se agradece (y más aún, se necesita), pero también que, si accedemos a edad temprana, podemos recibir de ella esas estructuras, puertas y alternativas nuevecitas de paquete en forma de situaciones, palabras exactas y, quizá sobre todo, personajes. Porque las personalidades que pueblan las páginas de la LIJ muy a menudo están destinadas a arraigarse de una forma distinta, más entrañable, más de cerquita, como todo lo que conocemos y nos conoce antes de los prejuicios.

Si hiciéramos un sondeo rápido para decir qué personajes están en nuestro equipaje de vida desde que les descubrimos en la LIJ, ¿cuántos nombres vendrían a la memoria colectiva? ¿Y cuántas fisonomías, si pensamos que estos seres tan queridos casi siempre son bautizados en imagen por talentosos ilustradores? Willy Wonka, Alicia, Mafalda, Parvana, Katniss Everdeen, Mina, Pippi Calzaslargas, Cornelia Funke, Momo, Natasha, Sergio Mendhoza, la Cenicienta, Harry Potter, Matilda, el Grinch… Y quiero creer que muchas que fuimos niñas, y muchas que todavía lo son, añadiríamos sin pensarlo: ¡Lilus Kikus!

El primer libro de Elena Poniatowska se publicó en 1954 y era un libro de LIJ, aunque la categoría entonces no estaba creada, ni había aún una comunidad alrededor para bienvenir su publicación con bombos y platillos, ni las escuelas tenían acuerdos con editoriales para fomentar su lectura, ni se había reparado en la voracidad lectora que viene con la infancia y la juventud. Su título es Lilus Kikus (Ediciones Era) porque así se llama su protagonista, una niña mexicana que a lo largo de  doce relatos nos lleva por un mundo que todavía hoy podemos reconocer a la perfección, especialmente quienes vivimos en la ciudad de México. El precioso diseño de portada, que sobrevivió a varias ediciones, estuvo en manos de Vicente Rojo y las extraordinarias ilustraciones corrieron a cargo ni más ni menos que de Leonora Carrington.

Al libro no le fue nada mal, al menos en lo que respecta a la crítica y a las oportunidades que abrió para su autora. Poco más de dos décadas después, Juan Rulfo en persona se encargó de dedicarle unas palabras elogiosas que ocuparían la contraportada de la segunda y tercera ediciones (1976 y 1982, respectivamente) a cargo de la Universidad Veracruzana. “Todo en ese libro es mágico y está lleno de olas de mar o de amor como el tornasol que sólo se encuentra, tan sólo en los ojos de los niños”, concluye sobre el libro el autor de Pedro Páramo, cuyo breve comentario se centra en describir a Lilus como un personaje cuyas ocurrencias pueden entretener y enternecer a un adulto. ¿Qué mayor elogio se podría hacer a un libro escrito, además, por una jovencita?

Rulfo sigue una convención muy clara, comprensible para entonces, al reseñar el libro: la de que cualquier texto para niños es “inocente” y “bonito”. Pero al menos en los primeros once relatos de Lilus Kikus, no hay una visión precisamente complaciente. Las “olas de mar o de amor” en realidad son olas de humor, bastante oscuro por momentos, y de una perspectiva horizontal que lleva a Lilus a enfrentarse, por ejemplo, al acoso de un señor que le grita “mamacita” mientras ella se entretiene en una playa, o a la opresión de la escuela católica y a la incomprensión de los adultos en general.

Las historias de Lilus Kikus nos llevan a escenarios que alcanzan puntos intensos, como el trágico destino de su amiga Chiruelita, quien se casa a los diecisiete y es asesinada por su marido neurótico por ser demasiado ingenua hasta para cumplir con las labores “propias de su sexo”. O el caso de La Borrega, compañera de Lilus en la escuela católica que es expulsada por hacer un performance diabólico que incluye gritar a los cuatro vientos la pérdida de su virginidad y que luego será identificada como “feminista” y “librepensadora” por otro personaje (¡escándalo, un libro para niños de los cincuenta que dice que una niña es feminista!).Y al centro de este universo se encuentra esta Lilus flacucha, entrañable y torpe a quien se le deja entender todo a su manera, sin que se vislumbre ninguna intención de juzgarla. Excepto al final.

Por once relatos, Lilus Kikus parece escaparse a toda intención didáctica: interrumpe, cuestiona, se rebela, observa, empatiza, escucha, encuentra grietas para ser de otras formas y contrasta esas otras formas con la adultocracia. No obstante, cuando es hora de decidir su destino, termina siendo encarrilada en el redil por antonomasia para las niñas que han sido distintas, raras y “malas”: la religión. Como el Alex de La naranja mecánica en Burgess, Lilus termina por reformarse ante la mirada incrédula de sus lectores. Por momentos parece haber toques de ironía en ese desenlace de buenas conciencias, extraño para un personaje que hemos aceptado y querido tanto en su total desparpajo; sin embargo, lo abrupto del final parece tajante: Lilus necesita crecer y eso significa abandonar la agudeza con la que ha interpretado el mundo hasta entonces.

Pero lo bueno de los personajes, especialmente de los que nos apropiamos en la LIJ, es que, efectivamente, una vez terminados de acompañar en sus historias son totalmente nuestros. No extraña que el género fanfic sea tan especialmente popular en lectores jóvenes, que no han escuchado todavía tantas veces aquello de que la literatura es respetable e intocable y que, por tanto, pueden intervenir las ficciones como se les antoje. De modo que si en 1954 Lilus Kikus tuvo que abandonar sus ideas extrañas y su libre pensamiento para convertirse en una mujercita madura y bien portada, los lectores de hoy tenemos oportunidad de releerla desde otros lados, muchas veces, y aprender con ella a responder un desfachatado “¡Éjele!” cuando nos digan que las niñas bonitas no se suben a donde se les da la gana.

Elena Poniatowska, Lilus Kikus, Era, México, 1954 [2014].

***

Alejandra Eme Vázquez es profesora y ensayista. Estudió en la UNAM la maestría en Letras Latinoamericanas.

 Twitter: @alejandraemeuve

Foto principal: Phoebe Ling / Gatopardo

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

Comentarios

Comenta con tu cuenta de Facebook